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CRÍTICAS - CINE

Batman: La Broma Mortal (Batman: The Killing Joke)

(Estados Unidos, 2016)

Dirección: Sam Liu. Guión: Brian Azzarello. Elenco: Mark Hamill, Kevin Conroy, Tara Strong, Ray Wise, Maury Sterling, Brian George, Robin Atkin Downes, Nolan North, John DiMaggio, Kari Wahlgren. Producción: Alan Burnett, Sam Register, Michael Uslan, Benjamin Melniker y Bruce Timm. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 76 minutos.

Sólo un mal día…

Dentro de lo que fue la reestructuración estilística del mercado de los cómics en la década del 80 y su acercamiento a cierto marco de referencias de los consumos culturales del público adulto, Batman: The Killing Joke de 1988 constituyó un pivote insoslayable del período y en esencia le permitió a su autor principal, Alan Moore, viabilizar un ataque muy poco sutil a los fans tradicionales de las historietas, a quienes les refregó en la cara todo lo fundamentalistas, infantiles y obtusos que suelen ser. ¿Pero exactamente cómo llevó a cabo la embestida? Mediante una novela gráfica autocontenida y diminuta en la que articuló un triple insulto para con el “catálogo sagrado” -construido a lo largo de los años- en torno al personaje creado por Bob Kane y Bill Finger: en primera instancia destruyó la vida de Batichica/ Bárbara Gordon, luego humilló sin piedad a su padre, el jefe de policía de Ciudad Gótica James Gordon, y en último término empardó la idiosincrasia de Batman y el Guasón, el villano central de la saga, dándole a este último una génesis de tono humanista.

Como las ironías históricas siempre están a la orden del día, Batman: The Killing Joke en sí progresivamente se transformó en un trabajo canónico y en verdad revolucionario dentro del microcosmos de los cómics, circunstancia que a su vez posibilitó que hoy estemos ante una traslación animada de la admirable one-shot escrita por Moore, dibujada por Brian Bolland y coloreada por John Higgins. La película resultante está bastante bien aunque no llega a ser una maravilla debido a la reducida extensión del material de base (lo que obligó al equipo creativo a incorporar un primer acto ausente en la historieta original) y en función de la propia naturaleza inconformista del opus de los británicos (casi por completo a contrapelo de los mamotretos conservadores y pasteurizados de superhéroes del mainstream contemporáneo). El prólogo en cuestión apuntala un background para Batichica con el objetivo de que duela aún más su tragedia posterior y para ampliar el metraje hasta los 70 minutos reglamentarios -en promedio- de todas las adaptaciones animadas recientes de DC.

Aquí el realizador Sam Liu y el guionista Brian Azzarello se esmeran en ser respetuosos con relación al cómic de 1988 e incluso se permiten alguna que otra licencia con vistas a “igualar” el trasfondo agresivo e iconoclasta de la obra de Moore, especialmente en lo que atañe al comentado encuentro sexual entre Bárbara y el encapotado. Batman: La Broma Mortal (Batman: The Killing Joke, 2016) arrastra los pros y los contras de las más de veinte propuestas animadas que desde el 2007 hasta la actualidad pretenden usufructuar lo poco que queda por usufructuar en el universo ajado de los superhéroes. En el campo positivo se puede decir que los CGI son prolijos y no se apartan demasiado de lo hecho por Bolland, demostrando a fin de cuentas que el equipo responsable hizo lo que pudo de acuerdo al presupuesto asignado por la alianza productora entre DC y la Warner: por lo general esta unión deriva en “directos a video” aunque en esta coyuntura, gracias a la mística del trabajo de Moore, se complementó el lanzamiento con algunas proyecciones a lo largo del globo.

Por supuesto que el británico, en el improbable caso de que viera el film que nos ocupa, de seguro lo odiaría porque en primera instancia él mismo minimizó en varias ocasiones su cómic de los 80 y aquel “tratamiento Watchmen” para con Batman, y en segundo término debido a que los capítulos posteriores al prólogo, los que se meten con la narración de la novela gráfica, carecen del dinamismo conceptual y literario del texto de Moore. Dicho de otro modo, las palabras del inglés están en el opus de Liu y Azzarello pero sin la potencia discursiva ni el orden ni la belleza del original, panorama que por cierto no es del todo culpa del dúo sino de un entorno cinematográfico saturado de productos inspirados en cómics, los cuales son festejados por sectores que se autodenominan “cinéfilos” cuando en realidad no son más que turistas y aplaudidores acríticos de cualquier exponente de la cultura chatarra actual (en la orilla contraria tenemos a los trolls del cine, a quienes nada les viene bien, siempre presos de la dialéctica fatalista del amor o el odio llevados al extremo).

Considerando el ideario de izquierda de Moore y ese proceso doble de destrucción de los íconos de la franquicia y nivelación doctrinaria entre héroes y villanos, la moraleja detrás de Batman: The Killing Joke continúa más vigente que nunca porque apunta sin medias tintas a la naturaleza paradójica -y francamente horrible- del ser humano, señalando que en efecto la mayor de las barbaridades que podamos imaginar no es nada comparado con lo que hacen cotidianamente hombres y mujeres en nombre de su satisfacción personal, su poder, la tradición que los precede o la simple locura. El film recupera en parte aquel axioma de la historieta, eso de que sólo hace falta un “mal día” para que un autómata social se convierta en un verdadero psicópata o un vigilante nocturno o lo que fuese, y eso le alcanza para redondear una propuesta digna que conoce sus limitaciones y hasta acepta que la obra original es imposible de adaptar porque es perfecta desde el punto de vista retórico, ya que en su afán iracundo afirma que somos construcciones simbólicas casi irracionales…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

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