Dedicado a Daniela
amante de la cultura coreana
quien me brinda todo tipo de conocimientos sobre ella.
UN SALTO AL AYER
En la vasta teoría sobre el cine de Alfred Hitchcock hay un elemento que se reitera en varias de sus obras, el Hobby. Este ayuda a (re)construir no solo el carácter y arco emocional del/la protagonista de turno; también es una herramienta con la que se entiende y enfrenta al mundo en todas sus variantes adversas. Un ejemplo es Norman Bates y su pasión por la taxidermia, más allá de otras pasiones como travestirse o acuchillar fría e inhumanamente a quien perturbe sus delirantes estados emocionales. Algo de esto hay en Hitman: Agent Jun, de Won-sub Choi, comedia de acción, espionaje y suspenso a la manera de True Lies (1994) de James Cameron pero con un tono mucho más absurdo, disparatado y lúdico.
La historia arranca con un pequeño huérfano que vive en la pobreza pero al que le sobra imaginación dibujando y creando comics Manga. Un día es reclutado como parte de una organización gubernamental secreta dentro de un grupo de jóvenes entrenados rigurosamente para transformarlos con los años en máquinas de matar letales, que harían sonrojar al mismísimo John Wick. El agente Jun, años más tarde y ya todo un hombre a su vez que arma mortal para todo tipo de misiones ultra secretas, jamás abandona sus ansias de artista, un hobby latente e incontrolable que divide su responsabilidad para con su país y el romántico sueño de tener éxito con ello. Cansado de tanto compromiso y riesgo físico se hace pasar por muerto para poder empezar una nueva vida: la soñada, el anhelo que desde niño veía con ojos lejanos. Hacer que ese hobby sea un oficio real.
Pasan los años, Jun es ahora Kim, un fracasado dibujante de Mangas para páginas web que lidia con el menosprecio de su mujer y la crianza de su hija en su arribo a la adolescencia. El éxito parece un sueño lejano y la realidad una pesadilla para el artista, el cual aguanta como chaleco anti balas los comentarios hechos a sus mediocres obras. Aquel deseo sepulta los fantasmas del pasado y lo que antes era un simple Hobby ahora es un recurso para poder vivir, una forma de enfrentar el mundo, digamos. Una constante Hitchcockiana si se quiere.
Un día a solas con su hija, una niña fanática del rap y el k pop, es influenciado por la sabia opinión de la pequeña: “tenes que hablar de tu historia, como lo hacen los raperos”. Así, una tarde medio en pedo Kim/Jun se pone manos a la obra y hace lo que parece ser una obra maestra, reflejando su vida y sus vivencias como agente secreto tal y como las recuerda sin cambiar nombres o situaciones. El comic es un éxito rotundo y, justo cuando parece que su sueño se ve encaminado, una sombra del pasado aparece oscureciéndolo todo porque la agencia que lo había reclutado años atrás lo busca incansablemente. Peor se las ve venir cuando un viejo rival renace de las entrañas del pasado tortuoso y vuelve reclamando venganza.
Hitman: Agente secreto es una comedia por momentos feliz, divertida, para nada pretenciosa, aunque en su visión del mundo o geopolítica surjan lecturas interesantes, la mayoría ligadas a la cultura Coreana, que pueden ayudar a la obra a ser más que un simple entretenimiento pasatista. Primero, es interesante la estructura narrativa a la que responde, en dónde el personaje de Jun/Kim debe recurrir a su pasado para narrar una historia: una caja de pandora incontenible que es a su vez el motivo de por qué la agencia anda tras sus pasos. La idea de retroceder en el tiempo, es decir “ir hacia atrás”, es funcional a la forma en que se lee un Manga (comic de origen oriental) ya que se hace en sentido inverso, de atrás para adelante. Esta idea, la argumental, en yuxtaposición con las formas del contemplar un Manga, barniza el film con un tono lúdico hasta alcanzar el desparpajo y la irresponsabilidad, muchas veces tomándose tan en solfa la historia que puede parecer un tanto excesiva (la escena final con la mujer de Kim a las piñas es hasta innecesaria y apela al sinsentido).
Las presiones sociales a las que es sometido el protagonista son una constante en la cultura coreana, donde las responsabilidades y el rendimiento son para muchos un infierno del que es jodido poder escapar. No por nada las tasas de suicidios son altísimas en ese país. El film por momentos surge como critica al establishment coreano y sus demandas, todas y cada una (siempre hablando de Corea del sur y su estado capitalista), hasta evidenciarlas de manera extrema, claro está, como sátira a la vez que fábula reparadora sobre la vida en esos pagos. No por nada la mayor presión que vemos en el personaje de Kim/Jun es laboral, y su función como padre de familia es hasta más agotadora que la vida de la que tanto escapa. Esa herencia maldita, esa carga ética y moral, es transmitida al personaje de su hija, cuyas letras de rap de autoría propia solo ven el éxito y el dinero como cumbre definitiva dentro de lo establecido culturalmente. Tanto el Manga como el rap/k pop son parte de dicha cultura, popular principalmente; ambos pueden tener una ambigüedad liberada a fuerza de mal necesario, donde hay crítica tanto como celebración, ya que no reniegan de sus logros, su necesaria pertenencia y visibilidad del resto del mundo. En definitiva, sin más rodeos, estamos hablando de una película que le debe tanto a la saga de Arma mortal como a cualquier comedia de acción hollywoodense de los 80 en adelante, y que como producto, sin ser memorable, ofrece casi dos horas muy entretenidas. El resto es puro bla, bla.
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(Corea del Sur, 2020)
Dirección: Won-sub Choi. Guion: Won-sub Choi, Jung-Ryeol Sin. Elenco: Jun-ho Jeong, Lee Ji-Won, Sang-Woo Kwon. Duración: 110 minutos.