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CRÍTICAS - CINE

Battleship: Batalla Naval

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BattleShip: Batalla Naval (BattleShip, Estados Unidos, 2012)

Director: Peter Berg. Guión: Jon Hoeber, Erich Hoeber. Producción: Peter Berg, Brian Goldner, Duncan Henderson, Bennett Schneir, Scott Stuber. Elenco: Taylor Kitsch, Alexander Skarsgard, Brooklyn Decker, Rihanna, Liam Neeson, Tadanobu Asano. Distribuidora: UIP. Duración: 131 minutos.

Ivan et nioj (Join the Navy)

Tal vez, con Batalla Naval no estemos ante una película de propaganda. Pero sí podemos estar, como el título de esta nota indica, ante una obra que intenta guiar al espectador hacia un cambio actitudinal, dentro de esta historia propuesta por los guionistas de la pasable RED (Estados Unidos, 2010). Es que hay en la actualidad del cine estadounidense una avalancha de ideas que se recrean constantemente (muchas veces de forma infructuosa) y una necesidad de realizar cosas que lleva, como en este caso, a filmar una historia basada en algún juego popular como Batalla Naval –base que la película justifica solo porque en un momento se dice “hundiste mi acorazado”- mezclada con alguna historia de amor central y muchos efectos especiales CGI. Entonces entramos en la cuestión de cómo predisponernos ante tamaña producción, sumado a esto un trabajo más que interesante desde la faceta publicitaria. Resulta paradójico que una no-historia pretenda ser un éxito de taquilla; por tanto, el encubrimiento y el falso tráiler se constituyen como una musa para el futuro visionario de esta calaña de cinematografía.

1.      Argumento de la oportunidad del no contarBatalla Naval es, antes que nada, una gran excusa, una razón fundada en la nada misma, que propone la reinvención y la reventa de una franquicia que desde hace tiempo no se escucha. Alex Hopper es un muchacho joven, desempleado y despreocupado que, el día de su cumpleaños, intenta seducir a una joven en un bar. La muchacha en cuestión es la hija del capo di tuti capi de la naval. Tras un incidente por un bocadillo, el joven es impulsado a alistarse en la Marina. En ese lugar, Alex ve cómo se intenta contactar un planeta lejano, lo que termina dando como resultado una invasión alienígena. Hasta este entonces, tenemos los puntos clave de una narración que incluye una conmemoración a los viejos marinos de la naval, una historia de amor resuelta casi desde un comienzo, una lucha extraterrestre. A todo esto se le sumarán temáticas como la amistad, el honor y el crecimiento. Todo este abanico de temáticas -explotadas en un 1 % cada una- son tópicos referentes de un filme completo y de variantes inagotables. Sin embargo, Batalla Naval se mofa de todo precedente y avanza impune hacia todo lo que se cruce en el camino, citando textos legendarios y poco analizados como El Arte de la Guerra, y logra un revoltijo de puro efectismo, sin lograr constituir un sólido cimiento argumental.

2.      El acierto de la bidimensionalidad. Existe en toda esta polimerización elemental, “una suerte de guía del éxito norteño”, una verdad irrefutable que se condice con la decisión tomada a la hora de encarar un proyecto que no sea 3D. Es que, ante tamaña magnitud de efecto especial, CGI y el amplio despliegue técnico, hubiese resultado lógico, e incluso -desde una perspectiva comercial- rentable, que se aplicara la tercera dimensión como excusa ante el “querer” del público, y también desde la sumatoria de adeptos, para la veracidad de los hechos. ¿Por qué entonces se opta por el magnánimo y artificial formato del IMAX para agigantar en imágenes una película “pequeña” en cuanto a su calidad estética y dramática? Asumo y creo fervientemente que, en caso de aplicar el eje Z en un filme de este tipo, se caería en la repetición absoluta del efecto Transformers (Estados Unidos; 2007-2009-2011), más específicamente en la tercera entrega de la saga que, oh casualidad, figura bajo la responsabilidad de la gigante Hasbro (creadores del juego Batalla Naval). Y la repetición es hoy en día la remake mal realizada, mal constituida y, por demás, mal vista en el mainstream en que se manejan las potencias. Por este factor resulta indecible el traspaso a dicha plataforma, ya que sería predecible la estrategia meramente comercial, y la crítica mundial apuntaría a dicho fenómeno para catalogarla de copia, de relajo y de poco cinematográfica. Por otro lado, resulta impensable que la cantidad (no calidad, CANTIDAD) de acción en el filme sea soportable con los anteojitos bicolor, llegando incluso a considerar tal consecución de recursos (que, de por cierto, son cansadores y aburridos), como una agresión visual hecha y derecha.

Analizamos en los incisos anteriores dos de los aspectos fundamentales que hacen de Batalla Naval un grand filme malade según la terminología truffautiana, es decir, la película que aspiraba a una grandeza y al rompimiento esquemático respecto de lo que se venía viendo pero que, paradójicamente, se quiebra en el intento y fracasa, siendo solo un gran filme de estudio en el sentido más estricto del concepto. A pesar de todos los argumentos enunciados en las líneas anteriores, resulta predecible que, aun conociendo los factores y vértices que caen con frecuencia en la unidad temática, de acción e incluso conceptual, Batalla Naval se enaltezca como un Gran Estreno y supere con creces las expectativas de llenado de salas. Pero, sin dudas, para ello fue realizada. Entonces, ¿qué más nos queda? Nos queda el cine como tal, el juego de mesa está perdido en su propio ego.

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