Si bien el día de hoy dejó mucho que desear en cuanto a materia cinematográfica, marca el fin de la primera semana de festival, y muchos sienten -como decía el último tema que Sinatra cantó en vivo- que lo mejor está aún por llegar.
El evento del día fue, sin dudas, la proyección de Erase una vez en América, con un corte de 256 minutos, preservando la estructura original del director Sergio Leone. No faltaron a la cita parte del cast: Robert De Niro, James Woods, Treat Williams y William Forsythe. De más está decir que acapararon toda la atención de flashes y público, esperando tras vallas para poder ver a este gran cuarteto de actores.
Saint Laurent, de Bertrand Bonello
Estamos ante el retrato no oficial que abarca una faceta de la vida del diseñador de modas Yves Saint Laurent. Bonello decide alejarse del intento de realizar una biopic y por el contrario, elige arrancar en el instante en que YSL se consagra en el mundo de la moda, dejando de lado sus comienzos como diseñador.
Saint Laurent es un film desequilibrado. De acuerdo a su estructura, se desdobla entre lo acontecido durante los 70 y los últimos días del artista. Surgen comparaciones evidentes entre edades y facetas vividas, como si se tratase de dos Saint Laurent completamente distintos: el YSL joven en el apogeo de inspiración versus el entrado en años, obsecuente y apagado, mostrado como una sombra de lo que alguna vez fue.
Uno de los rasgos más recordados del cine de Bonello es la carga erótica que mantenía viva en sus films, especialmente en L’Apollonide. Por el contrario, en Saint Laurent, Bonello opta por retratar al artista de una manera sentimentalista más que sensual. En este caso, apenas utiliza dos desnudos frontales masculinos, gratuitamente.
Saint Laurent funciona para tener una vaga y general idea acerca de los imperios de la moda y algunas cuestiones internas sobre los negocios realizados en consecuencia. Es reiterada la mención a que los diseñadores de moda murieron con YSL, generando así -como si fuera poco- el súmmum de la egolatría.
Por José Luis De Lorenzo