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DOSSIER

Aronofskygrafía

 

Si hay un director especializado en llevar los personajes y las historias a los extremos, ese es estadounidense Darren Aronofsky. Si bien todavía está tratando de encontrar una regularidad en cuanto a los resultados, queda claro que es un artista personal, que trata de no hacer siempre la misma película pero sin por eso dejar de lado sus obsesiones.

Nacido en 1969, siempre fue fanático del cine, sobre todo de los clásicos. Pero su medio de expresión durante la juventud fue pintar graffitis en su Brooklyn natal, un arte a la que más tarde recurría para promocionar su ópera prima.

Al terminar la secundaria, acudió a la Universidad de Harvard. Eternamente preocupado por la profundidad de las cosas, al principio no se decidía si estudiar cine o escultura, hasta que optó la imagen en movimiento. Comenzó a llamar la atención con sus cortometrajes, como  Supermarket Sweet (1992), seleccionado para Sundance. Protozoa (1993), otro de sus cortos, protagonizado por Lucy Liu, dio nombre a su productora. Algo similar a lo que hizo Spielberg con Amblin, por nombrar un caso famoso entre los más cinéfilos.

Aronofsky recién debutó en el largometraje con Pi. Estrenada en 1998, muestra a Max Cohen (Sean Gullette, su actor fetiche de aquel entonces), un matemático que descubre lo que podría ser una secta y de judíos ortodoxos. Este thriller paranoico, filmado hecho en blanco y negro, que costó 60 mil dólares financiados de manera independiente, fue un suceso en Sundance, donde ganó el premio al Mejor Director. La productora Artisan compró los derechos y la película pudo ser estrenada comercialmente en todo el mundo. En Pi aparecen los temas que serían recurrentes en su obra: la genialidad y la locura relacionadas de modo tortuoso, la obsesión que puede llevar a la autodestrucción, la esperanza de salvación. También en la película inició la colaboración con el director de fotografía Matthew Libatique y con el músico Clint Mansell.

(Para quienes hacen cine: no dejen de leer el diario de rodaje de Pi, que aún puede encontrarse en algunas librerías y comiquerías especializadas. Un texto que bien podría complementarse con Rebelde sin Pasta, de Robert Rodríguez).

Darren Aronofsky era la nueva joven promesa del cine.

Si siguiente largometraje resultó uno de los más perturbadores y atrevidos de los últimos quince años.

Basada en la controvertida novela del no menos controvertido Hubert Selby Jr. (autor de Última Salida a Brooklyn, también llevada al cine), Réquiem para un Sueño (2000) narra el descenso a los infiernos de tres personajes: Sara (Ellen Burstyn), viuda adicta a las pastillas; Harry (Jared Leto), hijo de Sara y adicto a la heroína; y Marion (Jennifer Connelly), diseñadora y también adicta a las drogas. Además, la película tiene a Marlon Wayans en un papel serio, alejado de las comedias escatológicas que suele perpetrar junto a sus hermanos.

Réquiem… fue reverenciada por la crítica y adorada por un público selecto, que pronto la convirtió en una obra de culto. Ellen Burstyn ganó premios de círculos de críticos y fue nominada a un Oscar por Mejor Actriz, premio que había obtenido décadas atrás por Alicia ya no Vive Aquí, de Martin Scorsese.

Luego de dos films prestigiosos pero adorados por un público selecto, Aronofsky estaba listo para saltar a las ligas mayores. Pero parecía no tener demasiada suerte en Hollywood. Estuvo por dirigir Batman Inicia, en base a un guión escrito por el guionista de comics y también cineasta Frank Miller. Pero el revolucionario enfoque —que incluía a un Bruce Wayne de clase baja, ayudado por un mecánico negro— no convenció a Warner Bros, productora del asunto, que optó por la visión de Christopher Nolan. También le tuvo ganas a Watchmen, la brillante novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons, pero decidió alejarse a favor de un proyecto más personal y no menos ambicioso.

La Fuente de la Vida (2006) fue pensada como una nueva 2001: Odisea del Espacio, como una post Matrix: una epopeya de ciencia-ficción que revolucionaría el cine. Y un film acerca del amor y la vida. El complejo argumento transcurría en tres planos temporales muy distintos: América en los tiempos de la Conquista, la actualidad y un futuro en el espacio. Pero la película vino fallida desde el vamos. Brad Pitt y Cate Blanchett, los protagonistas originales, se bajaron del proyecto (en el caso de Pitt, dijo estar en desacuerdo con algunas reescrituras del guión y se fue a encarnar a Aquiles en Troya). Por otra parte, Warner recortó el presupuesto hasta la mitad. Darren debió pulir el guión pero sin traicionar su creatividad, y contrató para los roles protagónicos a Hugh Jackman y a Raquel Weisz. No hay mal que por bien no venga: Aronofsky y la Weisz se casaron y tuvieron un hijo. La Fuente… generó opiniones dispares y pasó con más pena que gloria en los cines. Más allá de sus imágenes impactantes y poéticas, la película resulta demasiado rebuscada.

Para su próximo paso cinematográfico, Aronofsky volvió a sus raíces más independientes, con un film de carácter documental muy diferente de la estética de sus creaciones previas: El Luchador. Randy “Ram” Robinson (Mickey Rourke), una ex estrella de la lucha libre, vive al día haciendo trabajos por poco dinero, peleando ocasionalmente para fans y combatiendo contra sus demonios internos. No dispuesto a rendirse, Ram tratará de recuperar su carrera al tiempo que sale con una bailarina  de cabaret (Marisa Tomei) e intenta reconciliarse con su hija (Evan Rachel Wood). La película trazaba un fuerte paralelismo con la vida y la carrera de Rourke, quien resucitó ¿definitivamente? gracias a este papel. Pero también había similitudes con la vida y obra de su director: un otrora niño mimado del cine que empezaba a ser mirado de reojo y que volvió a la vida cual Ave Fénix cinematográfica.

El éxito se está repitiendo actualmente con El Cisne Negro, una de las protagonistas en esta temporada de festivales, incluyendo en la próxima entrega de los Oscar. Según los especialistas, Natalie Portman ya tiene la estatuilla ganada. (Curiosamente, El Cisne Negro compite con El Ganador, que tiene a D.A. como productor ejecutivo).

En tanto, el director seguía sin suerte con los comics: hace poco sonó como candidato para Superman: The Man of Steel, pero Zack Snyder, al igual que con Watchmen, se hizo cargo del esperado film. La racha parece haber terminado, porque Hugh Jackman lo convenció de dirigirlo en la secuela de Wolverine. Se titulará The Wolverine y, según dijo Aronofsky, será distinta a lo hecho por Gavin Hood en la primera parte.

Entre sus proyectos más inmediatos figura Machine Man, con un argumento muy similar a un RoboCop, cuyo reinicio también tiene en carpeta. Existe, además, la posibilidad de que reemplace a Christopher Nolan cuando deje la franquicia Batman. Sin embargo, el próximo trabajo del director sería la superproducción bíblica Noah, acerca del creador de la famosa arca. De hecho, ya hay una novela gráfica (que saldrá en 2012), y algunas viñetas andan dando vueltas por la web.

Veremos con qué nos volverá a sorprender Darren Aronofsky. Filme lo que filme, y cómo filme, nunca pasará desapercibido.

 

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