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CRÍTICAS - STREAMING

La madre del blues (Ma Rayne’s Black Bottom)

Como en general la valoración del cine también consiste en atender a los nuevos proyectos de las estrellas, vale la pena tomar en cuenta el peso actoral en una producción como Ma Rainey’s Black Bottom (2020). Esta es la segunda de las diez obras teatrales de August Wilson que Denzel Washington se propone adaptar.

Y por esto mismo, también recordemos lo que señala Roger Koza a partir de sus relecturas de Serge Daney. Nuestra identificación o distanciamiento frente a los personajes interpretados por actores favoritos son maneras de vivir el cine. Así comprobamos la existencia cotidiana.

En este sentido, la obra ambientada en el Chicago de 1927 aguanta los múltiples tropiezos presentes en el guion y el montaje gracias sobre todo a Chadwick Boseman, Viola Davis y Glynn Turman. Si bien toda película necesita por lo menos de esas destrezas técnicas para acentuar la calidad interpretativa de su elenco, el cine también se consolidó gracias a un star system. Aunque las estrellas se hayan anquilosado durante algunas décadas después de sobrevivir el paso del mudo al sonoro, en los sesenta la teoría autoral llevaría a fijarnos más en las musas de ciertos directores. Sin rostros como los de Humphrey Bogart, James Stewart, Liv Ullmann, Juliette Binoche, Gena Rowlands o Carmen Maura, los clásicos no serían lo que son. Y desde hace algunas décadas, intérpretes como Charlize Theron, Reese Witherspoon o el mentado Washington también pasaron a producir, adquiriendo derechos de libros u obras de teatro para llevarlos al cine. Actuar ya no solo es interpretar o mimetizarse en otro mundo, también incluye ejecutar en conjunto proyectos soñados.

En este sentido, la película ubicable en Netflix evidencia por lo menos tres imprecisiones en el razonamiento “el cine no es teatro”. Primero, el teatro tampoco depende solo de la destreza actoral. Por ejemplo, aquí el montaje favorece a Boseman en la duración de los monólogos. Él interpreta a Levee, un compositor excéntrico que no quiere regirse por las reglas de Ma, la popular cantante de blues (Viola Davis). Fallecido el año pasado, el actor aprovecha el dramatismo tanto como los matices del guion para hablar de las desigualdades raciales presentes en su entorno familiar. Él y Ma caerán en las contradicciones lógicas para hacerse un lugar en la industria musical. Pero en el intento inicial de contextualización, el guion y el montaje tropiezan. Solo una lectura detenida de la obra original podría revelar de dónde viene el problema. Y aún así quedaría por fuera la puesta en escena específica del director teatral en las funciones que haya tenido la obra.

De vuelta a la película, en las primeras tomas nos muestra a unos niños corriendo por el bosque, pero el resto de las acciones transcurrirá casi totalmente en el estudio de grabación. Así la coherencia narrativa se ve perjudicada. A los pocos segundos de esas primeras tomas escuchamos y vemos a Ma. La mirada de Viola cambia con respecto a otras de sus actuaciones. Aquí la laureada actriz muestra menos la indignación de sus ojos saltones a la que tantos directores han recurrido cuando trabajaron con ella. Su mirada y su voz conciertan un profundo desgarro. Ella hace sentir la desolación corpulenta y erótica de Ma. No tiene monólogos tan extensos como los de Boseman pero Davis aprovecha la oportunidad de hablar sobre la dicha de la música en el mundo, y en particular del blues.

Por otra parte, la película intenta que sus personajes masculinos narren desilusiones intercaladas con ensayos musicales. Cada miembro de la banda defiende su postura como hombre negro con experiencias difíciles de hace casi un siglo atrás. En estas escenas situadas en el sótano o en la sala del estudio de grabación, la teatralidad se siente mucho menos que las escenas en exteriores. En esa Chicago citadina de los años veinte, el preciosismo cinematográfico distrae tanto como los efectos visuales. E incluso ciertos deslices en la composición impiden encontrar sentido en las recurrentes negativas de Ma, vulnerando el ritmo conseguido en canciones como la que da título a la obra.

Al final, el verdadero problema de lo teatral en el cine es subrayar sin intención clara el valor simbólico de los objetos o exacerbar las destrezas actorales dentro de los espacios interiores. Y excepto por los lustrosos zapatos mostaza de los que varias veces se jacta el personaje protagónico, Ma Rainey’s elude ambos problemas en gran medida, pero cae en otros más graves.

 

 

 

(Estados Unidos, 2020)

Dirección: George C. Wolfe. Guion: Ruben Santiago-Hudson. Elenco: Viola Davis, Chadwick Boseman, Colman Domingo, Glynn Turman, Michael Potts. Producción: Todd Black, Denzel Washington, Dany Wolf. Duración: 94 minutos.

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