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CRÍTICAS - CINE

Rose

El cine francés es muy respetuoso de sus comediantes y particularmente de los de mayor edad. Por pura coincidencia, esta semana se estrenan en Estados Unidos y en nuestro país dos películas cuyos intérpretes centrales son actrices veteranas, que supieron brillar hace medio siglo (o más) y que probablemente los más jóvenes, salvo que sean cinéfilos, no (re)conocen. 

Es el caso de Line Renaud, quien, orillando los 95 años, continúa activa como actriz (y cantante, en menor medida). En Nueva York y Los Ángeles se estrena Driving Madeleine, título que difiere del original francés (Une belle course), al que no traiciona del todo ya que hay un “driver”, el aquí taxista Dany Boon, que aprovecha el éxito pasado de otro film con personaje femenino de elevada edad (Driving Miss Daisy con Jessica Tandy).

Françoise Fabian, algo más joven que Renaud, es también otra gloria del cine galo. Empezó muy joven su carrera cinematográfica en un film junto al hoy algo olvidado cómico Fernandel y alcanzó la fama en la década del ’60 con el rol central en Mi noche con Maud de Eric Rohmer, así como dos años antes como coprotagonista de Catherine Deneuve en Belle de jour.

Rose es la historia de una mujer nacida en Túnez (en la capital del homónimo país), que habita Paris desde hace muchos años. En la primera secuencia del film se la ve en plena festividad judía donde no podían faltar canciones como “Haba Naguila” o “Bei mir bist du schein” (en yiddish). La acompañan Philippe Goldberg (Bernard Murat), su marido y sus tres hijos, uno de los cuales es médico. Pierre (Gregory Montel, de él se trata, comenta el estado delicado de Philippe y apenas transcurridos diez minutos se pasa de la celebración a la congoja. 

La escena del entierro en un cementerio judío de Paris es también la excusa de la que se vale la realizadora y debutante Aurélie Saada para introducir a otros miembros de la familia Goldberg, algunos de los cuales se revelan profundamente religiosos y con diversas problemáticas existenciales, siendo una de las virtudes de Rose el modo en que las va introduciendo. 

Es el caso de Léon (Damien Chapelle), el hijo rebelde de Rose, quien vive en la casa, ahora más vacía, junto a su madre y que por delitos menores cometidos debe asistir a un juzgado penal ante un posible veredicto de culpabilidad.

Sarah (la actriz Aure Atika, nacida en Portugal), la única mujer entre sus hijos, también tiene sus conflictos ocupándose sola de su hija Annaelle, una joven veinteañera muy compañera. Una visita y revelación del ex marido de Sarah producirá en ella fuerte indignación, producto de su propia separación años atrás.

Aun siendo los hijos de Rose, personajes de cierta monta en la historia, el film está básicamente centrado en la reciente viuda y su desorientación ante el nuevo status de su vida.

Comienza a frecuentar un típico café y “brasserie” parisino, cercano a su casa, donde la atiende con gran cortesía Laurent (el conocido actor Pascal Elbé), gran conocedor de cocktails y bebidas alcohólicas, tales como el vodka y los jugos de frutas, que tendrán cierta relevancia en la trama. Le Bellerive, tal el nombre del sitio gastronómico, en verdad existe (basta “googlear” para comprobarlo), estando ubicado en el distrito (arrondissement) 19, La Villette, al noreste de Paris. 

El bar será escenario de algunos de los más momentos más emotivos del film, sobre todo en escenas donde la música de origen árabe tendrá un rol preponderante y en canciones como “Chéri Chéri Habibi”, que grabó la propia realizadora Aurélie Saada, cuando Rose baila a solas con Laurent. Esas y otras melodías muestran con certeza la gran cercanía de la idiosincrasia sefaradí con la de los países del Magreb. 

Además de la música, la comida, muy presente a lo largo del metraje, es otra muestra de las afinidades de ambas culturas, a tal punto que en el cierre del film hay un texto, en los títulos, con la receta de un plato típico del norte de África (Makroud).  Y entre las melodías compuestas por Saada se destaca “Pistache au Dome”, que se escucha en una escena muy graciosa donde hay varias personas en un restaurant, incluyendo a otro personaje “senior”, de nombre Marceline (Michele Moretti), que se expresan muy elocuentemente cuando cada uno de los comensales expresa su mayor deseo.

Rose muestra como su personaje central decide un cambio de vida radical ante una situación extrema, como es la repentina soledad ante la muerte de su cónyuge. Escenas como aquélla en que se la ve manejando un viejo Mercedes, al que no conducía desde hace cuarenta años, acompañada por una de sus amigas o también visitando un “spa” para someterse a tratamientos de belleza, para cambiar su aspecto físico, significan un mensaje esperanzador y positivo, coherentes con su afirmación: “quiero disfrutar todo” pese a reconocer que “no tiene la vida por delante”, como les pasa a sus hijos y nieta. 

En apenas cien minutos, el espectador llega a familiarizarse con la vida de seres muy humanos como la protagonista central, pero también con algunos menores como Sophie (la bella Anne Suarez), a quien Pierre invita a un restaurant, aprovechando la ausencia por viaje de su esposa. El film y su personaje central resultan creíbles, evitando posibles golpes bajos, al eludir una mirada complaciente que le hubiesen quitado autenticidad.

(Francia, 2021)

Dirección: Aurélie Saada. Guion: Aurélie Saada, Yaël Langmann. Elenco: Françoise Fabian, Aère Atika, Grégory Montel, Damien Chapelle, Pascal Elbé. Producción: Priscilla Bertin, Judith Nora, Elsa Rodde. Duración: 102 minutos.

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