Atmósfera cero.
Desde hace tiempo el mundillo cinéfilo estaba esperando el regreso de Alfonso Cuarón, un realizador que ha sabido ganarse el respeto unificando como pocos sus inquietudes formales preciosistas con temáticas provocadoras. Luego de la popularidad que le trajeron Grandes Esperanzas (Great Expectations, 1998) y en especial Y Tu Mamá También (2001), una pequeña maravilla deudora de una tradición erótica que parecía extinta, llegó Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, 2004), por lejos el mejor eslabón de una franquicia mediocre y un exponente industrial que reafirmaba su talento. No obstante nada nos podía preparar para la excelente Niños del Hombre (Children of Men, 2006), una obra maestra visceral y post apocalíptica, un opus muy por delante de su típica destreza para combinar intereses personales con perspectiva comercial.
Como suele ocurrir con las carreras en las que una propuesta particular determina el destino profesional de su creador, estableciendo un nuevo mojón a superar, a la susodicha le siguió un bache temporal durante el cual el mexicano se dedicó a la producción y otras actividades. Sin lugar a dudas el “proyecto del retorno” reproduce en tono el esquema general de la anterior: Gravedad (Gravity, 2013) funciona como una epopeya de ciencia ficción enmarcada en un realismo poco habitual dentro del género y con aristas por demás impiadosas. La historia en cuestión toma prestada la antiquísima fórmula del náufrago para construir un manifiesto humanista fastuoso a nivel visual pero minimalista en lo que respecta a sus componentes constituyentes (en esencia, hablamos apenas de dos actores, una catástrofe relativamente fortuita y la inmensidad del universo como telón de fondo).
Bien lejos de bazofias chauvinistas como Apollo 13 (1995) y sin ninguna referencia metafísica a la vista, el film narra con lujo de detalles la aventura de la Doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), una astronauta novata que queda a la deriva en el espacio cuando su transbordador es golpeado por los restos de una explosión provocada por el impacto de un mísil ruso contra un satélite fuera de funcionamiento. En un primer momento bajo la asistencia experta/ circunstancial de Matt Kowalski (George Clooney), un verdadero veterano en este contexto de eterna atmósfera cero, la pobre mujer deberá sortear una suerte de “carrera de obstáculos” en pos de sobrevivir. Así las cosas, la escasez de oxígeno, los movimientos fluctuantes, las averías técnicas y la presencia recurrente de residuos serán sólo algunos de los “factores conflictivos” en la desesperante travesía de vuelta al hogar.
El director entroniza un retrato de personajes sustentado en diálogos permanentes, la administración eficaz de un suspenso silencioso y una exquisita estructuración estética en la que la digitalización está al servicio de la fluidez, incluidos travellings varios y fundidos ocultos. En una mixtura que abarca planos objetivos, subjetivos, objetivos irreales y hasta instantes de seudo- interpelación a cámara, Gravedad apabulla gracias a una serie de “tomas secuencia” que parecen una extrapolación de aquella fuga en automóvil de Niños del Hombre, una escena memorable que aquí encuentra su equivalente en esa media hora inicial hasta el cierre de la escotilla y el homenaje a 2001: Una Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Clooney se lleva las palmas y Bullock curiosamente está a la altura de una película entrañable que exalta la capacidad de resistencia del ser humano…
Por Emiliano Fernández