A Sala Llena

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CRÍTICAS

P-047

P-047, de Kongdej Jaturanrasmee

Como bien advierte la reseña del catálogo, la premisa de este film tailandés se asemeja a Hierro 3 de Kim ki-duk: 2 chicos (en este caso, ambos varones) entran a casas ajenas, mientras sus dueños no están, para pasar el rato. Pero si en Hierro 3 no se dice ni media palabra, acá se habla, y mucho.

Y se dicen cosas graciosas. Y también pasan cosas, muchas, hasta que ocurre una que cambia todo. Y ya que estamos –para seguir con la comparación instalada-, P-047 no tiene nada que envidiarle al gran Kim en lo que se refiere a su belleza formal: desde los interiores hi tech de un coqueto departamento de Bangkok, pasando por el paseo de un pavo real en una terraza, hasta el hermoso momento en el que se ve por primera vez el título de la película, P-047 está narrada con un preciosismo sin alardes, un montaje justo y encuadres virtuosos que enriquecen cada plano.

O sea, lo que estoy diciendo es que P-047 no sólo se asemeja  a Hierro 3, sino que es mejor. Claro que con esto disentirán quienes no entren en el juego que la película nos propone hacia la mitad de su metraje, que quiebra el film y lo arrastra, mediante elipsis tan elegantes como virtuosas, a un terreno de extrañamiento, a un juego de cambio de indentidades y puntos de vista, de sueño versus realidad, o al eterno tema del doble, pero esta vez (no siempre) sin parecer gratuito o puro alarde cinéfago. Una irrupción en el film de lo anómalo, de lo desconocido, que se asemeja mucho a la de Kong y Lek en las casas de los ausentes: quizás no comprendamos del todo cuál es el sentido final o qué significa, pero de ninguna manera podemos dejar de mirar. Kongdej Jaturanrasmee: otro nombre largo para aprenderse de memoria y tener más que en cuenta.

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