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Entrevista a Rodrigo Moreno, director de “Los delincuentes”

Entrevista a Rodrigo Moreno, director de “Los delincuentes”

Desde su estreno en la última edición del Festivales de Cannes, la nueva película de Rodrigo Moreno, Los delincuentes, viene despertando acalorados elogios fundados en la original y cinéfila propuesta, que cuenta cómo una acción termina generando una sucesión de inesperados hechos que repercutirán en la vida de sus protagonistas. Protagonizada por Daniel Elías, Esteban Bigliardi, Margarita Molfino, Iair Said y Germán De Silva, entre otros, dialogamos con Moreno para conocer detalles del proyecto. La película ya tiene fecha de estreno local el 26 de octubre, tras presentarse por los festivales de Cannes, Toronto, General Pico, Entre Ríos, San Sebastián y Nueva York. Además, llegará luego a MUBI.

Si uno quisiera contar la premisa, más allá de que se puede contar el plot, la película trasciende eso. ¿Esto es algo que vos buscás?

Sí, digamos que está contenida dentro de una trama que coquetea con el género. Al mismo tiempo, es una película no exenta de humor, con lo cual también la comedia está ahí dando vueltas. Pero sí, predomina el thriller o el film noir, o algunos gestos del film noir y algo de la idea de los films de atracos; la película es consciente de eso. Al mismo tiempo, es una película que en cuyo discurso -o el discurso de su protagonista en relación a su accionar- está relacionado con la libertad en su forma, y tiene que obedecer un poco ese discurso. Si no sería, no sé, una falla o incluso una farsa, porque la película habla de la necesidad de la libertad y después hablamos del concepto de libertad en el contexto argentino, que parece también importante. Pero la falla de si el discurso no está sustentado en su forma, habría ahí algo que… Me acuerdo que hay una canción de Leo Maslíah que habla del verso libre y la importancia del verso libre, y es tipo un dodecasílabo perfecto, es en ese sentido. La película tiene que también ser libre y tiene que poder revelarse al género que la contiene. Supongo que algo de eso me parece que anda dando vueltas.

En tu trabajo hay algo que me gusta siempre que tiene que ver con la ciudad, con cómo vos reflejas la ciudad. Hay algo de la ciudad que tiene que ver también con el cine de los años 70; un cine más clásico o que uno estaba acostumbrado y que desapareció.  ¿Por qué crees, primero, que ese Buenos Aires desapareció en el cine? ¿Y cómo es recuperarlo a partir de una mirada, de lugares?

Me pregunto si no solo desapareció en el cine, si no está desapareciendo de la propia faz de la Tierra, ¿no? Yo como porteño y habitante de esta ciudad, y usuario y admirador de la identidad que tiene la ciudad de Buenos Aires, noto que lamentablemente está en manos de gente que hace muchos años que se está encargando de cambiarle la identidad. No diría de destruirla, porque destruirla omite la idea de que están construyendo otra ciudad. Basta con ver lo que es la calle Corrientes, el bodoque ese que hicieron. Es decir, todas las intervenciones urbanas. Algunas son necesarias, porque el Metrobús facilita, pero otras están hechas por razones seguramente de negociado, vaya a saber qué, con una falta de criterio identitario total. Al punto tal que estamos por elegir un jefe de gobierno que proviene de otra localidad. O sea, ya no importa la ciudad de Buenos Aires como un valor en sí. Eso me parece importante, este contexto, para entender desde dónde yo filmo en esta película la ciudad. No es inocente lo que yo decido mostrar de la ciudad. En una película que además se propone también como una fábula, en una película en donde también lo atemporal se contradice con el presente filmado en la calle; gente con barbijos, o el barbijo a medio, digo, no oculta eso. Pero decido mostrar una ciudad que a mí me interesa, la ciudad que yo creo, la ciudad que creo que debemos seguir, en la que debemos ir viviendo, y en la que me gusta que pasen mis películas, o por lo menos esta historia. En general, trato de filmar la ciudad siempre en todas mis películas desde la misma admiración por la ciudad.

Que no es solo Buenos Aires, digo: Una ciudad de provincia también era otro espacio, pero también había una mirada que no era del extrañamiento, del que llega.

Tampoco era hacerme el entrerriano en Una ciudad provincia, simplemente era  tratar de entender la dinámica o ciertas formas del habla, ciertos elementos. Yo me di cuenta, haciendo esta película -que me llevó muchos años, por otro lado, filmar, porque la empezamos en 2018 y la terminamos de filmar en el 22- que una de las razones por las cuales me gusta hacer películas es la de crear las condiciones de que convivan las cosas que a mí me gustan en la vida en general. No importa si es funcional o no al argumento que yo estoy contando, de alguna manera hay una fe detrás de esa decisión que va a hacer que formen parte del mismo universo, que va a hacer que incluso creas que la narración necesite de eso. Pero la incorporación de recursos cinematográficos están respaldadas un poco o abrevan en esa mirada, cómo todo este quilombo sucede en mi cabeza. Yo llego al set con todo eso, con todas esas alertas prendidas, tratando de hacer jugar y participar cosas incluso contradictorias, disonantes. Pero sí que participan de un universo que es el propio, es el mío. Y entonces creo que ahí, volviendo un poco a lo de Buenos Aires, creo que está ahí también la razón por la cual aparece así la ciudad.

Y ahí hablabas también de lo atemporal, que no tiene que ver justamente con los diferentes tiempos que tiene la película, pero también hay algo de que uno no reconoce cuando es. Por ahí aparece un barbijo y uno puede deducir algo, pero también eso es una búsqueda de decir “bueno, este cuento o esta aventura o esta fábula puede ser ahora, puede ser en el pasado, puede ser en el presente”.

Sí. No sé bien ahí cómo. No sé bien cuáles son las razones. Creo que una de ellas tiene que ver precisamente con dar cuenta de una fábula y, al mismo tiempo, ponerla en contradicción con la ciudad en ebullición, toda esa ciudad que aparece ahí filmada de un modo documental. Nosotros a la ciudad la salíamos a filmar muy poquitos, con una cámara, como si fuésemos documentalistas, en el sentido que no cortábamos. Viajábamos pagando las SUBE. Es decir, yo iba con las SUBE, pagaba ocho, ocho, subíamos y filmábamos. Nadie preguntaba, nadie miraba. Eso también era raro, pero eso es algo que vengo poniendo en práctica desde hace varias películas. Entonces me interesaba poner un poco, despegar esa realidad tan cotidiana, tan diaria, tan de “salgo a la calle y es lo primero que veo”, con una fábula que decís “cuándo pasó esto”, al mismo tiempo decís “qué está pasando ahora”. Pero en realidad hay algo más allá, a la película no le importa mucho cuándo pasó esto. Tiende a hacer algo y ahí creo que es su vínculo un poco con la poesía, un elemento importante en su narración. El tiempo no refiere necesariamente al hoy y al mismo tiempo, valga la redundancia, valga la repetición. La película no es ajena a la problemática del presente, pero elige una manera de narrar que no necesariamente es deudora de la realidad inmediata. 

¿Cómo te sentís con que finalmente la película se vea, que esté el apoyo de MUBI tras haberla presentado por festivales?

De a poco se va encontrando, porque la película estuvo en Tucumán, después fue a General Pico, está en Paraná, va a ir a Salta. Me interesa también eso, que la película pueda ir aterrizando en Argentina, más allá del estreno del 26 de octubre, y yo participé en algunas funciones. Hay algo que está pasando con la película que me resulta sinceramente, genuinamente inesperado. Cuando dije “bueno, voy a hacer una película de tres horas”, obviamente confiaba en que el espectador podía entregarse a la película, pero nunca sabés la realidad. Hasta el momento puedo decir que las cuatro o cinco funciones que presencié con un público, buena sala, con una sala llena y todo, la gente no se movió de la butaca, evidentemente hay algo narrativo, hay una historia que te están contando y el público es sabio de eso, que le cuenten una historia y saber cómo sigue y al mismo tiempo, y digo ahí funcionan un poco los elementos del thriller, pero al mismo tiempo creo yo que se siente interpelado. Si la película habla un poco de todos, todos tenemos un trabajo, todos estuvimos hartos o estamos hartos también de nuestros trabajos, todos en algún momento soñamos con salirnos de ahí, con un cambio en la vida. Yo creo que ahí hay algo de eso que hace que el espectador esté adentro de la pelota, como entregado, y compromete todo lo que te están contando, y en general la respuesta que recibo de gente de a pie, por decirlo de alguna manera, es muy hermoso lo que yo estoy recibiendo. Me encantaría que la película pudiera salir del nicho incluso de la cinéfila, porque es muy directa, es muy abierta; no está sesgada para un público, nada más.

Creo que la exigencia hoy, lo más difícil, tiene que ver con la duración. Que hoy en día, que si se supera eso, que vean y que digan “tres horas” y después se sientan en la aventura.

Claro, y al mismo tiempo pienso “bueno, ¿cuánto dura una película de Marvel? ¿Cuánto duro Avatar? ¿Cuánto dura verte una temporada que te la morfás en una noche comiendo papas fritas, viendo una temporada en tu casa de una serie que te parece malísima pero la estás viendo?”. Me parece que es raro lo que pasa con los tiempos, con las duraciones hoy, viste. Porque al mismo tiempo uno dice “estamos presos del celular”, no podemos parar de mirar el celular. Vos estás en un cine y ves las pantallas blancas. No hay nada más violento para mí que una pantalla de celular cuando estás viendo una película. Debería estar prohibido, debería uno entregar el celular antes de entrar en un cine. Como que hay una dependencia, y bueno, la película te invita a que apagues el celular precisamente porque también te va a hablar de eso. De hecho, lo menciona directamente. Creemos que somos libres y dependemos, estamos todo el tiempo actualizando páginas de internet. Es una frase que para mí es vital en la película, y bueno, hay que vencer un poco eso. Pero sí es una película pensada para que la vea el público que no necesariamente vio El dinero, de Bresson. Digo esto porque es una cita que la película tiene. La película se estrena el 26 de octubre, en un momento crucial en la Argentina. Se va a estrenar inmediatamente después de la primera vuelta, antes del balotaje. Una película que habla y pone el foco y el centro en el concepto y el valor de la libertad, en un momento en donde esa palabra pareciera estar secuestrada por una falange de fascistas. Entonces me parece importante ubicar también la película ahí, decir que la libertad no es que puedas traficar tus órganos y que vayas con un voucher a que te dan algo, sino que tiene que ver con una independencia justamente de los poderes centrales. En general son los poderes económicos con una independencia espiritual, de eso en donde vos puedas de repente hacer pleno ejercicio de tu propia libertad sin tener que estar bajo el yugo de trabajos que no tienen reglas laborales, que no respetan la integridad humana. Un montón de cosas que, bajo un gobierno de personas que hablan de que la libertad avance, sería todo lo contrario. Entonces me parece que está bueno aclararlo, porque es una película que justamente trata de traer la palabra libertad de este lado. Esa gente que está loca, básicamente. Está loca, está enferma y está bueno  decirlo.

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