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CRÍTICAS - CINE

El Sol

El Sol (Argentina, 2012)

Dirección: Ayar Blasco. Guión: Ayar Blasco, Martín Castro. Producción: Jimena Monteoliva. Elenco (voces): Jorge Sesán, Sofía Gala Castiglione, Dr. Tangalanga, Luciana Condito, Martín Piroyansky, Divina Gloria. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 72 minutos.

El cine de animación nacional no se limita a Manuel García Ferré. También es posible encontrar autores menos orientados al público infantil, más preocupados por plasmar una visión adulta y pesimista de la vida. Uno de esos genios ocultos es Ayar Blasco. En los ’90, con Juan Antín, supo crear a Mercano, el Marciano, estrella de cortos emitidos en el canal Much Music, que tuvo su propio largometraje, estrenado en 2002. Más acá en el tiempo, ya como solista, creó Chimiboga, sitio que incluye sketchs protagonizados por personajes de lo más estrambóticos —incluso versiones criollas y delirantes de ya existentes, como el Conejo Bugs Bony y el Ratón Disney—, craneó la serie animada de Plaga Zombie y dirigió el largometraje El Sol, que por fin es estrenado en la Argentina luego de su paso por numerosos festivales.

La película parte de la premisa del estallido de una bomba atómica que provoca el Apocalipsis. En las ruinas de lo que fue Buenos Aires, varios personajes deben sobrevivir como pueden. Entre ellos, Once (Jorge Sesán, recordado por Pizza Birra, Faso) y La Checo (Sofía Gala Castiglione), dos jóvenes que roban lo que encuentran. No son novios, pero hay cierto histeriqueo entre ellos (él es un poco tímido y no se anima a encararla). En medio de esa situación, se toparán con diversos “sobrevivientes”: el líder de una secta dictatorial (Dr. Tangalanga), una pandilla de caníbales, papas mutantes y demás. Definitivamente no es un futuro en el que nos gustaría estar.

En un contexto postapocalíptico parecido al de los films de Mad Max, Ayar B despliega su arsenal de mordacidad, como puede apreciarse en sus trabajos anteriores. Nos muestra personajes que hablan y se comportan como nosotros, aunque su conducta cruza la línea de lo políticamente incorrecto. Abundan las observaciones satíricas (“Donde hay Internet, hay gente”) y el tono siempre es humorístico; un humor negro y salvaje pero irresistible.

Uno de los golazos es la elección de los actores que ponen las voces. Principalmente, el Dr. Tangalanga, que sigue demostrando que sus guarangadas —las mismas que lo hicieron célebre en tantas bromas telefónicas— son gemas de la cultura pop. De hecho, en un pasaje del film, y por error, el Dr. también le pone la voz a otros personajes, pero queda tan desopilante y tan acorde con el tono lisérgico de la historia que forma parte de la película (previa advertencia de los realizadores, claro).

Para los fanáticos de Chimiboga, hace un cameo el Ratón Disney, criatura entrañable que continúa sin poner orden, por mucho que parlotee con esa vocesita suya.

El Sol tardó cuatro años en ser concretada —a diferencia de Mercano, el Marciano, fue hecha de manera independiente, en Flash 2D—, pero el resultado final bien lo vale. Ahora que las vacaciones de invierno terminaron y los largometrajes animados mainstream van quedando en el olvido, nada mejor que una buena dosis de producción nacional con espíritu bien under y las pelotas bien puestas. ¿Qué era Madagascar?

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