La esperanza fantástica
El cine fantástico o de ciencia ficción se encuentra en una evidente crisis. Esto se debe, en principio, a la carencia de argumentos complejos, ya que los actuales oscilan entre lo banal y lo obvio, pero más que nada este declive se debe a la pérdida de la magia en el plano visual.
Los brillantes universos, artefactos o personajes, producto de la concatenación de una fotografía acorde y excelentes trabajos creativos y mucho más artesanales de dirección de arte y efectos especiales, que de a poco fueron siendo absorbidos por la digitalización, son la principal causa de esto que fue progresivamente contaminando el verosímil de estas historias. Films como 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, Naves Misteriosas de Douglas Trumbull, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo de Steven Spielberg o Alien y Blade Runner de Ridley Scott ya parecen tesoros perdidos en el tiempo.
Justamente el último realizador de esta enumeración de grandes artistas que componen el párrafo anterior es el encargado de revivir las esperanzas de uno de los géneros más ricos y asombrosos de la historia del cine. Con Prometeo, Scott vuelve a incurrir en el universo de Alien, creando una interesante y atrapante precuela que –similar a lo realizado en El Planeta de los Simios: (R) Evolución por Rupert Wyatt– empieza a develar algunos de los misterios de una de las sagas más destacadas del universo de la ciencia ficción.
Prometeo empieza a transcurrir en 2089 –cuatro años antes que Alien– y se desencadena a partir de que Charlie Holloway (Logan Marshall-Green) y Elizabeth Shaw (Noomi Rapace), una pareja de científicos, creen que los humanos son producto de la creación de algún ser extraterrestre. Debido a un hallazgo hecho por ellos, la pareja se dirige en una misión interplanetaria en busca de respuestas aunque, una vez en el lugar de destino, se encuentran con un presente aterrador y, como es común en este tipo de cometidos, los intereses de la misión son otros, pertenecientes a sus sueños profesionales.
Respecto del reparto actoral, hay que decir que, al principio, todo pareciera girar en torno a lo que hace el personaje de Rapace pero, en este caso, la heroína de Prometeo es dejada un tanto de lado por David (Michael Fassbender), el feroz y lunático androide de la tripulación, que es el que realmente maneja el hilo de los hechos en el planeta desconocido. Respecto de los demás personajes, Scott los priva de protagonismo, aunque esto también se debe a la lógica del fatídico destino.
El film se destaca por manejar muy bien el desarrollo de los acontecimientos y Scott mantiene constantemente la tensión con una gran aplicación del suspenso; gracias a las impactantes imágenes que muestra y a las que no –empleando de gran manera el fuera de campo– provoca un clima atrapante.
Prometeo no es una película brillante ni tampoco cambiará la historia del cine de ciencia ficción pero sí es una obra esperanzadora, en la que Scott deja atrás films intrascendentes como Robin Hood, Cruzada o Hannibal para volver a plantear un acogedor mundo fantástico en el que el arte vuelve a asomarse en cada escenario y en una estética propia y personal que hace que la historia sea destacada y creíble para abrir diversas premisas filosóficas acerca de la historia de la humanidad y para narrar el origen de una de las criaturas más importante que ha brindado el cine.
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