Jacques Rozier, nacido en Paris en 1926, falleció en 2023 a la edad de 96 años. Dirigió cinco largometrajes, aunque ninguno fue estrenado en Argentina, con lo que es relativamente desconocido, fuera del mundo cinéfilo.
El BAFICI, en su edición número 26, brinda la oportunidad de acceder a su obra casi completa, muy a menudo en copias restauradas. Además de sus cinco largometrajes, se ha programado una función donde se incluyen tres cortos y un medio metraje. Finalmente se ha agregado un documental reciente de 2024, donde se repasa casi toda su obra fílmica.
Rozier debuta en el largometraje en 1962, cuando Adieu Philippine se presenta en el Festival de Cannes, en la que fue la primera edición de la Semaine de la Critique. El título del film es difícil de traducir, ya que se trata de una expresión que usan los franceses para designar un tipo de juegos de niños. La película se filmó casi sin guion, con actores en su mayoría no profesionales (salvo el italiano Vittorio Caprioli). Uno de los tres personajes centrales es Michel (Jean-Claude Aimini), un ayudante de cámara de la televisión, quien antes de ser alistado por el ejército con destino a Argelia, decide pasar uno días en Córcega. Allí conoce a dos amigas inseparables: Liliane (Yvélin Céry) y Juliette (Stefania Sabatini) con las que establece sendos vínculos amorosos. Film elogiado por Godard y Truffaut, ambos destacando la frescura de las imágenes y donde la música (charleston, cha cha cha) tienen un aporte significativo al clima de libertad, en que se desenvuelven los personajes centrales.
Rozier tuvo que esperar nueve años, ante el fracaso comercial de su opera prima, antes de volver a filmar. Du coté d’Orouët, tiene algunos puntos en común, al transcurrir también en la costa (oeste de Francia), con esta vez tres amigas parisinas que deciden pasar unas vacaciones (en pleno otoño) en una casa prestada. Se les aparecerá Gilbert, el jefe de una de ellas, un joven poco agraciado a quien autorizan instalar una “carpa” en el jardín. Bernard Menez, que volvería a actuar bajo la dirección de Rozier (y Pascal Thomas) se roba la película, al componer un personaje estrafalario, del que las tres amigas se burlan además de usarlo como “cocinero” (escenas antológicas con anguilas y otros pescados). En verdad se burlan de él, sobre todo porque se emborracha fácilmente, hasta que en algún momento no aguanta más, cansado de ser “tratado como un imbécil”. Pese a durar más de dos horas y media, incluyendo el regreso a Paris, “Orouët” (título en inglés) nuevamente sorprende por la autenticidad de los diálogos, con mayoría de intérpretes (salvo Menez) virtualmente desconocidos.
No es el caso de Les naufragés de l’ile de la Tortue (1974), un primer paso en falso de Rozier, pese a contar esta vez con actores profesionales como Pierre Richard y Jacques Villeret (Le diner des cons). La trama es sencilla y tiene a Jean Arthur (Richard) proponiendo un tour al Caribe, al que denomina “Robinson Crusoe”, en que nada está organizado. Junto a Petit Nono (Villeret) parten a las Antillas con seis turistas que pagan tres mil francos cada uno, por un tour en que por ese monto “no se les asegura nada” bueno en una isla aparentemente desierta. Casi dos horas y media de un film donde predomina el tedio y escasea el humor, especialmente en la segunda parte (en la isla), ya que la primera entretiene en las escenas en la agencia de viajes, donde ambos personajes trabajan.
En opinión de este cronista, Maine-Océan (1986), el cuarto largometraje de Rozier, es su mejor film y donde se rodeó de un conjunto impecable de actores profesionales, en general figuras algo conocidas, aun no siendo nombres rutilantes. En lo que parece ser una constante de sus películas, gran parte de la acción trascurre en lugares que podríamos caracterizar como “costaneros”, alejados de las grandes multitudes. El título refiere a un tren que une Paris con Saint Nazaire (noroeste de Francia), pasando por Le Mans, Angers y Nantes. Dejenira, una modelo brasileña toma el tren en la capital francesa y se dirige a la costa para conocer el Océano Atlántico, del “otro lado de su país”. Pero comete el error de no validar (composter) su pasaje, antes de abordarlo. Uno de los que controla su billete es Le Garrec (Bernard Menez), en rol opuesto al de Orouët. Como ella afirma haberlo pagado se resiste a pagarlo de nuevo, más la multa. Esa primera escena (poco más de un cuarto de hora) es brillante ya que a la terquedad del controlador se le opone Mimi (Lydia Feld) una magistrada que viaja en el tren y Lucien (Luis Rego), el compañero de Le Garrec. La acción se traslada a un juzgado donde Mimi defiende a un marinero violento Petitgas (Yves Afonso). Que todos esos personajes, más un empresario (Pedro Armendariz Jr.) de la bailarina de Brasil, terminen en una isla (Ile d’Yeu), es un logro notable de Rozier. Y que allí se arme un “show” musical donde ella danza, a Le Garrec el empresario le augura que será el próximo Maurce Chevallier, y todos bailan al ritmo de “Meu caro amigo” (voz de Chico Buarque) un prodigio. Mejor no adelantar más de la trama y solo alentar a ver Maine-Océan.
Fifi Martingale (2001), el quinto y último largometraje de Rozier es tan decepcionante que ni siquiera se estrenó en Francia y fue el último de Jean Lefebvre y entre los actores hay algunos de su obra inmediatamente anterior (Afonso, Rego). No parece casual que el documental Jacques Rozier. D’une vague a l’autre ni siquiera lo mencione, pese a que su realizador (Emmanuel Barnault) lo dirigió en 2024, ya fallecido Rozier. La recomendación es verlo, “luego” de los largometrajes recomendados y de los cortos que integran otra función del BAFICI. Hay dos sobre la filmación de El desprecio de Godard: Paparazzi, el más extenso, se refiere a los fotógrafos que, muy a menudo, intentaban captar con sus grandes angulares a Bardot. El otro Le parti des choses- Bardot et Godard, puede fungir como un “making of”. De los restantes cortos es más recomendable Blue Jeans (1957), temprano film filmado en un Cannes hoy poco reconocible, incluyendo la rue Antibes. En cambio, Nono Nénesse, es en verdad un proyecto inacabado con Villeret y Menez, codirigido por Pascal Thomas (Pleure pas la bouche pleine, también con el actor preferido de Rozier).