SENTIRSE BIEN EN LA GENERALIDAD
La carrera de George Clooney como realizador tuvo un comienzo que auguraba una anomalía positiva de actores que pasaban a la dirección. Sus dos primeros trabajos, Confesiones de una mente peligrosa (2002) y Buenas noches, buena suerte (2005) aventuraban a pensar que sus intereses e ideas estéticas no se iban a estancar. En su devenir, la filmografía se desdibujó con Secretos de estado (2011), un drama sobre el desencanto político de un joven que trabajaba para un candidato, y Operación monumento (2014), la historia de un grupo de soldados que salva unas obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial. Suburbicon: bienvenidos al paraíso (2017) alentó lo que podría considerarse un regreso mordaz a su ópera prima. Todo se desestimó con Cielo de medianoche (2020), una película apocalíptica de carácter existencialista que fue ignorada por completo pese a la segunda vida a la que pudo aspirar por sus conexiones superficiales con la pandemia. Así llegamos a su más reciente película: The Tender Bar, una “feel good movie” para sentirse bien. ¿Necesaria para estos tiempos? Veamos…
“El cine se hace para el futuro”, reza algún adagio. Por tanto, hacer retrospectiva con la pandemia se complica. Aún así, podemos pensar algunas películas de la “cuarentena” que nunca rebotaron en el público ni en la crítica. Incluso en esos intentos –bienintencionados, por supuesto- se esconde el oportunismo sentimentalista, el cual en muchas oportunidades tuvo de rehén al cine. La nueva película de Clooney viene a querer presentarle al mundo anhelos e ilusiones de un sol que se asoma después de una tormenta como la que vive el mundo por el Covid-19. The Tender Bar es una historia que mide bien las dosis lacrimógenas y las inyecciones de esperanza para marcar la diferencia en la vida. Aquí el relato versa sobre las experiencias de J.R. Moehringer y sus memorias juveniles; desde la pobreza en la niñez hasta la universidad. El llamado coming of age es un género que en sus cualidades presenta el crecimiento en cámara de un personaje (inocencia, ilusiones, frustraciones, figuras paternas, etc.), pero esta película se detiene solo en eso, en sostener ciertas reglas y no avanzar sobre la singularidad.
The Tender Bar es, en primer lugar, una elección rara dentro de la filmografía de Clooney, pero resulta más extraño aún que no se perciba una inoculación particular ni propia a la historia ya contada por enésima vez. La vida de un escritor que nace pobre, crece, se educa en la “universidad de la calle” y luego, gracias al mérito propio (y un poco a la suerte), alcanza sus metas cumpliendo el sueño de asistir a una universidad prestigiosa. Lo mejor de todo es la actuación (¿o presencia?) de Tye Sheridan, una de las apariciones más interesantes de los últimos años. De la misma generación de Timothée Chalamet, aunque por supuesto sin su nivel de prensa ni de presencia en redes sociales, está encaminado para hacerse un nombre en el cine más adulto. Su rostro, sin ser hegemónico, es de los que resplandecen sin necesidad de acudir a la sobreactuación. Es interesante el ejercicio que puede hacerse al comparar The Card Counter de Paul Schrader (una de las maravillas del año anterior) con este film. Entre ambos hay un abismo cualitativo, no obstante Sheridan se destaca en las dos historias, tanto en la interpretación de diálogos más elaborados como en aquellos que parecen salidos de una base preconfigurada. Eso es The Tender Bar: un compendio de estructuras, envases y frascos, todo reciclado sin ningún gramo artesanal en su elaboración.
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(Estados Unidos, 2022)
Dirección: George Clooney. Guion: William Monahan. Elenco: Tye Sheridan, Ben Afflech, Lily Rabe, Daniel Ranieri, Christopher Lloyd. Producción:George Clooney, Grant Heslov, Ted Hope. Duración: 106 minutos.