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CRÍTICAS - CINE

Guerra Mundial Z, según Luciano Mariconda

Algunas películas son vistas con desconfianza incluso antes de su estreno. No son pocas las personas con las que hablé sobre este film y que me manifestaron las dudas respecto a su calidad. Las bajas expectativas que se podían tener (esos zombies que corren tan rápido y la digitalización excesiva de los mismos, por ejemplo) desaparecen a fuerza de un puñado de muy buenas secuencias (algunas excelentes) que demuestran que cada película debe tener su oportunidad, más todavía aquellas que parecen tener todo para perder. Algo que tiene claro la película de Marc Forster (director más que irregular e impersonal) es que debe ir siempre para adelante, con la acción como su principal motor. La primera escena de Guerra Mundial Z muestra a la familia Lane (con papá, mamá y dos adorables hijas pequeñas) en la cocina de su casa desayunando, mientras en la televisión de habla de, básicamente, el fin del mundo provocado por una pandemia que transforma a la gente en zombies. Hay un falso reposo en esta secuencia. Lo que parece ser tranquilidad antes del caos, es la propia película tomando aire antes de sumergirse al agua.

Luego comienza, en efecto, la acción. El detonante de la misma ocurre en el centro de Filadelfia, con el ataque de estos zombies sobre una gran cantidad de personas varadas en un embotellamiento. El gran mérito de esta secuencia –y las que le siguen, por ejemplo, en un supermercado- es hacer que Brad Pitt y familia sean unos más entre las numerosas víctimas del ataque de estos no-muertos. Si bien esta es una secuencia lograda en términos visuales (hay un descontrol en el montaje que ilustra bien el caos generado), remite demasiado al espíritu de un film como Exterminio, con zombies corriendo como si fuesen los Juegos Olímpicos. Si uno se acostumbra a este detalle que parece alcanzar a muchos exponentes del sub-género (incluso en una comedia romántica como Mi Novio es un Zombie), Guerra Mundial Z es su película. Lo que sigue a continuación es aventura pura. Pero no siempre el film responde en escenas de acción calcadas una sobre otra. Por el contrario, hay diferentes clases de secuencias cubiertas por el dinamismo: la estruendosa como las del comienzo, otra en un aeropuerto, una muy buena arriba de un avión (un espacio que nunca decepciona) hasta un climax que no se parece en nada con la épica pesada y destructiva que tanques como El Hombre de Acero promocionan.

“Movimiento es vida” dice en un momento Brad Pitt. Y efectivamente, tanto el personaje, el actor y la película toman esa filosofía como la única vía posible para brindar el entretenimiento (algo similar ocurre en Monsters University). Pocas veces se lo ha visto a Brad Pitt (diría que nunca) correr y luchar tanto como en este film: desde matar zombies, pasando por arrojar granadas, hasta ser partícipe de una impensada acción en los últimos minutos. Guerra Mundial Z, con su protagonista casi siempre en pantalla, procura no detenerse, sino avanzar incluso cuando aparecen escenas adorablemente fallidas (como por ejemplo, una muerte accidental que hay que ver para creer). ¿Por qué celebramos las (pequeñas) fallas que tiene este film? Básicamente porque nunca se detiene a indagar en la psicología de los personajes. Forster (y sus guionistas Matthew Michael Carnahan, Drew Goddard –el mismo de la brillante La Cabaña del Terror– y Damon Lindelof) es consciente del argumento: una pandemia amenaza al mundo entero y hay que hacer algo al respecto. En la primera escena, la esposa del protagonista retirado de una profesión -que desconocemos- le dice: “¿Recuerdas que te hizo tu trabajo?”. Bueno, la película nunca se encarga de explicar exactamente qué hizo este personaje en el pasado (sólo sabemos que algo relacionado con el ejército americano, luego de ser reclutado de nuevo pero esta vez para tratar de salvar a la humanidad) porque: ¿realmente nos interesa? A cada explicación que podría proporcionarse, la acción interrumpe en pantalla. Y eso está muy bien.

La película cuenta con personajes secundarios tan precisos en su delineamiento que son absolutamente disfrutables por su consistencia pequeña pero sobria. No se necesita saber demasiado más sobre la esposa del protagonista porque lo esencial ya se encuentra en pantalla. En las geniales escenas en las que ella espera el llamado de su esposo –en medio de la acción, siempre- se encuentra el rigor justo que el espectador exige de un film en el que importan solamente los hechos. Pitt es siempre Pitt, y aún con sus arrugas a cuestas, se las ingenia para ser un hombre de rasgos y actitudes atractivas. Vean sino un chiste sobre el final, liberador de la tensión del clímax, que se anima a combinar la comedia con ciertos clichés del mundo publicitario. Pitt se define como actor en ese momento, tan suelto en su profesión como en la transmisión de su belleza. Tan inesperado como este chiste resulta Guerra Mundial Z que nos demuestra que hasta el último segundo ninguna película merece nuestro prejuicio.

calificacion_4

Por Luciano Mariconda

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