Sala de Suicidas (Suicide Room, Polonia, 2011)
Dirección y Guión: Jan Komasa. Producción: Katarzyna Filimoniuk. Elenco: Jakub Gierszal, Roma Gasiorowska, Agata Kulesza y Krzysztof Pieczynksi. Duración: 110 minutos.
Mi mamá no me ama, mi papá no me mima
El mundo está muerto para Dominik. Tiene todo lo material que un chico de su edad podría desear: la última tecnología, ropa de moda, amigos con onda, una noviecita linda, un chofer, la mejor educación y todos los lujos que se puedan imaginar.
Pero no hay contacto humano; sus padres viven tan ocupados con sus respectivos trabajos y amantes que pueden llegar a pasar días enteros sin hablar con él. Como si esto fuese poco, cuando Dominik finalmente logra sentir (física y emocionalmente) algo por un compañero, se lo pone en ridículo a través de las redes sociales y, a posteriori, en la escuela.
Desde la subjetividad de este joven, se plantea una puesta en escena prácticamente monocromática, con una fotografía muy contrastada, que trasmite en exceso la frialdad que se quiere representar, al punto de hacer que el espectador se desconecte. Si bien la estética lúgubre responde al vacío mundo interno de Dominik, falla porque no logra trasmitir el dolor que esto le provoca. Falta la pasión que Jakub Gierszal, el actor que lo interpreta, sí logra esbozar con su actuación.
Para señalar otras cuestiones formales, las secuencias de montaje recuerdan a videoclips de bandas Emo. A estas secuencias se les suman escenas de animación 3D (cada vez más frecuentes a medida que avanza la película) que representan los momentos en los que el protagonista se conecta a la “Sala de Suicidas” (chat room exclusivo, cuya creadora es una joven suicida llamada Sylwia). Este tipo de escenas convierten a la película en un producto que, lejos de estar dirigido a los adultos consternados por el peligro de las redes sociales y la tasa de suicidios adolescentes –esto último no tan instalado en nuestra cultura como en la polaca-, pareciera estar más bien destinado a los jóvenes que siguen estas modas. Toda esta estética, sin embargo, parece cambiar radicalmente al final, con un epílogo perturbador que logra transmitir todo lo que el resto de la película no transmite.