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CRÍTICAS - CINE

Graduación (Bacalaureat)

(Rumania / Francia / Bélgica, 2016)

Guión y dirección: Cristian Mungiu. Elenco: Adrian Titieni, Maria-Victoria Dragus, Rares Andrici, Lia Bugnar, Malina Manovici, Vlad Ivanov. Producción: Cristian Mungiu. Distribución: Distribution Company. Duración: 128 Minutos.

El cine rumano se ganó su lugar en el radar de los cinéfilos. Uno de los responsables de esta hazaña es Cristian Mungiu. Films como Cuatro Meses, Tres Semanas y Dos Días (4 luni, 3 saptamini si 2 zile, 2007) llamaron la atención en los más importantes festivales de cine, obteniendo numerosos premios. Sus creaciones plantean dilemas morales que permiten reflejar la situación de un país, que también resulta tener un eco universal.

Graduación (Bacalaureat, 2016) no se aleja de esas preocupaciones.

Romeo (Adrian Titieni), un médico de reputación intachable, espera que Eliza (Maria-Victoria Dragus), su hija adolescente, saque un promedio alto en los exámenes finales, lo que le permitirá obtener una beca para estudiar en Londres. Pero en esos días tan cruciales para su futuro padece un intento de violación que le dejan secuelas físicas y psicológicas. Temiendo que peligre su desempeño educativo, Romeo terminará vinculándose con Bulai (Petre Ciubotaru), un poderoso hombre de negocios al que mucha gente respetable le debe favores; entre ellos, el responsable de los exámenes que debe dar Eliza. A partir de ese momento, el médico irá abandonando sus principios a favor de un pensamiento en la línea de “el fin justifica los medios”, lo que le traerá gran cantidad de situaciones incómodas y la desconfianza de sus seres queridos.

La película pone a prueba al espectador mostrando cómo una persona de moral incuestionable puede sucumbir a actividades ilegales con tal de, justamente, huir de un país donde el crimen asola en las calles y la corrupción va carcomiendo cada una de las instituciones. Mungiu sigue a Romeo en su íntimo descenso a los infiernos, pero sin jamás caer en juicios de valor. A la par, el director muestra la desintegración familiar (el protagonista también tiene una amante) y la relación entre padres e hijos, donde los interés de los progenitores pueden resultar una presión para los jóvenes.

La Graduación desafía la moral del espectador, llevándolo a preguntarse de qué sería capaz con tal de hacer lo mejor para quien más ama.

calificacion_4

 

 

Matías Orta

[email protected] | @matiasorta

 

Lo que subyace

A pesar de la caída del socialismo real en Europa del Este, las políticas neoliberales, el fracaso de la promesa de integración continental con el occidente democrático burgués y la situación de la industria cultural en los países con inestabilidad económica y política como dispositivos de expresión del malestar social, han impactado en el cine de los países que integraron el Pacto de Varsovia. En este sentido, el cine rumano, particularmente, se ha consolidado como un faro de cine social de gran calidad con historias incisivas que ponen en cuestión tanto el legado comunista como el presente capitalista.

Graduación (Bacalaureat, 2016), el último film del talentoso realizador rumano Cristian Mungiu -(4 Meses, 3 Semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamâni si 2 zile, 2007)- plantea la brecha entre padres e hijos, las contradicciones sociales del país, las diferencias generacionales, la idiosincrasia rumana y la violencia social que subyace a las sociedades bajo el capitalismo financiero.

Cuando su hija Eliza es atacada por un preso recientemente fugado de la prisión, a plena luz del día en la calle, sin que nadie la ayude ni intervenga, la vida que su padre, Romeo, planeaba para ella se viene abajo y sus decisiones comienzan a marcar un peligroso camino que lo aleja de su familia y lo acerca al abismo. Debido al intento violación, la beca que Eliza consiguió para continuar sus estudios universitarios en la Universidad de Cambridge en Inglaterra peligra debido a la posibilidad de que no pueda obtener las calificaciones que necesita para ingresar por el trauma de la situación que la lleva a replantearse la necesidad de continuar su vida lejos de su familia, su país y sus seres queridos.

El film de Mungiu se centra en el personaje de Romeo (Adrian Titieni), un médico cirujano que ha regresado junto a su esposa a Rumania en el año 1992 tras la caída del régimen de Nicolae Ceausescu, el político que manejó con brutalidad el Gobierno de Rumania desde mitad de la década del sesenta hasta su destitución y ejecución en 1989. El médico idealista llega a una Rumania post revolucionaria para encontrar que las viejas prácticas de favor por favor continúan y la sociedad occidental que él deseaba para su país se diluye bajo el peso de los escombros de la realidad social de los ex países soviéticos, devenidos patios traseros de la nueva Europa liberal.

Con muy buenas actuaciones Graduación crea una atmosfera de opresión social de la que los personajes no pueden escapar, inmersos cada vez más en una maraña de corrupción que atraviesa toda la sociedad y representa el fracaso de la generación que creyó que podía cambiar la idiosincrasia rumana según los cánones de comportamiento de las democracias occidentales.

Una cuestión muy interesante del film es la violencia latente que pende sobre la sociedad. Todos los días alguien ataca a Romeo y a su familia, ya sea una piedra contra su ventana o contra su auto; algo macabro se cierne, como en Escondido (Cache, 2005), el extraordinario y perturbador film de Michael Haneke. La esperanza de enviar a su hija choca con la realidad, las investigaciones de corrupción de los nuevos funcionarios y el abatimiento ante la derrota de los ideales.

Al igual que films estrenados recientemente como Illegitimate (2016), de Adrian Sitaru, Graduación resume el trauma de la nueva Rumania, sus paradojas políticas y sociales, la sensación de subordinación, la mirada y la relación del país con el resto de Europa y su complejo de debilidad e impotencia ante el agotamiento de la revolución, que se consumió en su propia reacción contra el anquilosado y absurdo régimen socialista dirigido por un político megalómano sanguinario y autoritario. Rumania pone al cine social nuevamente ante los problemas de una realidad que necesita de sujetos sociales que la transformen; quedará en el espectador lo que ocurra tras la proyección.

calificacion_5

 

 

Martín Chiavarino

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