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CRÍTICAS - CINE

El Llanero Solitario, según Rodolfo Weisskirch

Un lazo demasiado extenso.

Hay muchos cineastas contemporáneos que en los últimos años intentaron hacer un western. Se debe admitir que el género mostró una especie de renacimiento, una mejoría con respecto al decline posterior a Los Imperdonables, acaso la única obra maestra realizada en los 90s. Después eso, se deben contar con los dedos exponentes fieles, que a la vez fueran dignos. Kevin Costner se animó con Pacto de Justicia, Ed Harris con Entre la Vida y la Muerte (Appaloosa), y dejemos de contar. En el 2010, los hermanos Coen, hicieron sin dudas una obra épica y reflexiva llamada Temple de Acero, remake del mítico film con John Wayne, que supera en calidad al original, y que se debe tomar como lo mejor de un género que vio nacer al séptimo arte.

El cine de animación no se ha quedado atrás y gracias a Toy Story 3 y Rango de Gore Verbinski se pudo vislumbrar una esperanza alternativa. Acaso lo más notable de la historia del camaleón que llegaba por casualidad a un pueblo del Oeste ávido de agua y se convertía en imprevisto héroe eran los homenajes y citas que realizaba el director de Piratas del Caribe a Sergio Leone y Clint Eastwood en un marco de obra seudo familiar, mejorando el trabajo de Simon Wells con Fievel va hacia el Oeste (que remitía más bien a una comedia musical con Doris Day y tuvo la última actuación de James Stewart). Debido a este antecedente no sorprende que la postergada adaptación de la serie y el cómic de El Llanero Solitario, la comande Verbinski, que también ha demostrado cierta pasión por el género en La Mexicana, film fallido, pero que se sostiene sobre los pilares narrativos de películas del Oeste. Los primeros 50 minutos del nuevo film nos muestran la cinefilia del director. Planos calcados de obras de Ford, de Leone (el comienzo de Érase una Vez en el Oeste) y Hawks, además de un homenaje a Asalto y Robo al Tren, el primer western de la historia dirigido por Edwin C. Porter. Los rostros carcomidos por el Sol y los ojos claros, son reminiscencias a la “trilogía del dólar”, y no solamente hay un genuino espíritu de aventura sino, una violencia cruda, que sin llegar a extremos sanguinarios, son infrecuentes para un film de la factoría Disney, apuntado a un público infantil adolescente.

Cuando aparece el personaje de Colins (León Rippiy) es imposible no reconocer una notable similitud física con el Lee Marvin de La Leyenda de la Ciudad sin Nombre (Paint Your Wagon), y teniendo en cuenta que su personaje es borracho, también lo podríamos relacionar con el propio Marvin interpretando dos divertidos alcóholicos en Cat Ballou- La Tigresa del Oeste. Toda la secuencia inicial que nos presenta a los protagonistas: John Dean, un fiscal que llega al pueblo para implementar justicia en términos democráticos; al villano de rostro deformado – a cargo de un extraordinario William Fitchner – y el hermano de John, Dan, como el pistolero que pronto va a ser olvidado por las nuevas formas de hacer justicia. Esto tiene una clara reminiscencia a la dicotomía que se generaba en Un Tiro en la Noche (The Man Who Shot Liberty Valance, en donde nuevamente el villano era Lee Marvin). El cowboy dejaba lugar a los justicieros de libros, a los abogados. Eso, sumado a la acción, la aventura y el humor aportado por un caricaturesco Johnny Depp en el rol de Toro, un comanche muy distinto al de la serie de los años 50, van convirtiendo a esta nueva obra de Verbinski, no solamente en una más que digna adaptación, sino también a un brillante western, visualmente estimulante y entretenido. Son 50 minutos en la que, realmente, la magia del cine de la industria dorada, vuelve a asomar, con el leit motiv de William Tell de fondo y todo. Nadie pide un héroe reflexivo, dramático. Para eso tenemos a Superman y Batman. Este Llanero nos lleva a otra década. Y ya desde el comienzo, que vemos a un Toro avejentado hablando a través de la ventana expositora de un museo a un niño en los años ’30 notamos que Verbinski habla de lenguaje cinematográfico puro. Como si fuera El Último Gran Héroe, dotando al personaje de autoconciencia, rompiendo, por así decirlo la cuarta pared, y mirando con complicidad al espectador. El marco que divide al niño receptor y Toro, es como la relación del espectador con la pantalla grande.

Sin embargo, por la ambición de Bruckheimer y el propio Verbinski la película empieza a divagar y abrir subtramas secundarias que poco aportan al relato central después de la presentación de personajes, y además todo el conflicto argumental relacionado con el ferrocarril y la explotación de tierras aborígenes es concretamente banal, previsible y clisé. Las ideas están aportadas desde la dirección, pero el guión en sí carece de interés. Ni las gracias de Depp, imitando por momentos a Buster Keaton o Charles Chaplin, o el carisma de Armie Hammer, que logra sostenerse como seudo protagonista consiguen que el relato salga de cierto tedio. Escenas extensas, discursos repetidos. Se respira monotonía y reiteración. Reid y Toro pasan de una escena de riesgo a otra, pero sin emoción, casi como una manera en vano de sostener la acción. Lo que parece es como si hubiesen agrupado 3 o 4 capítulos juntos de la serie original en una obra de dos horas y media. Demasiado. Hay personajes secundarios, especialmente los femeninos que no tienen profundidad ni desarrollo. Lo de Helena Bonham Carter es realmente un desperdicio. La pobre esposa de Tim Burton está completamente de relleno. Su personaje, no solamente se involucra muy poco en el relato, sino que parece que la pusieron solamente como metodología marketinera. Porque la química con Johnny Depp funciona en el universo burtoniano. Por cabala, posiblemente. La realidad, es que la química en todo caso es entre Depp y Hammer, que componen un dúo simpático, convirtiendo al film en una buddy movie (el caballo Silver también es un personaje muy interesante que aporta un poco de humor y surrealismo a la historia).

Si bien durante el desarrollo del film, se muestra una notable ausencia de ideas argumentales y se cae incluso en un melodrama ridículo y moralista relacionado al trato del aborigen, en el final, El Llanero… vuelve a levantar con una última media hora adrenalínica. Son dos horas y media irregulares. Las emociones fuertes son al principio y al final. Si Gore Verbinski hubiese tenido unas tijeras a mano, quizás hubiera salido un mejor film. Aún así se trata de un producto digno. Los temores de que este Llanero Solitario sea una versión en el Oeste de Piratas del Caribe son infundados. Hay un notable esfuerzo del director por rendir tributo a un género olvidado y a los orígenes del cine. A esa magia que daban Tom Mix y Randolph Scott. Que suenen las trompetas, el Llanero está de vuelta. ¡Ayo, Silver!

calificacion_3

Por Rodolfo Weisskirch

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