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CRÍTICAS - CINE

Güelcom

Güelcom (Argentina2011)

Director: Yago Blanco. Guión: Yago Blanco, Diego Nuñez. Producción: Maxi Dubois, Benjamín Avila, Lorena Muñoz. Elenco: Mariano Martinez, Eugenia Tobal, Peto Menahem, Maju Lozano, Eugenia Guerty, Gonzalo Suárez, Ana Yovino, Chema Tena, Gustavo Garzón, Agustina Cordova, Nicolás Condito, Paula Morales. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 100 minutos.

Welcome to la TV argentina.

Güelcom es, antes que nada, el símbolo argentino del cine que se quiere encarnar, lamentablemente, cada vez más enfocado a la tendencia televisiva, rompiendo con la estructura cinematográfica y por consiguiente, artística.

Hace tiempo leí en un apunte de la facultad que no se debe querer aniquilar mosquitos insomnes con misiles teledirigidos por el simple hecho de que los mosquitos deben morir y que los misiles sirven para matar. Partiendo de esta base, la conclusión es que no se deben forzar las historias e ideas buscando recovecos que van más allá de lo puramente verosímil, de esa cuestión naturalista que se despedaza al querer adentrarse o alejarse demasiado, o más, de lo que la misma narración permite. Por otro lado, grandes cineastas con decenas de años en la industria afirman que un director debe tener en cuenta dos variantes: lo que suma a la película y lo que no suma a la película, es decir, aquello que no resulta funcional a lo que se quiere contar, y entonces resta.

Güelcom narra, literalmente narra en la voz del protagonista (mezclando detalles improcedentes de los argentinos que deciden irse del país), la historia de Leo, un joven psicólogo que tuvo que romper su relación con su novia por la insistencia de ésta en ir a probar suerte en España con su carrera en las artes culinarias. Los amigos y la vida se sucedieron en Buenos Aires, pero la llegada desde la península de un matrimonio amigo de ambos lados de la ruptura los verá acercarse de nuevo y florecer esos sentimientos que el tiempo se tendría que haber ocupado de apagar. Pero oh!! detalle, Ana, la ex novia de Leo vuelve a Argentina con novio y todo, solo para complicar las relaciones amistosas y post ruptura con Leo, que comenzará un plan por la reconquista de aquella parte suya que partió en busca de nuevos horizontes.

  1. Psicoanálisis. El personaje que encarna Mariano Martínez, si bien no sale de la lógica de Martín Marquesi de la telenovela Son Amores (Son Amores, Argentina 2002-2004), intenta establecer una seriedad respecto de su persona y de su trabajo, creemos luego de la partida del amor de su vida. Todo bien con el intento, pero ¿qué pasa? El director eligió el psicoanálisis como labor del agente, lo que en primer lugar, no es funcional a la historia ya que es solo una profesión en la que se trata de hacer foco infructuosamente al no saber abordarla con la distancia necesaria e introduciéndose en patologías que no terminan de quedar claras ni en su forma ni en su apelativo. Entonces, para qué adentrarnos en un terreno que no se investigó lo suficiente como para acercarlo al espectador de forma narrativa y funcional a la personalidad, para luego desprestigiar el gremio y ridiculizando a los beneficiarios de dicha profesión. La sencillez es la clave de un buen relato y la exploración de pseudos-nichos sociales no hace más que interceptar el mensaje que en teoría debería existir pero se pierde de tanta vuelta superflua.
  2. Letreros. Welcome, willkommen, bienvenue, Benvenuto. La cuestión ante tan saludable aviso cada 15 minutos de película remite a la falta de criterio al colocar un letrero en un filme. Si bien separa, o se olvida de separar las partes temáticas del filme, no suman a la causa del filme y su trillada historia de amor que pretende tener rasgos de comedia y hasta resultan agresivos visualmente hablando ya que no aportan nada más que la justificación a tal horror gramatical expresado en  la titulación de la pieza.
  3. Cine. El espectáculo pasó de ser artístico a meramente tele novelístico. La duración de la pieza puede resultar adecuada tanto en 100 minutos como dura o en 4 temporadas de 50 capítulos. Esto se debe al tratamiento del drama, es decir, mientras en cine lo visual es lo que cuenta, narra y dispone la totalidad de la obra, en Güelcom es el diálogo la pieza clave que reivindica la imagen volviéndola estéril desde su estructura organizadora y relegándola a la mera sucesión fotográfica como ilustración de aquello que se dice.
  4. Narración. Aquí no haré demasiado hincapié ya que la sola mención de la cuestión narrativa basta para dar cuenta de la falta de realidad que se contrapone a la que pretende la historia. Leo, el protagonista, cuenta la historia de amor, ruptura, reconciliación y todo el embrollo que se circunscribe a la trama desde una posición que resulta poco real debido al tiempo que se toma para relatar todo aquello a la cámara, al espectador. Entonces, detenimiento, salida de la realidad del cuadro y la interactuación con el espectador servirían al cuento si la repetición en todo ámbito de la historia rehace la unidad y no la destroza creando el efecto antes mencionado.

Nos encontramos igualmente con un cine que sabe hacerse espacio, el gusto por sobre la técnica resulta en un cine de costumbre, de costumbre argentina que no desmerece, que no desmerecemos porque desde el planteamiento la historia es atractiva en extremo y la dirección es rica en detalles. ¿Fallas presentes? Seguro, pero no por eso la pieza resulta aburrida ni mucho menos, de hecho la narración deviene finalmente en un relato atractivo desde el romance y la vida  post adolescente en busca de una meta que esta poco definida en el horizonte, generando así una empatía que era de esperarse respecto de los actores de convoca que, si bien acuden al chiste fácil, logran esbozar más de una sonrisa en el trayecto. ¿El guión y sus derechos estará en manos extranjeras? Ya sabremos del cine argento for export.

Por Uriel De Simoni

Compañeros de elenco en la exitosa tira Los Únicos, Mariano Martínez y Eugenia Tobal protagonizan Güelcom, comedia romántica del debutante Yago Blanco. Él es Leo, un joven psicólogo que vive solo en su departamento. Como no podía ser de otra manera, una foto de Freud decora uno de sus muebles y una enorme lámina con una mancha de Rorschach cuelga de la pared. Ella es Ana, su ex, una cocinera que partió hacia España en busca de un mejor futuro, al igual que tantos argentinos. Con motivo del casamiento simbólico de unos amigos en común, ambos volverán a encontrarse. Leo no pudo olvidarse de Ana, pero ella sí pudo olvidarse de él, o al menos eso parece, ya que viene con su nuevo y desagradable novio español. Pero Leo no se dará por vencido e intentará reconquistarla.

Las acciones aparecen narradas en primera persona por el protagonista sobre la base de un decálogo compuesto con “las frases más usadas por los argentinos que se van del país“. Esto no deja de resultar curioso. Güelcom se arriesga a presentarse como un metadiscurso acerca del cliché, sin reparar que en sí misma es una sucesión de clichés. Esta arranca en los personajes: Por ser Mariano Martínez el psicólogo, no podía faltar la paciente sexy y zarpada (Agustina Córdova) que con sus insinuaciones eróticas motiva en aquel unas palabras y conceptos dignos del peor manual de psicología de café. Y qué decir de esa caricatura lamentable del rolinga con que se ilustra a los ex adictos, o del típico gallego guarro y putañero interpretado por Chema Tena. Si en algunos casos el film acierta con sus observaciones sobre los prejuicios de los emigrantes, estas falencias propias pulverizan dicha habilidad.

El problema se aplica a los recursos humorísticos. Indudablemente resulta difícil de creer que se siga apelando a la diferencia semántica que entre argentinos y españoles suscita la palabra “coger” para hacer reír, así como a la situación en que alguien recibe un pelotazo en los testículos mientras juega un partido de fútbol. La escena epilogal de la reconciliación, en la que Leo recita su emocionado discurso repleto de metáforas culinarias acerca de “el rompecabezas amor, las relaciones y el compromiso” termina por consumar el bochorno.

A favor apenas se puede mencionar la prolijidad de la fotografía, el sonido y la producción en general (algo que cualquiera que haya visto películas nacionales como Cruzadas de Rafecas debería apreciar). En cuanto a Martínez, Tobal y el resto del elenco, poco se puede decir al respecto. A fin de cuentas, todos ellos poseen un manejo más o menos digno de la comedia televisiva y hacen lo que mejor les sale. La falta de ideas argumentales, exaltada por un guión pobrísimo en situaciones y en diálogos, no los ayuda en absoluto. Güelcom pretende ser un entretenimiento liviano, convencional y pasatista, y no hay nada de malo en eso. Sólo que sus aspiraciones, también en este caso, resultan demasiado elevadas para el resultado final.

 

Por Julián Tonelli

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