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CRÍTICAS - CINE

Jobs, según Elena Marina D’Aquila

La venganza de los nerds.

¿Qué pasa cuando alguien está más adelantado que la época en la que vive? Cuando alguien ve más allá de lo que existe, de lo que la sociedad puede ofrecerle, cuando alguien no se conforma y quiere modificar el mundo, dejar su marca en el mundo. ¿Qué pasa cuando alguien desea crear algo para lo que la sociedad no está preparada? Cuando pone a prueba sus propias limitaciones y las de los demás. Ahí, es que surgen los genios, las mentes brillantes y los productos que revolucionan la historia. Lo cierto es que a todos se nos ocurren ideas constantemente, el tema es qué hacemos con esas ideas, y cómo las llevamos a cabo, si es que estamos dispuestos a hacerlo.

Steve Jobs tuvo una idea en el campo de las computadoras personales, que lo llevó a unir fuerzas con su amigo/programador, Steve Wozniak –aka Woz-, para crear el Apple I: el primer ordenador personal de la historia y de consumo masivo, en el garaje de su casa. Juntos fundarían la archifamosa Apple y luego vendrían la música digital y la telefonía, a revolucionar los mercados y los hábitos de millones de personas durante más de cuatro décadas.  A lo largo de su puesto como director ejecutivo, Steve Jobs convirtió a la manzana mordida, en una empresa vanguardista y en la compañía que más cotizaba en la bolsa. Pero el film comienza en una Asamblea en 2001: un Steve Jobs canoso ingresa triunfante mientras resuenan los aplausos, a una sala de conferencias, a presentar su nueva creación, que  revolucionará la industria de la música: el iPod. Luego, viajamos en el tiempo a la década de los ’70, a sus años de Universidad, a través de una secuencia musical que incluye LSD, clases de caligrafía, viajes a la India, tiempo con su novia y meditación. El único problema con esta secuencia, es que no aporta nada. Nada de lo que muestra, es algo a lo que va a volver luego, ni presenta ningún tipo de información relevante sobre la construcción del personaje. La película pretende abarcar 30 años en la vida de Steve Jobs, desde sus estudios, pasando por la formación de su empresa hasta su relevo de la misma y posterior regreso.

Kutcher construye un Jobs a la perfección, con todos sus manierismos, su forma de caminar, y su capacidad de oratoria. En esas escenas, brilla. Pero de a ratos vuelve a ser Ashton Kutcher, y la película, una película de campus, drogas, y chicas, impulsada por el exceso de canciones, lo que le aporta ese tono más de película ochentosa americana de universitarios hippies fumones a lo Picardías Estudiantiles (Fast Times at Ridgemont High), pero que luego cuesta encajarla con la otra parte de la película, la de biopic.

Kutcher hace que la película se fortalezca en los planos que el personaje deja entrever su personalidad obsesiva, su egocentrismo, su idealismo y unacreatividad que le permitía construir una computadora y comercializarla al mismo tiempo. El problema del actor, surge en algunas ocasiones a la hora de transmitir sentimientos, a partir de la falta de credibilidad emocional en momentos que podrían haber sido mucho más exprimidos y quedan trabajados en tonos menores, sin darles ese empujoncito de emoción o adrenalina que podrían generar en el espectador. Al personaje siempre se lo ve motivado, entusiasmado al comenzar un proyecto, pero eso a veces no logra trasmitirse al momento en el cual obtiene el reconocimiento, el climax de la escena. Un ejemplo es la visita de Mike Markkula (Dermot Mulroney)  al grupo de geeks de Apple en su garaje para ofrecerse a financiarlos. Ahí somos testigos de la habilidad para negociar que tenía Jobs y esos segundos en los que se vale de su destreza comercial para lograr un acuerdo con Mike, resultan emocionantes, pero una vez que lo consigue, la dosis de adrenalina, baja en vez de ascender para alcanzar el climax. Jobs no consigue mimetizar al genio con el hombre, así como tampoco conciliar sus dos partes bien marcadas: la de college y la de biopic. Cuando se pone en modo biopic, le cuesta captar la esencia del personaje complejo y polémico, de ese carácter tirano y al mismo tiempo carismático, del genio y todas las controversias que lo rodearon.

A pesar de esto, se pueden rescatar momentos increíbles, como los de los geeks mirando los códigos en un monitor de video como si estuviesen frente a una porno. Además, los planos detalle casi orgásmicos del grupo mientras arman las piezas de una computadora, y construyen las placas, son esos momentos que todo geek desea ver en pantalla. Jobs intenta – aunque tibiamente- meterse en la parte personal del gigante de la tecnología, pero no profundiza. Sabemos que es un líder por naturaleza, un innovador, y un obsesivo. Que le gusta andar en patas y que es un poco “garca”. Pero nunca se mete debajo de la piel de Jobs, ni se pregunta por qué actúa de la forma en que lo hace ante determinadas situaciones, es decir, nunca llega al alma del personaje, ni ahonda en la relación con sus padres adoptivos o en su orfandad. Mucho menos en la relación con sus hijos y la que luego será su mujer. Por otra parte, hay una escena que termina siendo demasiado edulcorada en la cual Woz, le hace saber que renuncia a la empresa que fundaron porque ya casi ni hablan, y porque todo se ha convertido en un producto para Steve, que ya no lo hace por diversión. Pero lo realmente “garca” de esta película es el guión, que decide dejar afuera al espectador de algo tan importante como es el momento en el que Steve vuelve con su novia y se hace cargo de su hija, después de haberla negado como tal, y cómo es que lo acepta su ex, a la que en una escena anterior y bastante fuerte, echa de su casa cuando ella le dice que está embarazada. Esto hace que resulte una película muy despareja, que aborda un mismo tema, primero brutalmente y luego cuando tiene que volver a él, elipsándolo, algo que  genera una falta de compromiso con el personaje y con el espectador; en esa tibieza o cobardía por adentrarse en lo que justamente debería ser el atractivo principal de una película como ésta: un personaje tan controvertido como fascinante.

Es una tarea extremadamente complicada abordar la vida de un personaje tan enrevesado como Steve Jobs, tal como lo fue para David Fincher retratar a Mark Zuckerberg en Red Social. Cuando el joven Jobs trabaja como programador de videojuegos, su jefe le dice “Sos demasiado bueno, pero sos un imbécil”, algo que me remitió instantáneamente al comienzo de Red Social. A la presentación de personaje más bestial y al mismo tiempo magistral de los últimos años, en la cual la novia de Mark le dice “Eres un imbécil”, y lo hace desde una cámara subjetiva de su mirada, poniéndonos a nosotros espectadores en una posición más que jodida en relación al personaje, durante el resto del metraje. Eso es comprometerse con una historia, con un personaje, marcándonos ya desde ese comienzo, que no es una película de medias tintas, lo que no quiere decir que no deje ventanas abiertas y preguntas sin responder. Tanto Jobs como Zuckerberg, son figuras controvertidas. Creadores de amigos y enemigos, fuente de envidias y de chimentos. Pero por sobre todas las cosas, personalidades que parecen servirnos en bandeja, material más que digno para crear –como mínimo- un buen guión. Una posibilidad a la que Red Social supo sacarle el jugo, haciéndole honor al carácter dual de su figura.

Jobs tiene por momentos esos arrebatos de rendir tributo a la innovación, a las ideas, a la inconformidad que lleva al personaje a querer lograr algo hasta las últimas consecuencias. Pero esos pequeños instantes, se pierden dentro de la desigualdad de intensidades que hay en el guión y la falta de articulación del relato. Estamos hablando de una persona cuyas innovaciones en el campo tecnológico, dejaron huellas en la historia. No olvidemos que a fines de los años ’70, Jobs compra la compañía The Graphics Group (luego conocida como Pixar) y con el software de su diseño, se realiza Toy Story, -el primer largo animado, generado íntegramente por computadora-. Pero Jobs, la película, a diferencia del propio Jobs, pasará a la historia sin dejar rastro alguno de su existencia grabado en nuestra memoria.

calificacion_2

Por Elena M. D’Aquila

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