A Sala Llena

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CRÍTICAS

Carajo en Groove

Marcelo Corvalán  | Voz/Bajo

Andrés Vilanova | Batería

Hernán Langer | Guitarra

Foto | cortesía de Tatiana Tornillo.

La era del trío

Han pasado los años para Carajo. De aquellos tiempos en que eran terceros o cuartos en una grilla al día de hoy, en donde una “Gira por los barrios” es un lujo hecho realidad que muy pocas bandas pueden darse y en donde ya existen “Canciones olvidadas” para repasar. Lejos quedó el sonido áspero y crudo de su primer disco y en la actualidad Frente a Frente suena con una pulcritud y elegancia asombrosa para un álbum tan poderosamente heavy. En el medio, un crecimiento sostenido, una búsqueda constante de un sonido propio, la certeza de tener identidad propia. Y el premio de que en un rock autóctono liderado abrumadoramente por los tríos, Carajo ingresa en un célebre podio junto a bandas históricas como Divididos y nóveles, como Eruca Sativa, como si indicaran que no hace falta más para llevarse por delante el mundo.


Son las 9 clavadas y el comienzo es tan puntual que casi no da lugar a la ansiedad del público que llenó Groove, en Palermo. Las luces se apagan y desde el escenario emergen los tres faros que marcarán el rumbo a navegar en ese el mar de almas de metal: de izquierda a derecha, la férrea línea de tres conformada por Hernán “Tery” Langer en guitarra, Andrés Vilanova en batería y Marcelo “Corvata” Corvalán en bajo. La gira ya no se centra tanto en la presentación de su último disco, pero “Trágico mundo caído”, primer tema de Frente a frente abre el show, como en sus últimas presentaciones, con la contundencia aplastante que lo caracteriza. Lo sigue “Drama”, también de su última placa, tema complejo, de mucha postproducción en estudio. Carajo suena como una máquina, vaya uno a saber si por propia pericia o gracias a algún artilugio tecnológico. El resultado es un calco del disco, en donde todo suena compacto, perfecto, desconcertante y aplanador. A continuación, desde Inmundo, el riff punkoso de “Inocencia Perdida” genera el primer estallido en el público, al parecer más entusiasta por las canciones “olvidadas”. Por eso la emoción continúa cuando de inmediato se escucha “La huella del depredador”, desde Atrapasueños. La lista no da respiro y va del pasado al presente, para volver hacia atrás: “Tracción a Sangre”, “Entre la fe y la razón” inundan el recinto sin que los Carajo hayan bebido un trago de agua siquiera.

La evolución y el cuidado de la banda por su producto va más allá del crecimiento desplegado en cada disco. La puesta en escena de Carajo, pequeña pero estridente, agrega adrenalina al recorrido musical: una animación estroboscópica en una pantalla sobre el escenario nos muestra un gigantesco tractor que viene hacia nosotros e ilustra la potencia del sonido que vibra en nuestra piel. Detrás de cada músico, dos potentes haces de luz, movedizos, como inquisidores, atraviesan la oscuridad y apuntan directo al público. Como un faro que los guía en la penumbra, Carajo dirige su luz hacia sus fans, hacia esa marea de almas que los acompaña incondicionalmente. Su foco está en su audiencia y hacia allí se dirigen, hacía su sostén y su razón de ser a lo largo del camino.

El setlist continúa con un par de clásicos desempolvados de su primer disco, Carajo: “La Guerra y la paz” y “Noche” justifican la entrada del que prefiere los temas más antiguos. Luego el público corea a los gritos el inicio de “La venganza de los perdedores”, uno de los más recientes cortes de difusión, lo que demuestra que la banda eligió muy bien su segundo videoclip o que este tipo de formato aún logra que el público se identifique fuertemente con las canciones.

Más allá del sonido contundente y preciso de Carajo, de la constante innovación que propone Tery con los efectos y los cada vez más virulentos riffs, el sostén permanente del bajo de Corvata y su notable evolución como cantante, si hay algo que devuelve con creces el valor del ticket es la notable capacidad de Andy Vilanova, a las claras uno de los mejores bateristas de rock pesado de nuestro país. Lo demuestra tanto en la impiadosa velocidad necesaria para tocar “Shock” o en las intrincadas combinaciones compuestas en todo Atrapasueños. A modo de agradecimiento y a pedido de Corvata, la gente le desea a coro un feliz cumpleaños a su batero, celebrado pocos días antes.

La lista sigue paseando por toda la discografía y desde su segundo disco suenan “Hacerse cargo” (la única vez que el sonido se notó algo opaco o desfasado) y dos enormes canciones, no muy comunes en sus setlists, que demuestran que la banda es capaz de matices y sutilezas: “Fluir” es un viaje de delay y distorsión y “Algo en que creer”, con sus reminiscencias floydianas, se ha convertido en el himno adolescente que siempre quiso ser con el potente estribillo que reza “tendrás que tener algo en que creer, a que aferrarte, para no caer”.

El disco que parecía olvidado era El mar de las almas, el penúltimo, del año 2010. Pero como la idea es cumplir con todos, Carajo abandona el escenario con el apacible tema que da nombre a aquel disco. El subsiguiente encore es demasiado obvio para cualquier fan, por eso la ausencia de la banda en el escenario es muy corta. El regreso es apabullante, con la explosiva “Ácido”, la versátil “Luna Herida” y la extrema “Libres”, para terminar con el clásico de Inmundo, “Joder”, que desata la fiesta y el pogo eloquecido de cada día.

El aplauso duradero, el bullicio conforme, el saludo grupal y las ofrendas de los músicos a los fans. Se acabó un nuevo show de Carajo al que Groove supo brindarle un espacio cómodo y un sonido respetuoso para con su arrolladora potencia. Luego de dos horas de vibrar sin parar, el mar de las almas descansa, el faro se apaga y Carajo llega a destino, de la mano de sus fieles seguidores que lo acompañan sin cesar.

Lugar: Groove

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