A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

CRÍTICAS

XXI Festival Santiago a Mil de Chile : La imaginación del futuro

Director: Marco Layera. Asistente de Dirección: Nicolás Herrera. Diseño Integral: Pablo de la Fuente. Asistente de Diseño: Josefina Fuentes.Jefe Técnico: Karl Heinz Sateler. Registro Audiovisual: Christian Zamora. Producción: La Re-sentida. Elenco: Carolina Palacios, Benjamín Westfall, Carolina de la Maza, José Soza, Ignacio Fuica, Diego Acuña, Pedro Muñoz, Benjamín Cortés. Dramaturgia: La Re-sentida. Música: Marcello Martínez.Prensa: Pilar Subriabe.

Las historias de lesa humanidad, no pertenecen sólo al país que es víctima de este delito, sino a la humanidad toda.

Son las últimas horas de Allende en la Moneda, cuando ya fue obligado a dejar el mando y decide hablarle al pueblo chileno. La puesta en escena de esta obra será el intento de grabar al presidente de la manera más conveniente para que diga su discurso de despedida y abandone el poder. El espacio escénico es un set de grabación de tv y los asesores de Allende son los directores de arte, que buscan las maneras más descabelladas para que sus palabras logren mayor efecto.

El presidente está tras su escritorio y un telón de fondo muestra La Moneda. Pero los asesores piensan en otro decorado buscando mayor intensidad dramática. Eligen un fondo rojo pero concluyen que el color se encuentra demasiado relacionado al comunismo; prueban que esté parado y de sport en un campo verde con dos maniquíes de niños a los costados, lo que lo mostraría relacionado a la naturaleza, la inocencia y todo lo que es sano y bueno. Pero se ve muy artificial. Vuelven a sentar al presidente en su escritorio y ahora discurren sobre las palabras del discurso. Las frases del Allende original les suenan demodée o poco positivas. La ironía que todo el tiempo impregna las acciones es inteligente y valiente.

Respecto de cada ítem sus ministros se tiran responsabilidades uno al otro, se ponen nerviosos y cuando esto ocurre buscan una “Coca-cola light”. Se pelean de palabra, de manos y cada vez se vuelven más rastreros, en un claro símil que a modo de tesis, denunciaría una verdad posible en la historia, respecto de cómo pudieron ser los reales asesores de Allende. La parodia y el humor negro no paran, manejadas con mucha lucidez. El Presidente está cansado y se queda dormido ante las payasadas de su equipo que discute nimiedades cuando el país se debate su peor momento. “Esta viejo”, “ya no sirve”, expresan con desdén. Y deciden llevarlo a descansar fuera de escena. Allí comenzará un movimiento de libertinaje de los ministros que se toman un tiempo libre abusando del dinero del estado, yéndose de vacaciones y consumiendo droga de manera burda.

Pero todo se frena cuando uno de los actores toma un micrófono para decir que en realidad no sabían si podían hacer una obra de teatro con arte, es decir mediante la ficción. Y que por ello deciden recurrir a la verdad cruda. Así nos presentan a un niño “real” que nunca pudo ir a la escuela ni podrá ir a la universidad porque el estado no pone a su disposición la universidad gratuita. Que en el futuro participará de una marcha para peticionar a las autoridades y lo reprimirán; que caerá en la droga. Que la sociedad lo despreciara y morirá a los 15 años. Y el actor ofrece al público la opción de juntar dinero para que el niño tenga un futuro mejor. De esta manera, junto a otro actor y una actriz que llevan un sombrero y una cámara, baja con el micrófono hacia el público. Alguna gente les da dinero, otra no. Y la actriz realiza un acto dramático por el cual se queda en topless preguntándole a un espectador qué es lo que quiere que haga para ayudar al niño: si quiere su cuerpo o que le haga una fellatio. Este acto violento es observado por el público, entre risas y nervios.

El presidente está durmiendo y uno de los maniquíes se transforma en una niña que le habla en sueños, diciéndole que si él no renuncia a ella le van a matar a los padres y le van a meter una rata por la vagina que le va a comer las tripas. Que por favor renuncie. El presidente despierta diciéndoles a sus asesores que “ni buenos titiriteros saben ser”. La ironía continúa sagaz y la energía que la compañía despliega es remarcable, especialmente para lo que suele verse en actores chilenos, cuyas actuaciones suelen ser bastante contenidas.

Las amenazas de los militares para entregar el mando se hacen más intensas y los asesores impulsan a Allende a subirse a un lugar alto de La Moneda para dirigirse a su pueblo. En la obra este lugar es el dispenser de Coca-Cola, en otro rapto de oscura parodia. El presidente sube y está por hablar cuando uno de ellos le dice: “ya esta, presidente”, “se acabó”. Allende lo mira y vuelve a dirigir su mirada al pueblo: “se abrirán las grandes Alamedas”. El joven grita: “¡Basta presidente, se terminó!”. Allende mira al muchacho sin comprender y la explicación de éste es: “¿en serio creía que su proyecto funcionaría? ¿No era otro capricho burgués más?” En la sala hubo un silencio muy incómodo.

La escenografía es excelente: los tres escritorios, el sillón moderno de color negro y el dispenser de Coca-Cola. Cada fondo, el telón de La Moneda y el dibujo que sobre él hace la madre del niño muerto. Los seis o más trípodes con tachos de iluminación de un set de tv, que además de ser parte de la escenografía, funcionan en el diseño lumínico. Los maniquíes hechos títere, todas las actuaciones, y hasta la dirección. Todo está muy bien. Excepto un detalle: el mensaje.

La compañía autodenomina el género de su obra como perteneciente al teatro político, es por esto que no podemos quedarnos únicamente en un análisis estético y una descripción técnica. Ya que esto no bastaría para definir lo que la obra comunica. Así como el género de la danza no siempre transmite un tema y así como el teatro de vanguardia no siempre es literal, por el contrario, el teatro político se caracteriza por tomar posición desde una ideología y defenderla, a través de las herramientas teatrales que son la actuación, el texto, la escenografía, la iluminación, el sonido y otros elementos visuales. El teatro político no puede atacar lo mismo que está defendiendo. Y un análisis serio no podría aplaudir un gol a favor y un gol en contra.

A menos que todo esté justificado por un amarillismo que hace abuso del trabajo y renombre de los grandes líderes políticos y las consecuencias nefastas, no de sus proyectos sino de los intereses del poder que de facto manejó a la fuerza por un período a una nación. El amarillismo sobre cualquier crimen de lesa humanidad.

En los Diálogos que el Festival ofrece para que el público pueda conocer más sobre el trabajo de la compañía, el director explicaba que en Francia los habían abucheado por esta forma de mostrar a Allende. Y luego relatan al pasar las supuestas dificultades que tendrían los teatristas franceses para poder trabajar con niños o animales en el escenario, ya que “tienen derechos para todo” -aseguró molesto. Y agregó: “la verdad, acá estamos mejor”.  Quien escribe no se sintió bien y tuvo que abandonar la sala.

Porque angustia ver que un país tan hermano, que vivió el mismo proceso militar que Argentina, no pudo hacer justicia con sus asesinos. Y angustia sobretodo, ver que sigue hoy sin poder hacer nada contra cualquier yugo, confundiendo gente joven, a semejante nivel: la ubicación de los derechos humanos.

Teatro: Centro Cultural Matucana 100.

Funciones: del 12 al 14 de Enero. 20 hs.

calificacion_1

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter