(Uruguay, 2013)
Dirección y Guión: Ana Guevara y Leticia Jorge. Elenco: Néstor Guzzini, Malú Chouza, Joaquín Castiglioni, Sofía Azambuya. Producción: Fernando Epstein. Distribuidora: Independiente. Duración: 102 minutos.
Una ópera prima sencilla, honesta y sensible. Una película consciente del poder de la imagen para transmitir información. No hace falta poner en palabras del personaje, a lo que se dedica. Las directoras resuelven con dos escenas mínimas que hablan por sí solas, la profesión de Alberto. Así como también, con pequeños gestos y miradas alcanza y sobra para que sepamos la situación entre él y la madre de sus hijos, entre él y su hijo y entre padre e hija.
Filmada en el Departamento de Salto, el clima lluvioso de la película es el clima dramático de la misma. El personaje del padre es tan querible y abrazable como un oso panda, y las actuaciones de los niños mantienen un registro siempre moderado y verosímil. El humor, simple y cotidiano, funciona en todo momento. Técnicamente se distingue justamente por su simplicidad a la hora de narrar: la construcción de planos bellos y armónicos y las elecciones de puesta de cámara, algunas desde adentro del auto son simples pero ingeniosas porque manejan muy bien el sonido que se escucha desde el exterior cuando se abren las puertas, desde el interior cuando se escucha lo de afuera, y también el clima interno e íntimo del viaje en auto, que al comienzo es bastante tenso e incómodo.
Tanta Agua es un fiel registro de las etapas de la vida con las que todos podemos identificarnos: crecer, experimentar, equivocarse, enamorarse. Y recordar que siempre que llovió, paró.
Por Elena Marina D’Aquila
Un padre (Alberto) lleva a su hijo menor (Fede) y a su hija adolescente (Lucía) a unas termas cerca de Salto, en Uruguay. En Tanta Agua hay un antagonista definido, la lluvia. Esta aparición se da en los primeros minutos y parece marcar el terreno para la linealidad: agua y más agua que saca a flote los conflictos entre los tres personajes. Este núcleo narrativo no se traduce en gritos y pasadas de facturas sino más bien en un trato frío, que se hace presente en las respuestas monosilábicas o en las negativas de los hijos a cualquier propuesta del padre para apaliar la lluvia constante. No se trata de una escalada de situaciones hasta llegar al punto de un destape para ventilar asuntos no resueltos, es el “hacer lo que se puede” con cada uno cumpliendo su rol de la mejor manera.
Lo más interesante del relato se da cuando los personajes deciden vagar y recorrer por separado las adyacencias del paraje turístico y es, en ese momento, cuando la lluvia da tregua. Luego de esta primera parte se termina de delinear a Lucía como la protagonista (pequeño gran papel de Malú Chouza). Su personaje busca, explora y descubre pero siempre está alerta, como le dice su padre en un momento, lo cual no la deja exenta de caer en “cosas” de adolescente aunque siempre con la capacidad intuitiva para saber cuándo tomar distancia. Al igual que Lucía, los otros personajes también luchan, no sólo contra el contexto gris de un lugar turístico que invita a volverse por donde se vino, sino también contra sus impulsos e incontinencias en la relación con el otro. Es decir, entre los tres puede haber momentos de risas y momentos de silencio sepulcral, sin escalas.
Tanta Agua puede parecer lineal y ligera pero no propone un postulado grave sobre la adolescencia o la paternidad llevada a los tumbos, expone en cambio las contradicciones en tres etapas del crecimiento: la niñez, la adolescencia y sí, también la adultez. En ninguna de ellas hay una mirada sesgada sino bien orgánica, en la que conviven estados contradictorios. Esta ópera prima de las uruguayas Ana Guevara y Leticia Jorge plantea también algunos dilemas, juegos y especialmente la necesidad de moverse, aunque la posibilidad de mojarse pueda ser muy alta…
Por José Tripodero