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#CANNES76 | Cannibalismos 09: Saigón

#CANNES76 | Cannibalismos 09: Saigón

La gran revelación de Cannes 2023 ya tiene nombre. Se trata del vietnamita Pham Thien An, autor de Inside the Yellow Cocoon Shell, película de tres horas que se ha podido ver en la Quincena. Pham tiene muy claras sus influencias y no las oculta, empezando por Apichatpong Weerasethakul, por ejemplo, con ese hombre que habla de las distintas vidas que ha vivido o la presencia constante del agua, y siguiendo por Bi Gan, por la idea de la road-movie y un registro temporal incierto. Son influencias que podemos considerar casi como naturales y lógicas, pero a las que habría que sumar la de Béla Tarr por la extraordinaria composición de sus planos y unos movimientos de cámara tan lentos como subyugantes. En particular hay uno, en plena oscuridad, en la que la cámara se va acercando a un reloj, del que solo vemos las luces de su segundero; o bien ese otro que se va acercando a los personajes protagonistas avanzando por una iglesia mientras al fondo vislumbramos un paisaje brumoso. No hay plano dejado al albur, cada una de los largos planos secuencia comportan algún tipo de composición que iremos descubriendo en el transcurso del propio plano, como si cada uno de ellos comprendiese toda una vida de los personajes y una forma de concebir el cine en la que la realidad y lo onírico se confunden, también pasado y presente. 

La primera mitad de Inside the Yellow Cocoon Shell presenta, en cualquier caso, un registro más o menos lineal, desde que en Saigón, Thien tiene que hacerse cargo del cadáver de su cuñada, muerta en un accidente, y de su sobrino de cinco años, Dao, milagrosamente ileso. Con ellos vuelve a su pueblo, del que hace años que desapareció su hermano, Tam. En esta primera parte se desarrollan todas las ceremonias del funeral, que son las que establecen el marco temporal, con los encuentros de Thien con varios personajes, particularmente una joven monja, Thao, una antigua novia. La segunda mitad de la película representa el viaje de Thien en busca de su hermano, un viaje que se perderá en los territorios metafísicos en los que se confunden los sueños con la realidad. El mundo que retrata Inside the Yellow Coccon Shell está imbuido de un profundo sentido religioso cristiano, con imágenes de la Virgen y santos por todos los lugares, las oraciones, las celebraciones, el propio convento de Thao, que acogerá a Dao y liberará a Thien para emprender esa búsqueda, que sabemos imposible, pues este cine siempre ha sido muy fiel a sus principios antoninianos, esos que diluyen cualquier posibilidad de conclusión (lo hemos visto en este mismo festival con las películas de Moreno y Alonso, por ejemplo).

La Quincena se clausuró con la nueva película de Hong Sang-soo, In Our Day, su segunda de 2023. Cada vez más su películas llevan a un nuevo límite la propia concepción autoral de una película de este tipo, argumental y con actores. En In Our Day Hong se encarga de la dirección, el guion, la fotografía, el sonido, los decorados y la música. Añadámosle a esto que uno de sus personajes, un poeta, podría ser muy bien un trasunto del propio director. Casi como si se tratase de una película amateur, Hong se despreocupa cada vez más de la calidad de la imagen (sin llegar a los extremos de In Water, que se pudo ver en la última Berlinale), en aras de una simplificación de todos sus elementos, los técnicos y también los narrativos, sin apenas rastro de aquellos juegos con la estructura que se habían convertido en uno de sus signos de identidad. Aquí tenemos dos tramas que se desarrollan en paralelo y que se complementan, dos largas conversaciones en sus respectivos apartamentos y terrazas. Por un lado, está la de una actriz (Kim Minhee) que regresa a Corea y que se instala unos días en casa de una amiga. Por el otro, a un poeta que recibe la visita de un estudiante admirador de su obra. En el caso de la actriz, ella anuncia que quiere dejar la profesión, pero la estrella de la función acaba siendo un gato con problemas de sobrepeso. Mientras, el poeta, que había dejado el alcohol y el tabaco, acaba por regresar a sus viejas aficiones, aunque sea por última vez; o en honor a Hong, pues no entenderíamos una película sin estos elementos

Perfect Days, de Wim Wenders, en Competición, conecta de alguna manera con el universo sensorial de La Passion de Dodin Bouffant, en este caso a partir de la vida cotidiana de un humilde limpiador de baños públicos de Tokio, Hirayama. Con una rutina rigurosa, Hirayama se levanta todas las mañanas, limpia concienzudamente los baños de su barrio, drive his car donde pone cassettes con su música favorita (o la de Wenders: canciones todas muy obvias), va a lavarse y ducharse a un establecimiento público, a tomar unas cervezas siempre al mismo bar, lee antes de acostarse… Poco a poco, algunas circunstancias alteran mínimamente esta serie de rituales cotidianos (ese tres en raya que juega con un desconocido, la aparición de su sobrina), pero sin mayores consecuencias. En Perfect Days todo está perfectamente calculado para que esta repetición conforme un bálsamo para el espectador, la seguridad de que la vida continúa de forma cíclica e inalterable. Un mundo ordenado y pulcro, como el de la propia puesta en escena, en el que, para mayor tranquilidad, sabemos que Hirayama tiene una hermana muy rica y que quizás si se dedica a limpiar baños no lo sea por necesidad sino por una suerte de opción vital, como si Wenders ya solo se encontrase cómodo entre personajes sin problemas económicos. Las imágenes de su película, muy superior a la de su última aparición por la Competición de Cannes, Palermo Shooting (2008), sin lugar a dudas, destilan también una belleza tan placentera como autocomplaciente.

La otra película en Competición de día, L’été dernier, de Catherine Breillat, también tiene su doble en la misma sección, en este caso además no uno estético, sino todo un doble argumental. Remake de una película sueca de hace unos pocos años, Queen of Hearts, Breillat trata el tema de la relación sexual entre un adolescente y una mujer adulta, en este caso, además, su madrastra. En manos de Breillat uno podría pensar que incidiría en los aspectos más escabrosos de la historia, pero, lejos de eso, como muchas películas del festival, su tema es más bien otro: el retrato de la sexualidad femenina. En L’été dernier lo encarna Léa Brucker en una interpretación tan sutil que marca el tono equilibrado de una película que será penalizada por tratar un tema muy parecido al de la muy superior May December, de Todd Haynes.

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