Cuando la fórmula parece decaer o ser cuestionada, Marvel Films logra sorprender con la más reciente adaptación de otro de los superhéroes que supieron deleitar desde los comics. Ahora le toca el turno a Ant-Man: El Hombre Hormiga.
Al salir de prisión, Scott Lang (Paul Rudd) no la tiene nada fácil. Sus antecedentes como ladrón le impiden conseguir un buen trabajo y de a poco trata de recuperar su relación con Cassie (Abby Ryder Fortson), su pequeña hija. En un momento de desesperación, acepta participar en un robo a una residencia. Allí descubre que no hay dinero sino un misterioso traje que, al ponérselo, lo hará achicarse hasta el tamaño de una hormiga. No tardará en estar frente a Hank Pym (Michael Douglas), inventor del curioso vestuario, quien le propondrá una misión suicida: sabotear los planes de Darren Cross (Corey Stoll), otrora discípulo de Pym que pretende usar el efecto miniaturizado con fines tenebrosos. Scott deberá preparase y demostrar que puede ser no sólo un héroe o un superhéroe sino un minisuperhéroe, pero no por eso menos notable.
La historia forma parte del universo ya establecido por Marvel (hay referencias a Los Vengadores, y algunos cameos), pero el estilo se asemeja al de Guardianes de la Galaxia. El combo de acción, humor y toques dramáticos es de un desparpajo y una frescura propios de Star-Lord y compañía. Sí bien hay persecuciones, peleas y explosiones, ahora la escala es menos épica y más intimista, al punto de que uno de los momentos clave se desarrolla en un tren de juguete dentro de una habitación infantil.
Sí bien el director original iba a ser el excelente Edgard Wright, la responsabilidad de darle forma al asunto recayó en Peyton Reed. Aún sin una carrera a la altura de la del realizador de Shaun of the Dead, entre otras, Reed estuvo a cargo de Bring it On, Abajo el Amor, Viviendo con mi Ex y Sí, Señor. Y hasta casi tomó las riendas de la versión de Los Cuarto Fantásticos de 2005 (su plan era ambientar la acción en los ’60, cuando aparecieron esos personajes, tal como había hecho en Abajo el Amor para homenajear las comedias blancas de esa época). Aquí demuestra que no le queda grande el género superheróico, y entre gags y efectos especiales, también explora temas de redención, la compleja relación entre padres e hijas (Scott y sus acercamientos a su primogénita), y el tirante vínculo de Hank con Hope (Evangeline Lilly), quien trabaja para Cross pero se une a la causa familiar.
Más que nunca en estas películas, el foco y la expectativa estaban puestos en quién encarnaría a la figura del título. Paul Rudd debutó en Ni Idea, allá por 1995, y si bien participó en films de otros géneros, encontró su lugar dentro de la Nueva Comedia Americana, con Judd Apatow y Adam McKay de estandartes. Se nota en Ant-Man la participación de Rudd y de McKay en el guión, ya que los chistes remiten a los de aquellas películas, aunque sin el tono adulto. Por supuesto, al igual que Chris Pratt en Guardianes…, el carisma es complementando con abdominales, y es muy convincente a la hora de correr, golpear, saltar y cabalgar hormigas voladoras. Otro marginado devenido en justiciero. En ese mismo nivel está el trabajo de Michael Douglas, un mentor para este pequeño gigante, y también Corey Stoll en el papel de Cross/ Yellowjacket, y Evangeline Lilly. Sorprendente ver a Michael Peña en un rol cómico, interpretando a Luis, el mejor amigo de Scott.
Ant-Man: El Hombre Hormiga, al igual que Guardianes de la Galaxia, mantienen la frescura marveliana que tambaleó en Los Vengadores 2: Era de Ultrón, y presenta un nuevo ídolo que, como todo lo bueno, viene en frasco chico. Siguiente la tradición de Marvel, hay dos escenas adicionales: una, en medio de los créditos, relacionada con este largometraje, y otra, al final de todo, que anticipa el próximo opus de La Casa de las Ideas.
Por Matías Orta