Cobertura
exclusiva desde NY por Carla Cuesta
Alan
Partridge
es una comedia desopilante centrada en el personaje del título. Creado por
Steve Coogan hace 20 años para la BBC, Partridge comenzó en la radio y fue
migrando a distintos géneros: televisión, serie web, un falso talk show y una autobiografía.
Sólo faltaba uno, el cine.
En la película, Alan es un célebre DJ de la
radio de su pueblo, en el condado de Norfolk, Inglaterra. Cuando la emisora
cambia repentinamente de dueño, su colega y amigo Pat (Colm Meaney) pierde su
trabajo. En su frustración, el susodicho aprovecha la fiesta de lanzamiento del
nuevo grupo mediático para tomar como rehenes a todos los miembros de la
estación, a excepción de Alan, que casualmente se encuentra fuera del edificio.
Así, Partridge se convierte en mediador entre Pat y la policía. Lo que sigue es
una secuencia de hechos cada vez más delirantes. En el circo mediático que se
genera alrededor de la toma de rehenes, Partridge ve su rol de mediador como
una oportunidad para hacer avanzar su carrera.
Creada a partir de improvisaciones, la
historia se apoya en la pericia de Coogan como comediante, sin duda uno de los
pocos que logra hacer reír de manera casi constante. Asimismo, todo el elenco
tiene un timing cómico impecable. Las expresiones faciales, la rapidez de los
diálogos y el absurdo de las situaciones, hacen que el espectador ría casi
ininterrumpidamente durante los 90 minutos que dura el film. Quizá el gran
acierto de Alan Partridge es el
balance perfecto entre delirio y realismo: suficiente absurdo para ser
gracioso, pero con la dosis de realismo necesaria para la identificación.
La dirección recayó
en Declan Lowny, veterano director de comedias. Lowny fue el responsable de
contagiar la desprolijidad característica de Partridge a la película. Para
ello, corrió tras los actores cámara en mano e incluyó tomas fuera de foco.
Otro desafío para Lowny fue dirigir a Coogan, que luego de 20 años
interpretando a su personaje lo conoce mejor que nadie.
El film tiene una banda de sonido amena y
divertida que refuerza el ridículo de los hechos y proporciona un cierto sabor
a programa de radio. La fotografía también es impecable y nos permite apreciar
la belleza del pequeño pueblo rural y la playa donde se sitúa. Más allá de que
Coogan crea que Alan Partridge es
demasiado británica como para ser un éxito internacional (posiblemente con
razón, el eje es autóctono), la película tiene un encanto universal que
disfrutará cualquier amante de la comedia, independientemente de su origen…