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DOSSIER

Blue Jasmine, una mirada del narcisismo desde el psicoanálisis…

Que Woody Allen sea el director favorito de los
psicoanalistas no es ninguna novedad. No solo porque es el cineasta, junto a
Alfred Hitchcock, que más se ha encargado de difundir el método psicoanalítico,
sino que también ha sabido convertir a los pacientes en riquísimos personajes
cinematográficos. Es que además de narrar las peripecias de la técnica
freudiana en sus películas, logra abordar distintos conceptos teóricos
psicoanalíticos que se escuchan a diario en la clínica.

Inclusive en sus últimos filmes, donde abandonó las
desventuras de los personajes que se recuestan en el diván y hasta parece que
se dedicó a pasear y filmar por grandes ciudades europeas, sigue dando cuenta
de los conflictos centrales que caracterizan a las neurosis humanas. Pero con
este trabajo encontramos a un Woody Allen que se aleja un tanto de lo que venía
haciendo y vuelve a las fuentes, con un fuerte contenido dramático de ribetes bergmanianos,
donde la feminidad y los lazos familiares enquistan los conflictos subjetivos
de sus heroínas: resuenan ecos de Interiores,
La Otra Mujer,
Hannah y sus Hermanas
y La Rosa Púrpura del
Cairo
.

Pero la mayor influencia en esta película es indudablemente Un Tranvía Llamado Deseo. Woody Allen
logra hacer una impecable desconstrucción del inolvidable clásico de Tennessee
Williams, adaptado más tarde exitosamente al cine. Aquellos que leyeron la obra
teatral o vieron el film de Elia Kazan, encontrarán una nueva versión
posmoderna y en plena crisis económica de los conflictos que atravesaron
Blanche, Stella y Kovalsky. Pero este detalle no le quita mérito al cineasta
neoyorquino, al contrario, él supo desarmar minuciosamente la obra del
dramaturgo y darle una nueva estructura con notable calidad artística.

De hecho, Blue
Jasmine
, logra algo que no es muy común en su carrera: inmediatamente fue
un éxito de público y de crítica. ¿Qué es lo que tiene este film para captar la
masividad, más allá de cinéfilos y amantes de la psicología? Es que además de
una monstruosa actuación de su protagonista Cate Blanchett, un pulso narrativo
sin fisuras, impecable construcción de personajes, y una lúcida e implícita metáfora
de la crisis del sistema capitalista encarnado en el personaje de Jasmine (quien
invade, estafa, saca provecho, critica y dice como el otro tiene que amar,
sentir, comportarse y gozar), Allen aborda en el eje del relato y el
padecimiento de su protagonista un concepto central del psicoanálisis: el
narcisismo.

Muchos pensadores contemporáneos consideran al narcisismo
como la epidemia de nuestro tiempo, debido al excesivo individualismo, la
cultura del ego, la obsesión por el éxito, el poder, y la imagen. El “yo” ha
desplazado al “nosotros”, la ideología consumista que impera en el capitalismo
subvierte el “ser” al “tener” (cuanto más se tiene mejor se es). De acuerdo a
la escala de valores de cada quien, se prioriza tener mayor nivel adquisitivo,
el mejor cuerpo, estilo de vida exitoso, o hasta el último objeto de consumo.

Jasmine entró en la quiebra, pero a pesar de no tener “un mango”
y estar llena de deudas, no se deshace de sus vestidos y zapatos, conserva sus
carteras Louis Vuitton, sigue viajando en primera clase, y rechaza cualquier
tipo de trabajo que denigre su estatus de “high society”. Pero primeramente no
hay que considerar al narcisismo como un trastorno a priori, y segundo las
patologías que devienen de esta instancia psíquica no es algo nuevo consecuente
de nuestra cultura posmoderna. Ya Freud, hace casi cien años, hace una
investigación minuciosa en su obra “Introducción al Narcisismo” producto de lo
que venía escuchando en sus pacientes.

Por eso resulta interesante redescubrir Un Tranvía Llamado Deseo, una obra escrita en los años cuarenta. La
perturbada Blanche DuBois comparte los rasgos narcisistas de Jasmine, en un
intento de maquillar al máximo posible cualquier grieta subjetiva que la ubique
como ser castrado, ambas explotan al otro, lo arrasan, carecen de empatía,
exigen admiración y juzgan el modo de vida y ciertas cualidades que están por
debajo de sus ideales imaginarios. Recubren esta carencia con aires de realeza,
basada en un alto nivel social, y cuando cae, se derrumban.

Aunque
sí, es cierto que las patologías asociadas al narcisismo cada vez son más frecuentes,
generando en algunos casos subjetividades muy border con consecuencias graves
para el sujeto. No obstante, una cuota importante de narcisismo es necesaria
para vivir, desarrollar amor propio y no ser avasallado por el Otro. Además, no
vamos a negarlo, todos tenemos ideales narcisistas que si no los alcanzamos nos
producen angustia y/o malestar. El que no sufrió alguna herida en cuestiones
amorosas, profesionales, académicas, competitivas y hasta estéticas, que arroje
la primera piedra. La cuestión es como transita cada quien, esos fracasos.

El
concepto de narcisismo viene del mito griego de Narciso, un joven tan bello que
su carácter engreído hizo que rechazará el amor de la ninfa Eco, la cual quedó
consumida a solamente su voz. Por lo tanto, la diosa de la venganza Némesis
hizo que el joven se enamore locamente de su propia imagen: la fascinación era
tal que al verse reflejado en la fuente, se arroja al agua al intentar
seducirse a sí mismo. Muere ahogado y en su lugar nace una flor.

El
término es adoptado por P. Näcke y se refiere al sujeto que da a su propio
cuerpo un trato parecido al de un objeto sexual, tratándolo como una perversión.
Pero Freud se ocupa de aclarar que el narcisismo no es una anomalía sino el
complemento libidinoso, de épocas tempranas del desarrollo, donde el yo se toma
a sí mismo como objeto de amor. Es un momento donde el niño no solo debe
descubrir su propio cuerpo, sino que también tiene que apropiárselo y
autosatisfacerse. Esta instancia llamada narcisismo primario es constitutiva y
necesaria. Etapa donde los padres atribuyen al niño toda una serie de
perfecciones, caracterizándolo según Freud como “su majestad, el bebé”.

De
a poco las demandas sociales y morales exigen que la libido del niño salga del
propio cuerpo y se dirija hacia afuera, ya no todo es autosatisfacción, en el
exterior hay otros  objetos donde
complacerse. Pero el niño no está dispuesto a privarse de la perfección de su
infancia, por eso los chicos son tan egocéntricos y caprichosos: “Lo que él
proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su
infancia, en la que él fue su propio ideal”.
Momento del narcisismo
secundario, donde la libido retorna al yo y si esto se perpetúa en la adultez produce
patologías derivadas de excesos narcisistas.

Lacan
retoma la cuestión y enfatiza la mirada. Piensa el narcisismo como una
atracción erótica provocada por la imagen especular, lo que llamó el “estadio
del espejo”. Al igual que Narciso, el niño queda fascinado por su propia
imagen. El bebé que no camina es un cuerpo fragmentado, necesita una imagen que
le dé unidad: la totalidad de este reflejo lo encuentra en el espejo pero contrarresta
con la desunión descoordinada de su cuerpo real, por eso también tiene un
componente agresivo y amenazante ya que es un ideal que está muy alejado de lo
real. Es él mismo pero simultáneamente es un otro que lo cautiva y aliena. A
esta primer identificación, le siguen otro tipo de identificaciones provenientes
desde afuera, de los otros, de un discurso, del lugar que van ocupando los
niños en el deseo de los padres, y todo este entramado va formando una
identidad subjetiva.

La
genialidad de Woody reside en que se vale de un solo elemento para construir el
conflicto de sus personajes centrales y las identificaciones que están en
juego: en Jasmine, la perfección, y en su hermana Ginger, la inferioridad. No
hay muchos datos de la relación de estas mujeres con sus padres, solo sabemos
que son adoptadas, detalle no menor a la hora de construir una identidad. Según
la madre adoptiva, Jasmine era portadora de mejores genes que Ginger. Era la
favorita de su madre, de niña y adolescente, para cumplir y sostener ese ideal
materno (se las arreglaba para ser la mejor alumna). El problema viene de
adulta cuando la necesidad de perfección genética está semblanteada con fantasías
pretenciosas de altísimo nivel social, vida frívola y grandes lujos,
replegándose de cualquier realidad que la rodea.

En
términos freudianos Jasmine retira la libido del mundo exterior para centrarla
en ella misma, nada que no le devuelva un reflejo de perfección le interesa. En
términos lacanianos, ella todo el tiempo necesita estar a la altura de esa
imagen de completitud que le devolvería un espejo cautivante. Es que estamos
frente a una mujer anclada en el discurso materno del ideal de perfección
genética. Su vida pasa por el glamour, el refinamiento, el estilo y el éxito, a
través de un perfil maquillado con joyas, inmuebles, viajes, vestuario de
primera moda, cierta visión del buen gusto y ostentación del bienestar
económico.

Es
que nuestra protagonista es puro semblante, recubierta de objetos imaginarios
que no hacen más que evadirla y taponear su fragilidad interior, renegando
hasta de su identidad. Su verdadero nombre es Jeanette pero se hace llamar
Jasmine porque “tiene más estilo”, de hecho lo que enamora a su marido es
precisamente su nombre. Allí donde ella rechaza algo tan simbólico como es el
nombre, lo disfraza con una construcción imaginaria puramente narcisista.

Este
semblante narcisista hace que ella no tenga registro del otro. Habla solamente
sobre su persona, no solo no escucha al que tiene enfrente sino que se lo lleva
por delante, el semejante le resulta amenazante, por eso lo apabulla, y cuando
no hay un interlocutor habla sola. Palabras vacías que llenan el vacío
existencial.

Esto
está ejemplificado al comienzo del film, cuando se cruza con una pasajera en el
avión y frente a una pregunta de la mujer, no para de hablarle en todo el viaje
acerca de su vida, sin interesarle nada de la persona que está a su lado.
Quizás sea la única escena realmente cómica de la película, luego la perturbación
del personaje central provoca algunas risas incómodas y el relato muta en un
drama crudo y asfixiante que gira en torno a la desequilibrada psiquis de
Jasmine.

Otra
característica de los sujetos con desmesurados rasgos de narcisismo se da en
las relaciones humanas. Hay muchas dificultades y limitaciones para amar al
estar tan imposibilitados en investir la libido en un objeto exterior (los vínculos
narcisistas se basan en lo que el otro genera en uno). Jasmine no amaba a su ex
marido Hal, lo que amaba era el brillo que él causaba en ella. Por ello
soportaba y hacía la vista gorda a todas sus infidelidades, con apenas un
obsequio de él bastaba para que se encandile y vele todo aspecto real. El
conflicto se desata cuando se entera que Hal mantiene una relación con una
mucama francesa, así una subalterna imperfecta es la que finalmente le roba su esplendor.

Otro
vínculo importante es el que tiene con Ginger porque Jasmine necesita esa
comparación fraternal para asegurarse el lugar de perfección. Se posiciona frente
a una hermana menos agraciada físicamente, empleada de un supermercado, con
elecciones amorosas de tipos “fracasados” y “perdedores”. Pero Ginger, a pesar
de no haber sido el trofeo materno, pudo huir de joven del hogar familiar y los
hombres con los cuales entabló una relación la desean verdaderamente y la
respetan. Ginger puede amar, desear, tener ilusiones y armar un proyecto de vida
al lado de una pareja basado en los lazos amorosos. Obviamente Jasmine hará
todo lo posible para sacarla de ese lugar.

Lo
interesante del relato es que a pesar de que la protagonista parezca un “mal
bicho” detestable, el espectador termina empatizando con ella. Es que Woody
Allen no la juzga, sino que construye un personaje con un psiquismo primitivo,
a pesar de su semblante tan sofisticado. Es que uno quiere que ella realmente
pueda reparar un poco el daño subjetivo que se está produciendo. Claro, pero para
que esto suceda algo del orden de la pregunta debería instalarse, pero Jasmine
no se cuestiona nada, no hay esbozo de implicación en sus actos, solo recurre a
los psicofármacos. Luego de causar el derrumbe familiar, le pregunta al hijo de
Hal por qué no la ha llamado, como si ella no tuviera nada que ver al respecto.
Hay un nulo registro de los daños que le puede causar al otro y lo mismo sucede
con la estafa económica de Hal a Ginger, Jasmine se defiende diciendo que eso
es pretérito y hay que dejarlo atrás.

Pero
si hay algo de lo que no puede liberarse el narcisista es del pasado, con un
fuerte componente melancólico, ya que viven anclados en aquel momento donde
ellos fueron su propio ideal, un intento continuo de volver al narcisismo
primario. Jasmine no puede dejar de hablar de su pasado con Hal y de la buena
vida que gozó a su lado, un espejo que la acerca a ese estado de completitud,
pero ya no está más, el cristal se ha roto. No puede planificar un futuro y cuando
lo intenta fracasa porque no dispone de los recursos emocionales para valerse
por ella misma. Quiere ser decoradora de interiores pero está tan ocupada en
decorar su interior psíquico que no puede hacer mucho con este esbozo de deseo.
Le queda depositar la esperanza en un otro salvador que le devuelva el brillo y
la coloque en el lugar de majestad que había gozado al lado de Hal.

Muchas
veces resulta complicado escuchar una subjetividad narcisista en un consultorio
debido a que pueden ubicarse en cualquiera de las estructuras clínicas: a veces
se hace muy difícil pesquisar un diagnóstico porque hay una línea muy delgada que
separa al narcisista de la neurosis, la psicosis y la perversión. El
diagnóstico no es para rotular y encasillar al sujeto, sino para escuchar los
recursos simbólicos disponibles y carentes, y así orientar la dirección del
tratamiento y las intervenciones. El cine nos ha dado ejemplos de cómo una
severa perturbación narcisista se puede presentar en cualquier modalidad
clínica: en Apocalipsisis Now vemos
como el personaje de Marlon Brando desarrolla una psicosis megalómana,
erigiéndose prácticamente como un Dios; Jude Law interpreta en Alfie a un neurótico narcisista que
tapona cualquier grieta subjetiva con un semblante de seductor insaciable, que
busca ser deseado pero esquivando constantemente su deseo y la experiencia
amorosa. La estructura perversa se puede pensar en el hedonista e
individualista Patrick Bateman de Psicópata
Americano
, quien padece el vacío existencial de la sociedad posmoderna,
llenándolo con una imagen vanidosa de cuerpo bello y estilo refinado aunque con
el goce sádico de seleccionar, humillar y asesinar a sus víctimas sexuales.

Con
respecto a este último caso, se observa en el film un sujeto con grandes rasgos
obsesivos compulsivos, ciertos fenómenos mentales psicóticos y un modus operandi
perverso, por ello los diagnósticos no son tan sencillos. De hecho, en lo que
respecta a Blue Jasmine, en primera
instancia pensaba que se estaba ante una grave neurosis histérica que se
centraba en una mujer que enloquecía cuando no lograba hacer la puesta en escena
para exhibir su grandiosidad y causar la admiración del otro. Pero a medida que
iba re-analizando el film, me incliné a pensar que se trata de una psicosis que
se desencadena cuando el semblante narcisista se derrumba y la protagonista
queda desanudada, totalmente extraviada, y lo único que tiene para sostenerse
es la alucinación acústica de la canción “Blue Moon”, que la remite al momento en
que conoció a Hal.

Justamente
esta semana acudió al consultorio una paciente que confesó irónicamente sentirse
aliviada después de haber visto el film, al decir lo bueno que es darse cuenta
no estar tan hecha “concha” como el personaje de Allen. Curioso y espontáneo
significante utilizó, que alude a la feminidad reducida a puro objeto, del cual
Jasmine no pudo zafar, entre una vagina que la expulsó y abandonó, y otra que
la adoptó y retuvo, petrificándola en el lugar del gen perfecto. La salida
frente a este panorama fue quedarse ahogada en su propia imagen como le pasó a
Narciso, quizás por eso se hace llamar con el nombre de una flor.   

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