El episodio premiere de la temporada cinco viene con una carga nueva y difícil de sobrellevar para quienes seguimos religiosamente desde el comienzo la serie de Lena Dunham. Mientras esperábamos por su regreso, HBO anunció que ésta será la penúltima de todas. El final se acerca. Habiendo dicho esto, nos quedan aproximadamente veinte capítulos para superar el drama de vivir a costa del narcisismo galopante o nada.
Decir adiós es crecer, dicen las carpetas escolares de la mitad de adolescentes de nuestro país. Crucemos los dedos y roguemos por el milagro porque, a juzgar, por “Wedding Day”, nada más lejos.
El hilo conductor de todas las situaciones es el casamiento de Marnie con Desi, pareja obvia en cuanto al conocido “los opuestos se atraen”. Marnie es adicta al compromiso, insegura y tan absorta en sí misma como en el blog de Lauren Conrad; Desi estuvo a punto de casarse siete veces. Como sabiamente nota Hannah, Marnie no lo sabe, intuimos que no podría soportar ser la última de tan larga espera.
Toda boda es caldo de cultivo. Tan sólo hace falta navegar en las miles de comedias románticas y dramas especializados para entender que ningún plan sale como se espera y nadie se vuelva a casa libre de culpa o sin matar por un Valium. El problema, si puede llegar al extremo de catalogarlo como tal, con el capítulo apertura de esta temporada, reside en que los personajes ya traen consigo una dosis demasiada alta de incomodidad e inconvenientes que, sumado a los nervios prenupciales, convierten a cada uno de ellos en versiones exacerbadas que caminan no cuidadosamente por la línea que separa la tensión contenida y la exageración travestida. Entonces, ¿es la boda un fracaso?
Es en este tipo de dilemas donde el peso de la escritura de Lena Dunham sobresale por sobre los pronósticos desalentadores, ya que la dinámica entre el grupo de amigos sostiene incluso aquellas escenas que te hacen pensar en qué andarán Joey, Chandler, Phoebe, Monica y Rachel. ¿Acaso la secuencia de Hannah teniendo sexo con Frank y luego no poder acomodarse el vestido no da la sensación de que Girls se fue convirtiendo en una sitcom tan lentamente que no nos dimos cuenta?
Pero al visionar el todo y reflexionar sobre él, lo que sobrevive es lo significativo e inherente a la evolución (no confundir con maduración) de la amistad entre las cuatro, la realidad de la que estamos siendo testigos. Realidad que no puede ocultarse ni siquiera con el Selena Gómez make up style que espanta a Marnie en una primera instancia. Estamos observando, ni más ni menos, cómo las relaciones se van agrietando.
Los espacios están bien definidos. Marnie quiere a las chicas por un lado y a los chicos por otro, flores y lila para las primeras, tonalidades marrones y sillones de cuero para los segundos. Si el día transpirará calor, ninguno de los actores hubiese sido capaz de pararse. Punto arriba a la escena donde obliga a Shoshana a echar a Fran –“This is so inappropriate, he has an actual penis”-. Esta actitud conservadora y al mismo tiempo de chica que en su cumpleaños reúne a compañeras en su habitación para esconder la vergüenza de la integración, es una característica clave a la hora de entender la sensación de estancamiento que propone esta temporada. Nadie parece haber superado nada.
Shoshana, quizás el personaje más ameno del capítulo, ha estado viviendo en Japón por siete meses y de alguna manera lo que subraya es haber aprendido a planchar al vapor. Destacamos que otro rasgo oriental asumido es el de la tranquilidad, aún más útil que el expertise en tintorería en cuanto a bodas se refiere. Pero, como Jessa sentencia, es más parecida a un dibujito que a una persona de carne y hueso.
Jessa continúa ahondando en construir una versión sobria de Lana Del Rey, positiva y desconectada, aunque con ciertos momentos de lucidez donde se evidencia necesaria. Es ella quien corre a salvar a Marnie cuando una graciosísima Bridget Everett se toma demasiadas libertades a la hora de interpretar la visión de la novia.
Y bueno, Hannah todavía es Hannah. No mucho parece haber cambiado desde aquella cena con sus padres y el incidente de la emancipación financiera.
Quizás los personajes que más han logrado en cuanto a crecimiento se refiere sean los hombres. Es cierto, todavía les falta mucho y el camino no deja de estar plagado de tropiezos pero sólo basta con observar a Adam contenerse nervioso frente a Fran para comprender que la intención está. Aún después del inevitable choque de trenes que supone el, también inevitable, beso con Jessa. Es Girls, obvio que tiene que ser complicado.
Ray es el punto más alto de este comienzo. Nadie entiende por qué pero en algún momento de los treinta minutos de duración, nombra a quien está a punto de casarse como la mujer de mi vida y ahí es cuando empezamos a dilucidar (y por qué no resignificar) la relación entre los dos a lo largo de los capítulos pasados, dándole algún sentido a las idas y venidas y, aún más gravedad, a los errores inminentes. Esto no hace menos dolorosa la escena en la que Desi, siendo aún más infantil que Marnie, se zambulle a un estanque sucio y turbio (igual que su prontuario amoroso), provocando que Ray se sumerja a su lado y mantengan un ¿polémico? diálogo, ambigüo por lo menos, en el que no queda claro si Ray sacrifica su amor en pos de la relación actual entre Marnie y Desi, o si intenta convencerlo de que piense en ella y la deje. De todas maneras, la situación se asemeja a un ritual de bautismo cristiano (¿ya recordamos la parte donde Marnie remarca que ella es una chica blanca católica?), dejando de lado la posibilidad de un renacer responsable en Desi y un consecuente futuro benévolo para Marnie. ¿Será que las chicas terminan siendo salvadas por sus caballeros? Pocas cosas serían más decepcionantes, esperamos que Lena sólo esté planeando sacarse de encima a ellos primero para luego dedicar lo que queda para el final a lograr una instrospección sincera, pero no eterna, entre las chicas y la capacidad de entablar relaciones basadas en algo más que la prioridad de sus deseos personales.
Girls todavía logra capturar con mucha sensación de realidad lo que es tener veintitantos años en nuestra actualidad. El potencial problema de esta autenticidad es que nuestras vidas a veces pueden no ser muy satisfactorias, incluso pueden llegar a ser frustrantes cuando, en el medio, no hay una conciencia absoluta de la televisión y su especificidad. No estamos diciendo que Girls haya saltado sobre el tiburón ni mucho menos pero, incluso al lado de los buenos momentos de esta primera entrega, se llega a percibir cierto dilatamiento del coming of age y, para qué mentir, un poco de miedo te da.
Fiorella Valente