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CRÍTICAS - CINE

Ecosistemas de la Costanera Sur

La agudeza discursiva en Ecosistemas de la Costanera Sur (2020) aprovecha incluso la pandemia actual para ejemplificar los alcances del cine. Que además logre esto sin perder el absurdo tan presente en las obras previas de Matías Szulanski, hace que su autoconciencia no caiga en pedantería ni didactismo.

La película nos da pistas de su carácter inclasificable desde el comienzo cuando el actor Fabián Arenillas come un chori mientras cuenta los datos básicos sobre la creación de la Costanera. A partir de ahí, más miradas contribuirán a crear diversos ecosistemas. Para ello, Szulanski comparte la labor de guion con Vladimir Vallejos y el montaje lo deja en manos de Melissa Waismann. En cinco de sus obras previas, ejerció tales funciones a solas.

Por otro lado, es muy clara la intención de los guionistas de recapitular el cine contemplativo, el experimental, los géneros cinematográficos, el diarismo, las entrevistas e incluso dar cuenta del falso documental como muestra la última parte de la obra. Pero en realidad la mutación de este proyecto en conjunto también reflexiona sobre el cine desde sus imágenes en particular. 

Dos tomas ejemplifican de una manera sencilla que Szulanski ya con la fotografía cree en y crea con esta obra un cine donde la imagen es la cita de otros autores sin necesidad de postureos. En el capítulo donde Paulo Pécora trabaja con la actriz Inés Urdinez, una toma general incluye la cabeza de Pécora en el extremo inferior del plano. Así entendemos que toda composición, sea documental o ficticia, proviene de un individuo al límite de su obra. Matías viene de trabajar en ficción pero ya en Astrogauchos (2019), lo tentó la historia verídica al menos para burlarse de ella.

La segunda toma significativa, también un plano general, surge cuando el rostro de Franco Sintoff está bloqueado visualmente por la pantalla de su computadora mientras trabaja en su corto de terror. Aunque esta y aquella no son tomas consecutivas y tampoco se trata de los mismos realizadores, sí son cónsonas con la identidad que ellos deciden perder, incluso en el proceso documental, en pos de obras que den cuenta de lo buscado para que el espectador rearme las pistas.

La película repiensa con humor el cine desde distintos ámbitos. De esta manera, Vallejos y Zsulanski incluyen además de la filmación de ese corto dirigido por Sintoff en torno a El Reservito (una supuesta criatura que merodea la Costanera Sur); la muestra de esta obra de género en una proyección de cortos y la posibilidad de un libro escrito por el propio Sintoff.

Así, Szulanski sugiere una idea mancomunada de cine experimental. Si bien este suele realizarse con un equipo escaso, pandemia mediante o no; lo cierto es que todo arte se alimenta del diálogo con otros realizadores, artistas y espectadores. Cualquiera aseguraría que no hay nada nuevo en esta propuesta y es cierto. Ya ello lo plantearon las teorías de recepción.

La coda de este documental o la cola de esta rara avis (según qué juego aceptemos) es un hombre bailando sobre un asado. Así, Matías se burla de cualquier certeza teórica así como, en palabras del propio narrador, la Costanera es “otra prueba de lo que Argentina no ha podido ser” a pesar del aguante de su cine.

 

 

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

(Argentina, 2020)

Dirección, fotografía, narración: Matías Szulanski. Guion: Vladimir Vallejos. Distribución: Kligger. Duración: 70 minutos.

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