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CRÍTICAS - CINE

Chimpancés (Chimpanzee)

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Chimpancés (Chimpanzee, Estados Unidos, Tanzania, 2012)

Dirección: Alastair Fothergill, Mark Linfield. Producción: Alastair Fothergill, Mark Linfield, Alix Tidmarsh. Narración: Tim Allen. Distribuidora: Disney. Duración: 78 minutos.

Instinto, divino tesoro

Chimpancés es el séptimo documental de Disneynature, la compañía independiente de la Walt Disney Company, y el segundo que dirige para esta compañía el británico Mark Linfield, que en 2007 dirigió Earth.

Él y su equipo técnico se adentraron durante 3 años en las selvas tropicales de Costa de Marfil y Uganda -un arduo trabajo- entre colmenas de abejas, hormigas hambrientas, serpientes y quién sabe qué otros seres acechantes. Allí, en el corazón de la selva, debajo del dosel, ha nacido Oscar, el nuevo integrante de la “familia-equipo” de chimpancés liderada por el más sabio y valiente de ellos, el macho alfa Freddie. El film retrata el día a día en la supervivencia de un grupo de 35 chimpancés del que solo conocemos por su nombre al líder, al recién nacido y su mamá Isha. La cámara los sigue a través del denso follaje mientras se asean mutuamente, juegan y se alimentan, tanto de otra especie de monos llamados colobos, como de frutas, hormigas y de las nueces del preciado nogueral que intentarán conquistar los chimpancés enemigos liderados por un chimpancé llamado Scar -sí, como el vil tío de Simba en El Rey León-.

En todas las películas de Disney el villano es, además de malvado, feo, por lo tanto los monos malos son los más desagradables. Como en El Rey León, Oscar quedará huérfano, luego de que su madre, al separarse del grupo por un ataque de los enemigos, sea devorada por un leopardo. Esta muerte, claro está, queda fuera de campo ya que esto no es Discovery Chanel, pero sí comparte con aquellos documentales su carácter de documental expositivo con una voz en off explicativa y didáctica que nos enseña a limpiar las frutas antes de comerlas o cómo partir las nueces. Pero, a su vez, Chimpancés también es un documental de observación, de seguimiento de personajes, y un cine que le presta mucha atención al encuadre y al montaje como lo hace el cine de ficción. Hay una construcción muy fuerte del relato ficcional: el conflicto central es la amenaza permanente de los monos rivales hacia el hábitat del grupo de Freddie. Y, como en El Rey León, también llegará el enfrentamiento final cara a cara entre los enemigos, en el que vencerá Freddie. También al final una voz en off rescata la importancia del trabajo en equipo para sobrevivir. El hecho más emocionante del documental sucede cuando el macho alfa adopta a Oscar y le permite trepar por su lomo como solo una madre llevaría a su hijo. Esto muestra que Disney conoce perfectamente la clave para lograr el éxito y sensibilizar al espectador, por eso en muchas ocasiones recurre a la orfandad de sus personajes –DumboBambi y El Rey León son claros ejemplos-.

El film hace uso del montaje acelerado para mostrarnos cómo se va posicionando el sol al amanecer o la formación de las amenazantes nubes de tormenta en el cielo. La música cumple un rol fundamental en la construcción de sensaciones: crea suspenso en las escenas de enfrentamientos entre los monos, o tristeza cuando Oscar está solo y no encuentra el cuidado ni el alimento que necesita en su grupo. Lo cierto es que, mediante el montaje y la música, sentimos empatía con estos chimpancés, sobre todo cuando “bailan” y juguetean al ritmo de una banda de sonido extradiegética. Todo documental, por más realismo que busque, tiene muchos elementos ficcionales; éste incluso comienza con el “Había una vez…”, y las decisiones de puesta en escena pertenecen a un cine de ficción. Aquí los planos contrapicados, por ejemplo, dotan a la selva de una noción de peligro constante; por otro lado, los planos aéreos y aquellos con la cámara que se desplaza por un riel en medio del follaje captan esos paisajes de naturaleza salvaje, virgen, y toda la inmensidad de verde que uno pueda imaginarse. En palabras de uno de los realizadores de este documental, en los créditos finales: “Hay formas más sencillas de ganarse la vida, pero no son divertidas”.

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Involución Cinematográfica

Si hay un género que ha ido evolucionando con el correr de los años es el documental. Desde los trabajos de Robert Flaherty -padre del cine de contemplación de la naturaleza-, se han explorado nuevas formas de narrar, de acercarse al objeto de investigación, reflexionar sobre él, sin caer en el típico didacticismo, estimulando al espectador a visitar el lugar y tratando de deshumanizarlo, diferenciando los géneros, respetando la propia naturaleza de cada especie, evitando la manipulación cinematográfica o, al menos, tratando de que el espectador no la note.

Bueno, la película de Fothergill y Linfield es justamente lo opuesto a esta búsqueda. Mientras que Werner Herzog se involucra lo menos posible, toma distancia pero continuamente trata de generar un debate alrededor de su objetivo, Fothergill y Linfield tratan de generar empatía mediante una narración que le imprime humanidad a los protagonistas: una familia de chimpancés que debe defender un nogal de otra familia.

De acuerdo, la película está producida por Disney y su público preferencial es el infantil. Sin embargo, existe una subestimación de la mente del niño al crear una enemistad entre miembros de una misma especie que luchan por su necesidad natural, manipulando las imágenes a través del montaje, el sonido y la narración para conseguir diferenciar bandos en una banal disputa del bien contra el mal.

Como ya dijo mi colega Elena D’Aquila, los realizadores nombran al líder de los chimpancés “malos” Scar, igual que el villano de El Rey León. En una época en la que términos como maldad y bondad se han relativizado y en la que se reflexiona un poco más acerca del punto de vista del “enemigo”, la moraleja de Chimpancés es completamente retrógrada.

Las imágenes capturadas son bellísimas, la factura técnica, impecable, la fotografía, destacada, pero el contenido, completamente banal.  La película cae en un didacticismo tan obvio y discursivo que se hace imposible disfrutar de la experiencia cinematográfica o de reflexionar acerca de las diferencias y similitudes entre humanos y chimpancés en sus comportamientos, la violencia expresada o el sentimiento de maternidad/paternidad sobre un recién nacido que ha quedado huérfano.

Estar consciente de que existe una manipulación, además, imposibilita creer la historia. ¿Cuánto fue diseñado por los documentalistas y cuánto realmente sucedió?

Es cierto que se necesita un lenguaje ameno y divertido para atraer al público infantil pero aun así ¿debe Tim Allen (narrador original) expresar supuestos pensamientos de los protagonistas? ¿Por qué se debe humanizar el comportamiento animal?

No voy a cuestionar el hecho de que todos los documentales sobre el reino animal siempre toman como referencia a los cachorros para generar ternura o empatía, pero es cierto que el recurso se ha agotado por su frecuencia de uso en los últimos trabajos realizados sobre la fauna. Hablemos de pájaros, osos, pingüinos, suricatas o leones, la familia es el objetivo a seguir. Y la cámara se fija en los ojos de las criaturas, pensando en un efecto de merchandising más que en una justificación narrativa o expresiva. Esto lleva a otra pregunta ¿En serio estamos viendo al verdadero Oscar a lo largo de todo el film?

La manipulación es notoria porque propone estos cuestionamientos, además de la narración en off –que, sea en el idioma que sea, resulta molesta- y la elección musical que impone un ritmo obvio a las secuencias, utilizando la repetición de planos como efecto humorístico.

Chimpancés no enseña tanto, a pesar de que esa sea su intención, ni nos descubre un mundo nuevo que no nos hayan mostrado otros trabajos de los últimos 30 años, ni crea una reflexión sobre el comportamiento animal. No se puede disfrutar como film de contemplación por que la voz en off distrae y ocupa un lugar demasiado predominante.

Lo mejor del film es el making off. Las peripecias del grupo de documentalistas y su lucha contra los ambientes hostiles como son las selvas de Costa de Marfil y Uganda. Pero para eso van a tener que esperar a los créditos finales.

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