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CRÍTICAS - CINE

De Trapito a Bachiller

(Argentina, 2013)

Dirección: Javier Di Pasquo. Guión: Fernando Krichmar, Omar Neri. Producción: Javier Di Pasquo. Distribuidora: Independiente. Duración: 101 minutos.

De Trapito a Bachiller cuenta la historia de Gonzalo, un chico dado tempranamente en adopción y que, años después de haberse ido de su casa, vive en la calle, en un terreno baldío de Palermo, y subsiste como “trapito”. No importa que el título de la película anticipe el final del relato, porque el interés surge justamente por conocer la trayectoria que puede llevar a alguien en la situación de “Gonza” a terminar el secundario. Ese final, improbable, difícil de imaginar, es posible en buena medida gracias a la existencia de un espacio singular que por momentos tiene poco y nada en común con una escuela tradicional: se trata del bachillerato que funciona detrás de la Maderera Córdoba, ahora dirigida por una cooperativa que un día, hace unos pocos años, decidió fundar un colegio.

El director Javier Di Pasquo comprende enseguida que el bachillerato representa una geografía inédita y llena de personajes cautivantes, por eso es que, ni bien la película presenta la escuela y cuenta sus inicios, el relato se abre en direcciones múltiples intentando abarcar ese universo fascinante (el mundo de las escuelas en general, salvo honrosas excepciones como la notable Escuela Normal o la olvidable La Mirada Invisible, fue poco y nada visitado por el cine argentino de las últimas décadas).

Ese personaje colectivo, la escuela con sus profesores y sus alumnos, termina copando el relato al tiempo que el protagonista es cada vez más desplazado, en parte debido a que Gonza consigue trabajo en un restaurante, alquila una pieza en una pensión y empieza una relación de pareja, y todo pareciera alejarlo tanto del bachillerato como de los realizadores. Durante su ausencia la vida en la escuela sigue igual de activa que siempre, y llega un punto en que la película tiene que hacerse cargo de la particular visión del mundo y la educación que proponen los encargados de la cooperativa. La idea del conocimiento y la enseñanza a la que suscriben en el bachillerato está fuertemente ligada a una concepción marxista que observa el orden social en términos de dominadores y explotados y que, fiel al modelo que impera en la maderera, también promueve la asamblea como una herramienta de deliberación permanente. Desde la primera asamblea, en la que se discute si se puede fumar o no en el patio, se instala una tensión acerca del método educativo que habrá de atravesar silenciosamente toda la película, hasta que cerca del final el conflicto salga a la superficie y sea, al menos brevemente, objeto de discusión: bajo la consigna de una educación popular, los profesores parecen igualar la transmisión de saberes con la práctica cooperativa y con la “lucha”, que incluye hacer marchas al Congreso para reclamar sueldos. El director no profundiza en el tema pero el montaje sugiere que esa concepción radical de la educación, tanto como la tradicional a la que trata de combatir, va dejando igualmente alumnos en el camino (hay por lo menos dos chicas que no comulgan con el signo marcadamente ideológico del bachillerato y que, por ese motivo u otras razones, abandonan).

A esta altura, la suerte de Gonza, ya decidida desde el título, es tanto o incluso menos importante que el destino colectivo de la escuela y de sus alumnos de tercer y último año. Ese cambio de foco, que va de la historia particular de Gonza al mosaico de pequeños relatos del bachillerato, es en cierta forma un movimiento comprensible, casi obligatorio, que debe operar la película para entender mejor la transformación del protagonista. El recibirse de bachiller es, además de la promesa de una vida mejor (promesa lejana e incierta para los estudiantes de De Trapito…, es verdad, pero promesa al fin), la certificación de que Gonza ya no está solo ni desamparado como al principio, sino que pudo integrarse con otros, pasar a formar parte de alguna clase de grupo. En el final sabremos poco y nada de su suerte, salvo que parece que tiene problemas de nuevo con sus adicciones del pasado, pero la imagen de él y del resto de los chicos recibiendo el título nos habla de un triunfo impensado, de la posibilidad concreta de una existencia un poco menos precaria.

calificacion_3

Por Diego Maté

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