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CRÍTICAS

Buzzcocks en El Teatro de Flores

Buzzcocks  en el Teatro de Flores

El pasado Viernes 26 de noviembre hubo punk en el teatro de Flores.
La apertura estuvo a cargo de Los Violadores, que amenizaron la velada con la humildad de quien mantiene encendida la llama que es de otro; en este caso de los Ingleses Buzzcocks.
No obstante, y a pesar de un audio no del todo monumental, con la voz de Pil algo difusa en el fango sonoro, el público no necesitaba ninguna nitidez para corear los grandes y conocidos clásicos: “Represión”, “Viejos patéticos”, “Más allá del bien y del mal”, “Fuera de Sektor” y “1,2 Ultra violento”. Estos títulos fueron suficiente para que se retirasen con un triunfo al menos por puntos, para ceder el escenario a una de sus bandas musas.


Buzzcocks es una legendaria agrupación originada en los albores del punk ingles de los 70s de Manchester, de esas que andaban codo a codo con los Sex Pistols y Joy Division, por citar algunos.  
Los adolescentes imberbes e irreverentes son ahora señores mayores, muy parecidos a aquellos del establishmente de los 70, némesis del punk. No ocultan su edad, no hay plástica, ni se conservan como Mega Stars a la Mick Jagger; son abuelos rockeando. Pete Shelley, aún lidera la banda junto a Steve Diggle, que  también está desde sus principios, mientras que su original socio, Howard Devoto la dejaría hace mucho tiempo por su gran proyecto, Magazine.
Pete y Steve, acompañados del poder (juvenil en este caso) de un compacto equipo rítmico en bajo y batería, escupen canciones de sus tres discos, expeditivos, casi displicentes. No falta pasión, no sobra nada: por eso es punk del autentico. Si alguien se preguntaba qué sería de aquellas bandas punk de los 70 cuando sus miembros crezcan y no puedan rockear, casi por leyes físicas naturales, la respuesta salta a la vista: exactamente lo mismo.
Sin el menor atisbo de ornamento, los acordes arden sobre las poderosas bases, y realmente no sobra nada, no se cae una nota de más, no hay indulgencia musical de ningún tipo. El sonido es contundente, como la intención.
Algunos temas que llenaron el teatro de Flores fueron: “What do I get, I don’t mind”, “Promises”, “Love you more”, “Ever fallen in love”, “Harmony in my head”, “You say you don’t love me”, “Autonomy”.
Las hordas punk también son cosa rara. En tiempos de Green Day y un punk del todo vistoso y prolijo, casi proficiente, uno se pregunta de dónde emergen esas huestes que se fueron arrimando al teatro de Flores para preciar una banda que se supo proteger del tiempo. Pero que los hay, los hay. Eso quedo demostrado.

 

Todo parecía casi normal esa noche en el Teatro hasta que Shelley y compañía echaron ese hechicero hit que se llama “I’ve fallen in love with someone”. Himno propio que supo trascender la escena punk y supo colarse dentro de los anales del pop británico con una cantidad de bandas que lo agregaron a sus listas de covers. Por último, “Orgasm Adicts” cierra una velada y un show que promediaba la hora y media, entre el pogo y un calor importante.

 La noche se cerraba. El punk sin crestas, con más lírica y contenido que puro escupitajo al cielo, llegaba a su término. Los viejos lobos que supieron mantenerse vivos durante varios años, mostraron que no perdieron su manía fundamental; la de sobrevivir haciendo lo que saben.  

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