Sábado 5 de abril.
Al ser fin de semana, y pese a una lluvia incesante, el público va llenando las salas desde temprano. No sólo las de Village Recoleta, donde se concentran la mayoría de las proyecciones, sino en todas las sedes, como el Centro Cultural San Martín y el Malba.
Como evento destacado de la jornada hay que mencionar la mesa “Pistas y huellas del policial argentino”, que contó con los responsables de la recientemente estrenada Betibú: Claudia Piñeiro (autora de la novela en la que se basa), Miguel Cohan (director) y Mercedes Morán (la Betibú del título), además del escritor Gustavo Malajovich.
Volviendo a las proyecciones, los films de competencia generan una atención especial, pero las de la sección Nocturna, como de costumbre, tienen un público fiel, dispuesto a maravillarse con extrañezas varias. Y los rescates nunca dejan de llamar la atención.
Hay de todo y para todos. Y aún queda mucho BAFICI por delante.
Si je suis perdu, c’est pas grave, de Santiago Loza (Argentina, 2014, Sección Competencia Argentina) por Emiliano Román
Traducida como si estoy perdido, no es grave, el último film del realizador Santiago Loza aborda los encuentros y desencuentros, las pérdidas y hallazgos, lo efímero y lo eterno de la vida, a través de un peculiar largometraje, que funciona como un ensayo cinematográfico de ciertas cuestiones existencialistas, plasmado en poesía en imágenes, que nos invita a un recorrido por el deseo y el vacío.
El escenario es una excusa, más allá del encanto que tiene toda ciudad francesa, cualquiera de estas vivencias pueden experimentarse en otra ciudad del mundo, pero también se re plantea el tema de la lengua, la lengua materna, la aprendida, la deseada y la pensada. Esto es a través de un taller de actuación, donde los actores encarnan distintas contingencias que se dan en el tránsito urbano, ya sea como habitantes, inmigrantes o turistas.
Partimos de la asociación libre que despierta el rostro de cada actor, para encontrarnos con pequeñas historias que se cruzan y se distancian, sin importar la resolución de las mismas. Un film interesante, riesgoso por lo diferente, que requiere la adaptación a una novedosa, pero no improvisada, forma de narrar. Algunas viñetas son más interesantes que otras, en otros momentos se nos presenta algún tipo de desconcierto y cansancio por no estar acostumbrados a esta modalidad de películas, pero después de todo, si estás perdido, no es grave.
Elektro Moksva. Asambleas electrónicas, de Dominik Spritzendorfer y Elena Tikhonova (Austria, 2013 – Música), por Martín Chiavarino
La caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y del régimen comunista que imperaba en la Europa del Este se debió a distintos factores relativos a sus contradicciones económicas, al desgaste de la lucha contra los países capitalistas y a su ortodoxia política y cultural. A nivel cultural, el régimen soviético rechazó muchas formas artísticas como burguesas condenándolas y prohibiéndolas, de manera que la representación de cualquiera de estas manifestaciones se convirtió en un delito y en parte de una cultura clandestina que minó con el tiempo los cimientos de la estructura ideológica comunista.
Elektro Moksva construye un relato magnifico que relaciona el sueño soviético comunista, la masificación de la electricidad en Rusia con la Revolución y el surgimiento de los primeros instrumentos electrónicos creados por el ingeniero León Theremin, uno de los inventores más prolíficos que ha tenido el Siglo XX. A la reconstrucción histórica, las entrevistas y el material de archivo se le suma la indagación sobre los músicos y la escena electrónica clandestina de la U.R.S.S., la recuperación en la actualidad de los viejos instrumentos de la época soviética, las vanguardias que reciclan partes de juguetes chinos para construir nuevos instrumentos y buscar nuevos sonidos.
El documental de Dominik Spritzendorfer y Elena Tikhonova es una historia de resistencia cultural a través de las reflexiones y la búsqueda de sus protagonistas en una era en la cual una decisión cultural también consistía en una señal de rebelión política intolerable por el Estado. El debate por el arte comprometido y el arte por el arte nunca termina y siempre se cobra nuevas víctimas en una lucha que sigue su curso en un país donde la pasión y la ampulosidad es la regla.
Mauro, de Hernán Roselli (Argentina, 2014 – Competencia Internacional) por E.R.
Opera prima de Hernán Roselli, que relata la historia de Mauro, un hombre del conurbano bonaerense que se gana la vida como pasador de billetes falsos, y la fabricación de los mismos, en un pequeño taller que montó junto a su amigo y la mujer de este.
Con una fuerte impronta realista, más allá del “curro” de Mauro, se desarrolla la vida del mismo, los conflictos y deseos, el amor, los vínculos, los triángulos, así como sus propias limitaciones subjetivas. Bajo una modalidad intimista, Roselli insiste en mostrarnos lo aparentemente trivial, aquellas partes aburridas de la vida, que no aportan mucho a un conflicto narrativo central (que es el tema de la falsificación), pero que delinean el día a día de cada quien y logra una notable construcción de los personajes, gracias también a la credibilidad absoluta de las interpretaciones.
Quizás la debilidad del film, radique en esto mismo, en su fortaleza, el realismo y detallismo costumbrista excesivo, restan fuerza al conflicto primario en desmedro de la intensidad narrativa. Quedan muchos baches sueltos en la historia central, dejando un relato interesante en el armado de la personalidad de sus protagonistas, pero débil en cuanto al recorrido del principal conflicto que planeta la película.