(Austria/ Alemania/ Francia, 2012)
Dirección: Ulrich Seidl. Guión: Ulrich Seidl, Veronika Franz. Elenco: Margarete Tiesel, Peter Kazungu, Inge Maux, Dunja Sowinetz. Producción: Philippe Bober, Chistine Ruppert, Ulrich Seidl. Distribuidora: Lat-e. Duración: 120 minutos.
El amor en tiempos de neocolonialismo.
Los conceptos de “paraíso” y “amor” recorren toda la historia del pensamiento. Las religiones, los sistemas filosóficos y la cultura se preguntan incansablemente qué son y cómo abordarlos, pero lo único que se repite es la constancia del carácter inabordable de estas ideas que sacuden y transforman toda nuestra estructura sentimental. Paraíso: Amor (Paradies: Liebe, 2012) es la primera parte de la trilogía sobre el paraíso del director y guionista austríaco Ulrich Seidl. Teresa (Margarete Tiesel) es una mujer austríaca que vive con su hija y decide emprender unas vacaciones en Kenia, en el continente africano, tierra exótica, llena de aventuras, miseria, peligros y “buenos salvajes”, según los prejuicios primermundistas europeos. El director emprende una búsqueda de la tensión que divide el mundo del turista europeo, que busca esa promesa de aventuras, y el de los habitantes de Kenia, que intentan ganarse la vida ofreciendo a los turistas sus mercancías, su ayuda y su compañía.
En medio del turismo y la miseria, la amiga de Teresa, Inge, la introduce en las prácticas amorosas de las señoras liberales/ divorciadas y su idea de “aventura” que se ciñe estrictamente al turismo sexual. Por un lado, Teresa se ve atosigada por el acoso de los keniatas -que le ofrecen todo tipo de artesanías y productos- y por la oferta de sexo disfrazada de amor de los elocuentes africanos, quienes se presentan como pretendientes a una relación amorosa cuando la protagonista decide cruzar la línea que separa la burbuja turística de la realidad del país africano. La soledad, la dejadez, los prejuicios y la necesidad de amor convencen a Teresa de bajar la guardia después de una relación fallida y se enamora de Munga (Peter Kazungu), un joven keniata que habla un poco de alemán y le ofrece su compañía. De a poco, y sin que Teresa sospeche la verdadera esencia de la relación, el dinero comienza a fluir. Cuando la niebla del amor es disipada por la desaparición de Munga, la tragedia se convierte en farsa degradándose hasta lo grotesco. Al entender esto, Teresa se embarga de tristeza y enojo, y ni siquiera la sonrisa que causan algunas situaciones puede detener el patetismo del neocolonialismo que embriaga a los protagonistas.
El film retrata la humillación de los europeos en busca de una experiencia exótica y de los africanos entregando su dignidad, su vida y su sexualidad a los turistas. El paraíso se presenta como un imposible, como un obstáculo para el amor. La miseria económica se mezcla con la miseria humana que tiñe al liberal europeo y al africano pobre, y la idea de felicidad es abandonada por la de placer.
El amor y el placer se desdibujan y el paraíso es solo la idea del mismo, la foto de un catálogo turístico, una imagen grotesca en la que los protagonistas están atrapados. Al ver la herida y sentir el abismo, la caída es fenomenal y toda la película termina de cobrar sentido bajo la lógica del deseo, el placer y la falta, cuya satisfacción sería absurda.
Por Martín Chiavarino
Hakuna Matata…
Sorpresiva y políticamente incorrecta al extremo, Paradise: Love se detiene en mostrar lo que ocurre con un grupo de señoras austríacas sexagenarias que se van de vacaciones a Kenya, en busca de sexo/ amor.
Rústicamente, las diferencias de color se hacen notorias, como así también las fantasías de conocer anatómicamente a alguien oriundo de Africa; en este caso, se trata de gigolós que esperan hasta el hastío a las mujeres blancas cuando salen de los hoteles paradisíacos en los que se encuentran alojadas para proponerles una salida encubierta o una visita por el lugar.
El turismo sexual queda expuesto cuando una de las llamadas “Sugar Mama” (término empleado para definir a las mujeres europeas blancas que mantienen a los gigolós africanos) inicia sus paseos por playas y calles alejadas del hotel y comienza a relacionarse con los nativos de la región. La interpretación de Margarethe Tiesel, una gordita europea que se va de vacaciones tras vivir un tanto desapercibida en su lugar natal, es fresca y, según describe su director Ulrich Seidl, casi enteramente improvisada. Las escenas gráficas sexuales y de desnudos abundan, en especial con actores africanos no profesionales. Por momentos, el tenor de acidez, realismo y crueldad usada para mostrar a los africanos de la región puede tornarse un tanto molesto.
Por José Luis De Lorenzo