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CRÍTICAS - STREAMING

Togo

EL ESPACIO Y EL PODER

Luego de la esencial Pizza, birra, faso (1997), un film que ya trascendió su propia época de gestación y su correspondiente contexto, y ya a solas y sin Bruno Stagnaro en la dirección, Israel Adrián Caetano realizó La expresión del deseo, rodada en Córdoba, que hoy encuentra más de un eco o espejo referencial en la reciente Togo.

En aquel mediometraje de 1998 el argumento trazaba el enfrentamiento en una plaza entre un grupo de linyeras y otro de jóvenes, más violentos que el clan integrado por los recordados El Cordobés, Pablo y compañía de la opera prima compartida. Un crescendo insoportable e irrespirable trascendía a través de esos 40 minutos donde algo estaba a punto de estallar entre ambos bandos, quienes peleaban, discutían y se provocaban por ocupar un espacio de poder en ese espacio físico trabajado como un ring de boxeo o una jaula sin salida.

Togo (Diego Alonso Gómez) es un lumpen sobreviviente de otro espacio verde, alguien que ocupa un lugar y vive en esa plaza, respetado por los vecinos, trabajador y consejero, con algún compañero de ruta que lo acompaña en su silla de ruedas. Y con una hija internada por motivos relacionados a consumos varios. Togo es un personaje border que vive el día, cojeando con su bastón, reconociendo y disfrutando a su manera su hábitat, su espacio cotidiano, el lugar que le corresponde. Pero cerca de él y a metros de distancia y desde su mirada curiosa y vigilante se trafica droga, se comercia en la periferia de su espacio. Esa plaza de Montevideo, que recuerda a la de La expresión del deseo, también mostrará un conflicto a punto de estallar, un mundo que explotará en cualquier momento de la trama.

Pero existen diferencias entre una película y otra. En Togo la historia se aleja de ese espacio casi único para ofrecer las visitas del padre a su hija internada. Y, además, surge un personaje novedoso: una chica que se droga y que no desea volver a su casa, motivo por el que inicia una amistad con el personaje principal. Allí Togo ingresa en una zona discutible y de conflicto que recuerda a aquello menos interesante del cine de José Campusano: su espíritu aleccionador y redentor, de consejo referido al mal que provoca el consumo de drogas, a la palabra ejemplificadora que por momentos roza el mensaje institucional.

Vaya casualidad (o no tanto): más tarde que temprano pero por fin se produce un punto de encuentro entre aquella poesía del lumpenaje inaugurada por Pizza, birra, faso y esa virulencia al extremo y ese crudo realismo que exudan los mejores títulos de Campusano, por ejemplo, Vikingo, Fantasmas de la ruta y la extraordinaria Fango.

Si ese punto de encuentro entre la estética de Caetano y la de Campusano (similares con específicas diferencias) ingresa en una zona de discusión al  imponerse el mensaje por encima del mismo argumento, la violencia visceral en Togo, como era de esperar, enfatiza las virtudes de la película. Efectivamente, en los ajustes de cuentas que concibe el personaje central con los jóvenes traficantes, Togo encuentra su zona de indiscutible interés. Esas luchas cuerpo a cuerpo, ese primitivismo que transmiten las peleas, esos combates por sostener un espacio físico, y al mismo tiempo, un espacio de poder, manifiestan la mejor faceta del también creador de Bolivia, El otro hermano y Crónica de una fuga.

Allí, creo entender, Caetano se siente más que cómodo y a sus anchas.

Guión y dirección: Israel Adrián Caetano. Elenco: Diego Alonso, Catalina Arrillaga, Néstor Prieto, Luis Alberto Acosta, Sabrina Valiente, Federico Morosini. Producción: Luis Ara, Ignacio Juansolo. Duración: 92 minutos.

https://www.youtube.com/watch?v=RzgRwvch-W4

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