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CRÍTICAS - CINE

Julieta, según Julián Córdoba

Ella nunca se fue.

Pedro Almodóvar se inspira en Destino, Pronto y Silencio, tres relatos pertenecientes al libro Escapada, escrito por la autora Alice Munro, para desenvolver el melodrama que se narra en su último largometraje, Julieta. El film abarca el deterioro de una relación madre-hija, donde la protagonista (quien le adjudica su nombre a la película) se desmorona tras reencontrarse con alguien que la transporta al pasado. Como un adicto, no hace falta más que probar por un breve instante aquello que te ha hundido alguna vez, para volver a verte en la situación que parecía haber sido superada, dice ella: su nueva vida se cae a pedazos porque no es más que una falsa y débil superficie. Con todo el estilo de una obra realizada durante los años dorados de Hollywood, Julieta (Emma Suárez) busca redimirse y enfrentar la culpa a través de un escrito dedicado a su hija, en el cual le confesará aquellas cosas de su pasado que jamás le ha dicho; así, sin ir más lejos, es cómo nos adentramos a los flashbacks que constituirán en mayor parte el film.

Julieta (Adriana Ugarte), a los veinticinco años, leyendo en un tren de larga distancia. Así se abre el entramado de recuerdos. Los hermosos colores de los decorados y vestuarios se destacan, acompañados por una acertada puesta de luces; todo lo que uno podría esperar en un buen film de Almodóvar. Una secuencia sólidamente guionada donde cada elemento está planteado desde una necesidad narrativa; la precisión se evidencia a cada segundo, mientras nos dejamos envolver en una atmósfera tan única que no querríamos dejarla jamás. Una secuencia que lo tiene todo: los personajes, la estética, el suspenso, el amor, la relación carnal y aquel hecho que cambiará la vida de algunos. Una secuencia que te hace creer en la magia del cine como lo han hecho los grandes maestros. Una secuencia que promete un enorme film. Lamentablemente, sin saberlo, nos encontramos en el punto más alto de la película y lo que quedará en nosotros es aquella promesa en falso.

Al igual que su protagonista, el desarrollo de la obra sufre de repetidos estancamientos que ayudan a que el espectador nunca termine de empatizar al cien por ciento con el personaje. Almodóvar ha vuelto a contar esas historias que pocos conocen tanto como él: aquellas que giran en torno a las mujeres. Aun así, se queda a medias y no termina de alcanzar el alto rendimiento al que nos tiene acostumbrados. Julieta se acerca a Volver (2006) y Los Abrazos Rotos (2009), obras que se ven impregnadas por una mirada más oscura en relación a sus films previos, obras en las que encontramos una visión más crítica y reflexiva que acarrea la culpa del pasado. La diferencia reside en que en su más reciente película, estas cualidades se sienten más superficiales y no llegan a mover al público como antes si lograba.

El cine de Almodóvar ya no se siente igual. Se extraña la ironía, el absurdo, la sátira y todo eso que lograba mover el piso de cada uno que viera alguna de sus películas. Hoy por hoy, sus obras pueden ser apreciadas desde un punto de vista analítico, pero están lejos de llegar a la altura de sus obras maestras; su marca, su huella, puede seguirse viendo en su filmografía más reciente, pero ha perdido la fuerza que antes se admiraba. Julieta es una buena película, pero uno saldrá de la sala igual a como ha entrado.

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Por Julián Córdoba

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