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CRÍTICAS - CINE

El Muñeco de Nieve (The Snowman)

(Reino Unido, 2017)

Dirección: Tomas Alfredson. Guion: Hossein Amiri, Peter Straughan, Soren Sveistrup, basado en la novela de Jo Nesbo. Elenco: Michael Fassbender, Rebecca Ferguson, Charlotte Gainsbourg, J.K.Simmons. Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Robyn Slovo, Peter Gustafsson. Distribuidora: UIP. Duración: 125 minutos.

Harry Hole (Michael Fassbender) despierta una mañana, luego de una aparente borrachera, en una plaza concurrida y pintada de un blanco triunfante por el clima nevado. Sale caminando y se abre paso entre un grupo de personas. Su vida se debate entre el deber como investigador y sus problemas para dormir y dejar atrás una relación con una mujer y su hijo adolescente. No hay atisbos de felicidad en sus facciones, en su accionar, en sus gestos, en su cristalina mirada. Su apellido, “Hole”, significa hueco, agujero, hoyo, y parte de eso refleja su estado emocional: es alcohólico. Antes de llegar allí hay una elipsis que conecta directamente con la primer escena. Esa escena, quizás la más lograda de todo el relato, manifiesta el virus que llevará al asesino de la película a ser lo que es y hacer lo que hace y ser figura de investigación por parte de Hole y Katrine Bratt (Rebecca Ferguson), su nueva compañera[1]. La secuencia inicial, lograda por su tensión, nervio narrativo, por el manejo de las herramientas técnicas (hay en la persecución un dejo Hitchcokiano mediante el encuadre, el uso de la cámara y el montaje) nos remite un poco al giallo, subgénero italiano sobre asesinos seriales (hay más elementos del giallo en el film, como el uso de los guantes negros del asesino o los roces con lo policiaco, en la intriga del protagonista por resolver los crímenes aún cuando no se es policía o investigador). El Muñeco de Nieve debe su nombre a estas estatuas efímeras y populares, ya que el asesino deja uno en cada jardín nevado donde comete un crimen.

El film de Tomas Alfredson –Criatura de la Noche (Let the Right One In, 2008)- es realmente paradójico debido a los elementos en contra que resguarda: el relato se vuelve denso pasando los 40 minutos, algunas ideas (subtramas) quedan sueltas, el montaje e ir y venir con un hecho pasado es confuso aun aclarando que sucedió años atrás, no hay humor y por momentos la solemnidad con que se ejecuta la narración nos distancia como el frío a los protagonistas. Esas “ideas” (las comillas no refieren a su utilización sarcástica, más bien a lo que sigue en el párrafo) parecen ser deliberadas, y en definitiva ejecutadas como formalidades que cuestionan las normas clásicas del cine. Hay subtramas innecesarias para la trama, pero de vital importancia para despistar la mirada del espectador, y en respuesta a ello el film obliga a estar despiertos ante cada detalle. Eso lo convierte a uno en un espectador activo. La escena donde Hole entra a su casa y ve al fumigador por segunda vez en medio de una lisérgica danza al compas de música electrónica y el mismo se aleja y sale de allí sin quitarse la máscara, deja en claro no solo un principio de simetría que acentúa la indiscriminada mirada del director sobre el accionar del asesino, sino que hace ver los detalles obsesivos a los que hay que prestar atención para entender las cualidades en que se destaca. El caótico manejo de su narración (va y viene con la historia de un detective que se suicidó hace años tras los pasos del mismo asesino), desestructura el relato clásico y recae en el posmoderno, y es una antesala para que el sinsentido tome forma recién arribando el final y respire netamente ideas cinematográficas, acentuadas por el buen uso del montaje paralelo y yuxtaponiendo situaciones y personajes, inspiradas en el thriller y el suspenso.

El Muñeco de Nieve (The Snowman, 2017) no es un film para enmarcar, pues le sobra media hora (se extrañan los largometrajes que resumían todo en 90 minutos), no toma riesgos en el manejo de su puesta en escena (si bien el toque de Alfredson está, aunque pase desapercibido y solo la secuencia inicial es de remarcar) y parece ser uno de esos típicos thrillers inspirados en best sellers europeos al mejor estilo Millennium (que en realidad lo es): correctos en su concepción estética y narrativa aun cuando los minutos le sobran, intrigas con personajes que coquetean con el poder y las conspiraciones, la paranoia, los parajes desolados y fríos, y los personajes torturados por su pasado. Lo que se dice un producto ovalado, pero no redondo.

 

 

© Daniel Núñez, 2017

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

[1] Bratt suena fonéticamente igual a “Brat”, que en inglés es algo así como mocosa/niña mimada). Teniendo en cuenta su historia, que es hija única, el nombre nos adelanta que su manera de encarar las cosas puede ser como el de una “niña mimada”, es decir, de querer conseguir todo lo que se propone aún cuando las consecuencias pueden ser riesgosas.

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