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CRÍTICAS - CINE

Mientras Duermes

Mientras Duermes (España, 2011)

Dirección: Jaume Balagueró. Guión: Alberto Marini. Elenco: Luis Tosar, Marta Etura, Alberto San Juan, Petra Martínez, Iris Almeida, Carlos Lasarte, Amparo Fernández. Producción: Julio Fernández. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 102 minutos.

La felicidad y el cloroformo.

A lo largo de su carrera como realizador Jaume Balagueró ha construido un andamiaje sólido dentro del cine de horror como prácticamente nadie en habla hispana: alejado del desparpajo sardónico de Álex de la Iglesia y los enroques sutiles de Guillem Morales, ejemplos característicos de los dos extremos del abanico, el catalán fue convirtiéndose de a poco en un adalid -casi fundamentalista- del género, un verdadero experto a la hora de apuntalar el devenir narrativo a través de una estructura de tensión in crescendo, detalles de humor negro y desenlaces que siempre prometen una vuelta de tuerca. Su primer opus en solitario luego de Rec (2007) y Rec 2 (2009), ya sin Paco Plaza, no podía ser la excepción.

De hecho, en Mientras Duermes (2011) nos topamos con un regreso a los climas opresivos de Los sin Nombre (1999), su extraordinaria opera prima, aunque en esta ocasión atizados por tendencias voyeuristas y distintos chispazos de parodia social en función de las necesidades de contenido de los thrillers de “invasión de hogar”: homenajeando en buena medida al Roman Polanski de Repulsión (1965), El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968) y El Inquilino (Le Locataire, 1976), Balagueró articula un relato clasicista que sorprende al obviar las obsesiones sexuales y plantear en cambio una motivación de índole existencial, aclarando desde el inicio que la “noble causa” está sepultada bajo la superficie.

Por supuesto que la historia ha sido visitada en otras oportunidades aunque pocas veces con este nivel de eficacia e inteligencia: César (Luis Tosar) es un conserje servicial y expeditivo que detrás de una fachada afable esconde una depresión arrastrada desde muy lejos. Asqueado por la sandez y el miserabilismo de los burgueses patéticos que tiene por “jefes”, el señor considera que sufre de una incapacidad crónica para “ser feliz” y canaliza dicha situación en el seguimiento de Clara (Marta Etura), sin dudas la vecina más simpática del edificio. Ahora bien, el meollo de la cuestión radica en la botellita de cloroformo del protagonista y sus constantes incursiones nocturnas en el departamento de la pobre chica.

Así como los arquetipos idiosincrásicos dictaminan que la mujer paulatinamente desarrolla una compulsión orientada a “agradar” y los hombres a intentar “lucirse”, cuando se traduce la ecuación comunitaria a los resortes del suspenso por lo general pasamos a los terrenos del sadismo de propensión fetichista, en el caso del hombre/ victimario, y del “objeto del deseo” lustroso pero hueco al fin, en el caso de la mujer/ víctima. El guión de Alberto Marini, con quien Balagueró ya había trabajado en Para Entrar a Vivir de la excelente saga televisiva Películas para no Dormir, exacerba el dualismo apelando al bello recurso hitchcockiano de centrarse en el punto de vista del villano, ese gran baluarte del enigma.

Resulta alarmante que cada vez tengamos menos ejemplos de films -macabros de verdad- que ofrezcan “el sentir” del psicópata, en la balanza maltrecha del panorama actual prevalecen la cobardía y el automatismo berreta (existen cientos de convites narrados desde los labios de la víctima y/ o los pies del encargado de la cacería). Mención aparte merecen la maravillosa labor de Luis Tosar, aquel temible Malamadre de Celda 211 (2009), y el retorno del genial Carlos Lasarte, entregando otro porteño intolerante de clase media. El director administra con mano maestra los engranajes de la trama y en el trayecto consigue una obra exquisita acerca de la misoginia y la búsqueda de la más perversa felicidad…

Por Emiliano Fernández


César no es un tipo cualquiera. Aparenta serlo en su trabajo, mostrando una imagen de portero bueno y dedicado con todos los vecinos que viven en su edificio. Pero detrás de esta fachada de ciudadano común y corriente, este hombre posee un secreto. Durante las noches, entra al departamento de Clara, la duerme con cloroformo y se acuesta al lado de ella hasta las cinco de la madrugada, momento en el que, religiosamente, se debe despertar para continuar con su doble vida. Las apariencias engañan, y en el cine, un plano puede cambiar para siempre la visión del espectador. Por eso, el poder de las imágenes. Y por ende, la introducción en la existencia del protagonista presenta una dualidad engañosa. Capaz el mayor mérito de la película se encuentra en la capacidad de su director, Jaume Balagueró, en arrastrar al público a ser parte de las intimidades del personaje.

Mientras Duermes es todo lo que no es Rec, el anterior film de este realizador. En un principio, las razones se apoyan en las decisiones estéticas de la puesta en escena a partir de los movimientos de César. Si se observa, la mayor diferencia proviene en la manera en que la acción se traslada desde la pantalla hacia el espectador. En REC, todo está sujeto a una cámara que registra de modo documental las horas que pasa un equipo de TV dentro de un edificio infectado con un virus; todo es descontrol, nervios, gritos. En Mientras duermes sucede lo contrario. Un personaje que se mueve con cautela (incluso cuando está quieto, su mente continua trabajando), portando un secreto en silencio, trasladándose a través de las escaleras y los largos pasillos. Es interesante observar que los demás vecinos son enfocados dentro de lo que podría ser considerada la cara visible de la realidad. Se los ve siempre iluminados y su hablar está claramente marcado. Al contrario que César, se hacen notar. Por otro lado, la fotografía reside desde lo psicológico sobre el protagonista: los contrastes entre la luz y la sombra encuentra relación con su doble vida. Mientras en el otro film, este aspecto estaba atado a las convenciones del género a partir del miedo por la oscuridad misma.

Balagueró, al igual que en su anterior película, también construye su historia en un edificio. Y más allá de las diferencias argumentales, esta decisión posee una lógica. Cada puerta, escalera, pasillo, ambiente, es usado por el director para describir dos opuestas sensaciones: en principio, para describir la libertad que posee Cesar para entrar a los departamentos y llevar a cabo a sus clandestinas maniobras, a partir de la apertura de los planos; por el contrario, cuando las circunstancias se le oponen, todo se cierra, logrando la asfixia hacia el protagonista.

Sin embargo, es interesante observar la calidad del material en su totalidad. Si en Rec, el argumento hace un recorrido lineal para terminar en una impactante escena final, en Mientras Duermes, sucede lo contrario. Lo construido en la primera parte contiene una temática fuerte relacionada a la soledad y la lucha incansable de un personaje, que, en definitiva, quiere ser feliz. Ahí, en ese extraño entendimiento se encuentra el verdadero poder del film.

 

Por Luciano Mariconda

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