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CRÍTICAS - CINE

El Hobbit: La Desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug)

(Estados Unidos/ Nueva Zelanda, 2013)

Dirección: Peter Jackson. Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens, Guillermo del Toro y Peter Jackson. Elenco: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Ken Stott, Evangeline Lilly, Lee Pace, Luke Evans, Stephen Fry y Benedict Cumberbatch.  Producción: Carolynne Cunningham, Peter Jackson, Fran Walsh y Zane Weiner. Distribuidora: Warner Brothers. Duración: 161 minutos.

Luego de la trilogía de El Señor de los Anillos y El Hobbit: Un Viaje Inesperado, El Hobbit: La Desolación de Smaug nos presenta mundos y seres conocidos que, en teoría, ya no sorprenden al espectador. Sin embargo, Peter Jackson vuelve a demostrar que sabe apostar fuerte y logra mantener el interés y el cariño por la Tierra Media.

Luego de los acontecimientos de la película anterior, Bilbo Bolsón (Martin Freeman) sigue acompañando a Gandalf (Ian McKellen) y al ejército de enanos en su camino hacia Erebor, reino ahora ocupado por el dragón Smaug. En el trayecto se toparán con distintas razas, como los Elfos Silvanos (muy distintos de los que habitan en Rivendel) y los Orcos, atravesarán obstáculos, y Bilbo tendrá que demostrar todo su valor, al tiempo que se encontrará cada vez más fascinado por el misterioso anillo arrebatado a Gollum…

A diferencia de la película anterior, que debía tomarse más tiempo para presentarnos a los nuevos personajes, esta vez la acción dice presente desde el vamos. Incluye secuencias vibrantes, como una lucha contra arañas enormes (momento muy similar al ataque de los insectos gigantes de la versión 2005 de King Kong, también de Jackson) y la persecución a través de un río, con enanos flotando en barriles al tiempo que son atacados por un ejército de Orcos. Por supuesto, el director sabe cuándo dar respiro al espectador para desarrollar las vivencias de Bilbo y sus amigos y enemigos, de manera que podemos adentrarnos en sus motivaciones, en su sentido de la amistad, del amor, y también en los aspectos más tenebrosos.

A Martin Freeman sigue quedándole muy bien el rol de Bilbo e Ian McKellen, aunque aquí aparece poco, siempre impone su figura como Gandalf. Pero quien sigue robándose la atención es Richard Armitage, quien interpreta a Thorin, líder de la misión y responsable de reclamar el trono. Su porte y sus características remiten a Aragorn (Viggo Mortensen), aunque su psicología es diferente.

Además, el elenco cuenta con debutantes y regresos. Orlando Bloom retoma el papel de Legolas, que lo convirtió en una celebridad: aquí el arquero elfo se encarga de proteger a su gente, al tiempo que se siente atraído por la guerrera elfa Tauriel (Evangeline Lilly), quien a su vez quedó cautivada por el enano Lili (Aidan Turner). También actúan Lee Pace, Luke Evans, Stephen Fry… y Benedict Cumberbatch poniéndole su tremenda voz a Smaug. La escena entre el dragón y Bilbo es una de las más electrizantes de las adaptaciones tolkienianas y un especial deleite para los fanáticos de la serie Sherlock, protagonizada por Cumberbatch y Freeman.

El Hobbit: La Desolación de Smaug es una película larga y se siente así, pero Peter Jackson lo compensa con importantes dosis de entretenimiento y maravilla. Ahora, a esperar un año la tercera y última parte de esta trilogía.

calificacion_4

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Este (no) es el fin.

Los primeros minutos de El Hobbit: La Desolación de Smaug son asediados por una sensación de deja vu general, de estar perdidos en ese Bosque Negro que es esta franquicia de nunca acabar y que parece pisar sobre sus huellas una y otra vez. Pero a diferencia de la primera parte de este tríptico, La Desolación de Smaug es tan estruendosa como un rugido de dragón porque esta vez los personajes son puestos en verdadero peligro. Un peligro palpable, ya sea al punto de ser devorados por arañas que parecen salidas de la Isla Calavera, perseguidos por los deformes y temibles orcos, o perdidos en un bosque borgeano (circular, infinito y laberíntico). Los personajes son arrojados a la aventura y Gandalf no los acompañará en el viaje ni vendrá con su magia al rescate, por lo que deberán ingeniárselas para llegar a Erebor por sus propios medios.

La Piedra del Arca en esta segunda parte es Smaug, cuya apariencia era mucho más feroz y amenazante en su antecesora. Luego de su aparición en el tercio final de esta película, el inmenso dragón se define a sí mismo: “¡Soy fuego, soy muerte!”. Pero no es ni fuego ni muerte ni la criatura más aterradora de todas. Smaug es un dragón muy locuaz que se deja chamuyar por el hobbit y recién cuando él se declara harto del juego, comienza a escupir fuego y su majestuosidad queda plasmada mientras eleva su cuerpo bañado en un líquido dorado, que se sacude en el aire como si fuese purpurina.

El guión de La Desolación de Smaug se abre y se ramifica como el Bosque Negro. Y como un enjambre de telarañas, en vez de cerrar líneas narrativas y conflictos, los multiplica, abriendo cada vez más subtramas y subconflictos que amenazan con permanecer eternamente sin resolverse. Pero no todo es desolación. Entre los cambios positivos, se encuentra la introducción de Tauriel, un personaje femenino creado por Jackson. La comandante de la guardia del rey Thranduil es una mezcla entre Juana de Arco, la belleza etérea de Daenerys Targaryen, y Mérida de Valiente con un brushing. La belleza pelirroja de orejas puntiagudas se suma a la historia como parte de un triángulo amoroso y aporta la dosis de humor que la película pedía a gritos.

La diferencia entre Un Viaje Inesperado y su segunda parte es evidente: la primera privilegiaba la estética por encima de la narración, avanzando lentamente con mínimas dosis de acción que se perdían en escenas que se prolongaban innecesariamente, debilitando el interés. Como si Jackson fuese una suerte de Nolan del cine fantástico, que desconoce cualquier tipo de síntesis. Pues ahora el neozelandés ha sabido remediar las falencias.

La Desolación de Smaug engloba la épica vertiginosa de un buen relato de aventuras, la mitología legendaria y una gran conexión a nivel dramático entre espectador y personajes, brindando una película que conserva el espíritu infantil y aventurero de Tolkien.

calificacion_3

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