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CRÍTICAS

La musa del capricho

 

La musa del capricho

Dirección: Fernando Ferrer. Textos y dramaturgia: Gastón Maziéres. Puesta en escena: Dana Frígoli, Fernando Ferrer. Coreografía: Dana Frígoli. Producción: Dana Frígoli. Diseño y realización de escenografía: Omar Gasparini y Ana Serralta. Diseño de luces: Gonzalo Berdes. Realización de vestuario: Lucía Natello, El Cholo, Lorena Lepone. Intérpretes: Dana Frígoli, Adrián Ferreira, Maximiliano Carroz, Raúl Palladito, Rocío Lequio, Jonny Lambert, Virginia Vasconi, Juan Alba, Candela Ramos, Carina Quiroga, María José Martirena, Juan Pablo Canavire, Mariana Soler, Fernando Chucky Romero. Prensa: Duche y Zárate.

 

Musa del capricho, llanto que no quiere ser llanto…

En el principio fue la mujer. Sí, la mujer. Una mujer sola, en el mismo centro de su vida. Alrededor de ella, las desconfianzas heredadas, los prejuicios. Alrededor de ella, el mundo. Y el hombre, raza extraña de seres que, según el “mito”, se van sin mirar atrás. En el foco de la escena está ella, mujer sola, etérea, casi desnuda, observando su primaria soledad. La soledad suele ser el comienzo de todo, y en este caso, de una contemplación positiva, un raid corporal, escénico, libre, pero a la vez extremadamente claustrofóbico.

De esta conocida soledad entre multitudes, emerge La musa, Dana Frígoli -bailarina y coreógrafa de renombre mundial- que descolla por su versatilidad para expresar estados de ánimos y llevar en sus movimientos la carga de la evolución narrativa. La acompaña un ballet a la altura de su talento, compacto y con marcadas capacidades actorales. La coreografía es contundente, heterogénea y orgánica, efectiva en el objetivo de reflejar los distintos estadíos de las relaciones humanas; el amor, la seducción, la pasión, el desapego, la duda y la incomprensión.

Y ahí está La musa del capricho. Sin artificios. Sin elementos que distraigan al espectador del cuerpo. Cuerpo expresivo y narrativo, cargado de una historia intensa, vívida y temperamental: la búsqueda del otro, que no es otra cosa que la búsqueda de uno mismo. Con pocos y certeros diálogos, la trama es un devenir de siluetas al compás de una música, nuestras músicas, reflejo de una idiosincrasia local que vislumbra una temática universal y atemporal. La obra nos lleva de las narices por el amor y el inclemente apremio de ser amado, por los miedos y el riesgo que supone el despegarse de la seguridad que otorga la soledad. Sumidos en una misma red frenética de encuentros y desencuentros, los protagonistas ahondan en el impulso humano básico de de la necesidad de un otro.

Las peculiaridades de nuestro ser nacional quedan representadas en escena por su propia esencia. Como decía Borges, no es necesario un camello en el Alcorán para saber que es árabe. Y en La musa del capricho, la tradición argentina, el magnífico sentimiento tanguero, el folklore, la pasión y la vehemencia, quedan explícitos en el increíble manejo del baile, del espacio y del cuerpo como vehículo expresivo. Se pueden respirar los farolitos, la noche, la milonga, sin tener frente a los ojos nada más que dos cuerpos – o uno solo, o muchos – sintiendo la música y contagiando los sentimientos que se experimentan cuando la sangre entra en contacto con las melodías.

La solidez que ofrece la Compañía DNI-Tango, los diálogos minimalistas, creativos y categóricos, la clara concepción de la puesta en escena y la selección del repertorio musical, convierten a La musa del capricho en una propuesta de cita obligatoria. Avasallante, apasionada y liberadora, invita a despegarse de los miedos, a dejarse llevar por la sonoridad de un bandoneón, lustrar los zapatos, y salir a la vida, que no es otra cosa que una milonga.

 

Teatro: El Cubo, Zelaya 3053

Funciones: Jueves  20.30 hs.

Entradas: $ 70 y $ 50 

 

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