PIENSO, LUEGO EXISTO
Llegó Barbie, sí la esperadísima nueva película de Greta Gerwig, en la que se ponen en juego un abanico de cuestiones, muchas de ellas derivadas hacia el futuro de la industria, no por nada la campaña de prensa es tan gigante como las expectativas tejidas en estos últimos meses. Desde una mirada algo oblicua, puede pensarse en cómo una muñeca que no tiene una base narrativa se transforma en un objeto de transposición. Los procedimientos, en el pasaje de una obra perteneciente a un medio o lenguaje distinto casi siempre se ponen en marcha cuando la fuente presenta, al menos, un hilo argumental. En Barbie el carácter transpositivo está en lo icónico de la figura, porque se trata de un juguete representativo de varias generaciones -en su gran mayoría de niñas- y allí está el meollo de todo el asunto dramático.
El esqueleto de la película es muy simple, casi que podría ser un ejemplo de Joseph Campbell o de cualquier teórico que explica narrativa, en lo que se conoce como “el camino del héroe”. El equilibrio y la armonía de una rutina se rompen en Barbieland cuando la Barbie más Barbie de todas (Margot Robbie, quién más) descubre un hoyo existencial en su cerebro, mientras baila una coreografía salida de un musical rompe con la siguiente pregunta: “¿Alguna vez pensaron en morirse?”, dice en voz alta. Punto de partida para desovillar la crisis personal, aunque, indefectiblemente de todo su entorno. Hasta aquí no hay nada nuevo en un personaje obligado a transitar un camino, el cual lo transformará y dejará en el punto del que partió, aunque nutrido con varias experiencias tatuadas en su ser.
Gerwig y Noah Baumbach (pareja de la directora y coguionista) tocan el timbre de cada posta durante el trayecto en la aventura de Barbie. Una de las estaciones es el encuentro con la “Barbie rarita”, la muñeca que viene a representar el lado oscuro como juguete intervenido con cortes de pelo, rostro pintarrajeado y otras customizaciones realizadas por las niñas, como producto de una catarsis o necesidad expresiva volcada en las posibilidades presentadas por la muñeca, como si se tratara de un lienzo. Allí apunta la historia, en la idea de un descontento y un desencanto, sentimientos por los que pasan muchos de los personajes importantes. Uno de ellos es Ken (Ryan Gosling), el muñeco de unión indivisible con la protagonista se embarca junto a ella al peligroso viaje hacia el mundo real.
Los cruces entre personajes de un mundo de fantasía y otros de un mundo diario, visto y representado en diversas oportunidades, tienen su peso específico en los momentos donde los diálogos más descalibrados -de lo que podría ser un eje del estereotipo Barbie- brotan en grageas de comedia algo punzante y, particularmente, metadiscursivas. Gerwig se nota muy preocupada por atender ciertos lugares comunes del imaginario que su protagonista representa, por ejemplo, a los genitales de los muñecos cuando Barbie y Kent se acercan a un grupo de trabajadores de la construcción o cuando Mattel, en la figura de su CEO (Will Ferrell) admite errores o en la incómoda presentación de los jefes de los diferentes departamentos, sin tener en ellos ni una sola mujer en puestos jerárquicos.
Más problemático resulta el monólogo de la niña, la supuesta desencadenante de la tragedia existencial de Barbie, en el que declama casi un decálogo de todos los males constituidos en esa figura perfecta y hegemónica. Sobre este punto la película redobla su apuesta y apunta a las causas de cierta pérdida de frescura porque las niñas ya no juegan y ni siquiera piensan en la muñeca Barbie. Tal profunda es la estocada que la muñeca llora y lo hace en muchos momentos de la historia, la indiferencia del público natural por generaciones es lo que destroza a la protagonista, mucho más que ciertos improperios arrojados como “fascista”. Los desafíos transpositivos también se ubican en la arista expresiva, si las facciones de la muñeca siempre dejan entrever un estado de ánimo sonriente, cómo podría pensarse en una construcción depresiva para un icono de la perfección, el resultado es un balance entre los colores pasteles de una luminosidad artificial y la oscuridad lavada de un existencialismo moderado. En ambas zonas Margot Robbie demuestra su status actual de estrella cautivadora y reina del mainstream menos tóxico.
Se la puede acusar a Gerwig y a su marido de quitarle el capuchón a los resaltadores en algunos pasajes, ahora bien, los temas tratados aquí no estaban ni en las presuposiciones más progresistas, tan solo se estimaba una historia rodeada por el miedo a la muerte o al perecimiento, tratándose de un juguete. Para Barbie el mundo real es un escenario contaminante para su encanto, hasta que se cruza con Gloria (América Ferrara) y su hija preadolescente. Son ellas los instrumentos aleccionadores, mientras que para Ken es una fuente de conocimiento distorsionada en una búsqueda, también existencial, pero accidentada. Su regreso a Barbieland es para destruir todo aquello que las Barbie habían cimentado, y lo hace bajo un régimen patriarcal (se pronuncia más la palabra “patriarcado” que Mattel en la película) donde las muñecas ahora sólo son la servidumbre para los Ken.
El vitalismo de la película nunca deja de ser la transformación de Barbie, a pesar de perseguir un objetivo individual, el espíritu colectivo es el motor de la contraofensiva para recuperar el mundo de la fantasía, que no es más que la manera pretendida por Mattel, en la caricaturización de su CEO y los ejecutivos. La gran llave resolutoria del conflicto es un personaje de mediana edad: Gloria, la “niña” que alguna vez jugó con esas muñecas y hoy es una mujer desilusionada por no haber alcanzado ciertos estándares, los cuales parecía emanar Barbie desde su cuerpo inmaculado. Tal punto de vista es el que sugiere la historia, porque el relato de Gerwig no apunta a una generación nueva de niñas, sino a una lectura posible sobre Barbie bajo la visión de mujeres adultas. Es así que el prólogo con la parodia a 2001: Odisea del espacio cobra resignificación una vez terminada la película, ya no son niñas jugando a ser mamá con un bebote de plástico, con Barbie esas niñas (hoy adultas) jugaban a ser grandes. La línea diálogo final, con una sola visión, podría considerarse rupturista, que el paso del tiempo la deje como un mero intento efectista es algo de lo que la película no está exenta.
(Reino Unido, Estados Unidos, 2023)
Dirección: Greta Gerwig. Guion: Greta Gerwig, Noah Baumbach. Elenco: Margot Robbie, Ryan Gosling, Will Ferrell, John Cena, Dua Lipa, Michael Cera. Producción: Tom Ackerley, Robbie Brenner, David Heyman, Margot Robbie. Duración: 114 minutos.