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CRÍTICAS - CINE

El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook)

(Estados Unidos, 2012)

Dirección y Guión: David O´Russell. Elenco: Bradley Cooper, Jenniffer Lawrence, Robert DeNiro, Chris Tucker, Julia Stiles. Producción: Bruce Cohen, Donna Gigliotti y Jonathan Gordon. Distribuidora: Alfa Films. Duración: 122 minutos.

Corazón e higiene mental.

A esta altura del partido decir que las propuestas del genial David O. Russell son pequeñas anomalías puede parecer hasta redundante pero lo cierto es que el señor no deja de entregar películas únicas de un género siempre bastardeado por Hollywood, hoy específicamente hablamos de aquel vinculado a las risas y los avatares del corazón. Sin lugar a dudas El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook, 2012) rankea no sólo como una de las mejores comedias dramáticas con toques románticos de lo que va del año, sino además como una de las mejores de la década que recién empieza, abriéndose camino lejos de los estereotipos, la escatología, los golpes bajos, la desnudez gratuita y la imbecilidad estándar.

Vale aclarar que el film logra la proeza, tan poco común por estos días, de balancear los distintos elementos que lo componen para generar una constante sensación de ambivalencia emocional acorde con los padecimientos de sus protagonistas. Pat Solitano (Bradley Cooper) es un profesor que sufre de un trastorno bipolar, acaba de salir de una institución mental luego de 8 meses de internación y sólo anhela reconciliarse con su esposa Nikki (Brea Bee), sobre la cual tiene una orden de restricción que le impide acercarse a causa de un episodio de violencia en el que casi mata al amante de la susodicha. Imbuido de un optimismo algo ambiguo, lo obligan a asistir al psiquiatra pero no desea más medicación.

Si de por sí el personaje central es mucho más agridulce de lo que suele ser el promedio mainstream, el opus de Russell sorprende también por la verosimilitud y el elevado grado de inconformismo con el que administra los dos “frentes de batalla”. Por un lado tenemos a sus padres, Dolores (Jacki Weaver) y Patrizio (Robert De Niro), la primera condescendiente y el segundo desempleado y obsesionado con poner un restaurant con el dinero que gana en las apuestas; en la esquina opuesta está la bella Tiffany Maxwell (Jennifer Lawrence), una viuda y ninfómana en recuperación que se siente atraída a Pat. Con la promesa de acercarle una carta suya a Nikki, ella lo convence para que sea su partenaire en un concurso de baile.

Analizando desde una perspectiva adulta y sensata el difícil tópico de la “higiene mental”, el director y guionista recupera algunas de sus marcas formales y las perfecciona hasta llegar a un nivel extraordinario, construyendo una obra impulsada por diálogos exquisitos, un ímpetu arrebatador, situaciones caóticas y una ciclotimia todo terreno que respeta -con mucho cariño- a estos seres tan falibles como cualquiera de nosotros. El desempeño del elenco es otro elemento a destacar ya que la explosiva química entre Cooper y Lawrence era algo imposible de prever. Aquí el eje pasa por los intentos de desarticular ese típico egoísmo del “caparazón psicológico” que nos condena a la ceguera y el individualismo…

calificacion_5

Por Emiliano Fernández

 

Lo frágil de la locura.

Hay algo que aclarar desde un principio: señor espectador, no acuda a ver El Lado Luminoso de la Vida en busca de una comedia. El nuevo film de David O. Russell -director nominado al Oscar por El Luchador hace dos años, y de una interesante trayectoria que incluye la indescifrable I Heart Huckabees y la curiosa Tres Reyes- es una obra que transgrede géneros, pero que sería más justo pensarla como un drama con personajes muy ingeniosos y diálogos certeros que nos pueden generar alguna que otra risa pero, más que nada, cosas para analizar.

El Lado Luminoso de la Vida cuenta la historia de Pat (Bradley Cooper, nominado al Oscar por papel protagónico masculino), un joven que acaba de salir de un hospital psiquiátrico luego de cumplir ocho meses de reclusión por haber explotado de ira al encontrar a su esposa con otro hombre y darle una paliza a éste. Pat, hiperactivo y acelerado, no parece estar en condiciones de salir al mundo todavía, menos aún cuando se niega a tomar su medicación. Luego de algunas turbulencias iniciales dentro de su familia, conocerá a Tiffany (Jennifer Lawrence, también nominada al Oscar), una chica con problemas similares que intenta superar la muerte de su esposo.

Pat -interpretado magistralmente por Bradley Cooper (muy versátil pero con ciertas semejanzas con su papel en Sin Límites)- tiene un único objetivo que es poco menos que una obsesión: demostrarle a todos que está perfectamente bien para poder volver con su esposa, a pesar de que una orden de restricción (y todos los que lo conocen) se encarguen de mantenerlos alejados. La aparición de Tiffany, allegada a la familia de su esposa, será el principal motivo de acercamiento entre ambos.

El gran acierto de este interesante film es cómo presenta estos dos mundos aparentemente separados: los que están bajo tratamiento y los que no. Pat, Tiffany y Danny (Chris Tucker, un amigo del hospital que aparece cada tanto) forman parte del primer grupo, mientras que los padres de Pat (unos maravillosos Robert De Niro y Jackie Weaver, nominados al Oscar por papel secundario), su amigo Ronnie (John Ortiz) y su esposa Veronica (Julia Stiles) entrarían en el segundo grupo. Lo curioso es que el guión de Russell se encarga de mostrar una serie de situaciones en las que todos los de este segundo grupo podrían tranquilamente estar del otro lado: las cábalas de su padre, la furia contenida y el desgraciado matrimonio de Ronnie (que hasta llega a defenderse diciendo “yo no voy a terapia”, como si eso lo hiciera más cuerdo que otros), las curiosas elecciones decorativas de Veronica, todos elementos que se exhiben para poner de manifiesto esa teoría tan cierta de que locos estamos todos.

Russell se mantiene en un registro estético despojado, muy similar al que utilizó en El Luchador (2010), quizá porque su fuerte no sea la puesta en escena, o porque no necesite de una fotografía descollante para contar una historia que valga la pena o emocione. El director prefiere centrar su atención en los personajes, en los diálogos (incesantes, rápidos, realistas y de una intensidad y un ingenio que le aportan al film lo mejor que tiene), y también en una banda de sonido bastante rockera, con temas de White Stripes, Les Paul, Josh Homme, Bob Dylan; con una secuencia musicalizada con What is and what should never be de Led Zeppelin compone una de las mejores y más sentidas escenas del film, que le sirve para describir a sus personajes y sus condiciones.

Este curioso director, que siempre supo encontrar la forma de destacarse (incluso con un film bastante anodino como Tres Reyes), parece haber encontrado, por una senda un poco más convencional –aunque no por ello menos interesante-, la manera de permanecer en las listas de premiaciones. Es una buena noticia que una película bella e inteligente como El Lado Luminoso de la Vida –esté bien o mal catalogada como comedia- forme parte de la terna a mejor película del año en los Premios de la Academia.

calificacion_4

Por Juan Ferré

 

Desayuno con Tiffany.

Llega esta época del año y siempre se estrena “esa” película “indie”, la comedia dramática romántica de autor que pretende darnos una lección moral y al mismo tiempo hacer una “radiografía” – palabra que encanta a los críticos – sobre la sociedad estadounidense. Cuando no es Jason Reitman – por quién siento un gran respeto a pesar de todo – es Alexander Payne… y todo parecía indicar que este año sería el turno de David O. Russell, autor maldito que coquetea con los críticos, no suele agradar demasiado al público masivo, amaga a ser “Indie” y “autor” con tocar temas importantes, pero llama actores de renombre que desean probar suerte en el terreno del bajo presupuesto para ganar premios, etc. Pero Russell, no es tampoco tan querido. De hecho, muchas “celebridades” lo odian por su mal carácter. Son legendarias sus peleas a los gritos con sus protagonistas – excepto Mark Wahlberg nadie se lo banca – e incluso existe la leyenda que le pegó a George Clooney. Quizás David debió internarse en un hospital por un tiempo y así salió El Lado Luminoso de la Vida, que a contracorriente con el resto de la filmografía del realizador es una película optimista, aún con un trasfondo oscuro.

Como ya demostró en El Ganador, su última obra, Russell es un enfermo cinéfilo del cine de los años 50 y 60. Y si en la película que tiene la actuación que le valió a Christian Bale su primer Oscar, tomaba como principal referencia el cine de Robert Aldrich o Samuel Fuller, dos cineastas de género rebeldes, para El Lado Luminoso de la Vida, eligió a los directores de comedias románticas más cínicos, críticos y melancólicos de la industria: Billy Wilder y Blake Edwards.

La relación entre Patrick – Bradley Cooper demostrando varias facetas de su personalidad y aun cuando podría caer en la caricatura termina siendo verosímil y brindando una gran actuación – y Tiffany,- Jenniffer Lawrence también demostrando que no solo tiene cara de chica triste, golpeada, sino que puede tener gran timing humorístico aprovechando esos golpes – parece calcada de la que tenían Baxter (Jack Lemmon) y Kubelik (Shirley MacLaine) en Piso de Soltero, o la de Paul (George Peppard) y Holly (Audrey Hepburn) en Desayuno con Diamantes. No es casual la elección del nombre de la protagonista.

Y por si esto fuera poco, se trata de una película cuidada, sutil, que no apela a golpes bajos, que el sentimentalismo está bien usado, que consigue emocionar sin forzar ni manipular situaciones, que logra meternos en un microuniverso suburbano querible aún con su toque pintoresco, sus ancianos conservadores y una sátira al psicoanálisis que no deriva a la burla sino a la reflexión sobre los tratamientos. Un retrato que parece haber conservado de El Ganador, su obra más regular, sólida y menos pretenciosa hasta la fecha. Pero si allí había podido domar el drama, con ésta consigue seguir la línea de conflictos sociales clásicos de la familia de clase media combinado con el humor irónico y el cinismo oscuro de Tres Reyes o Yo Amo Huckabees (film injustamente maltratado, lleno de ideas y original en su concepto).

Russell mantiene la cámara en mano girando intensamente alrededor de los personajes sosteniendo una tensión y un ritmo que paulatinamente va bajando pero consiguiendo justificar un poco esa referencia al cine de Wilder (especialmente el de la década de los 60, donde el vienés se animó a jugar un poco más con los movimientos y las velocidades) y cerrando la penúltima escena con un travelling hermoso tributo a Edwards. Sacando de lado la previsibilidad que el relato clásico aporta a cualquier película, El Lado Luminoso de la Vida demuestra que el optimismo no se consigue tratando de ser el mejor, o mostrando una faceta políticamente correcta, sino siendo uno mismo y aprendiendo de la experiencia, de los veteranos. Acaso la lección no solo se aplica al mensaje del guión, sino sobre todo a la filmografía de un director que nuevamente nos brinda el lado luminoso del cine de Hollywood.

calificacion_4

Por Rodolfo Weisskirch

 

Un mundo de sensaciones.

Hay películas que son como sus protagonistas. Por ejemplo, en Margaret, el film “maldito” de Kenneth Lonergan (no estrenado en Argentina como en muchas otras partes del mundo -si pueden, véanlo-), ocurre esto. Lisa -una despreocupada joven- provoca, sin querer, un accidente en el que muere una mujer. A partir de este traumático hecho, verá como su vida da un vuelco, transformándose en un ser inestable, que no puede responder los llamados lógicos del mundo que la rodea. Lisa puede pasar de la risa al llanto, de la pasión a la frialdad, del amor al odio. Es una madera que flota en el agua, sin rumbo.

El film de Lonergan adquiere esta inestabilidad y, por lo tanto, su puesta en escena se adhiere a los cambios internos de su personaje principal. El resultado es una obra maestra de la confusión, de la paranoia, de la bipolaridad. Por los mismos carriles se encuentra El Lado Luminoso de la Vida, quien comparte con Margaret un mismo modo de conectar la mente del protagonista con la película misma.

El caso de Pat es distinto al de Lisa. Los primeros minutos de El Lado Luminoso de la Vida muestran a Pat salir de un instituto mental luego de haber pasado allí ocho meses. Más tarde se sabrá que el personaje encontró a su mujer con un colega suyo teniendo sexo en su propia casa. Sin estar del todo curado, su madre lo saca de ese lugar para que se reintegre nuevamente con el mundo. Claro que no será una tarea fácil para Pat, quien tiene una obsesión con su esposa, a quien no ha visto desde el incidente (y a quien no puede acercarse por una orden judicial). En el medio conoce a Tiffany, una extraña joven que ha perdido a su marido y que sueña con ganar un concurso de baile. Tiffany le ofrece a Pat ayudarlo a estar nuevamente con su esposa si es su compañero para ganar el certamen.

Como se mencionaba anteriormente, El Lado Luminoso de la Vida pertenece a estas películas que están fuertemente conectadas con sus personajes. Cuando Pat sale del instituto, David O. Russell parece acompañarlo desde el uso de la puesta en escena. La primera parte del film podría estar más ligada a lo que se considera “cine independiente americano”: alejado de las ataduras clásicas y exponiendo fuertemente los conflictos internos de los protagonistas. Esto le otorga al relato una sensación de caos constante, producto de las fricciones entre el personaje y su familia.

El mérito de Russell es hacer que la película, desde los primeros minutos, esté manejada por el descontrolado y voluble cerebro de Pat. La primera parte está claramente influenciada por el estado del personaje. Esto se observa en una cámara inquieta, nerviosa, excitada, que no deja mostrar todo lo que ocurre a su alrededor. No es casual que esta mitad del relato sea el más inasible, más escurridizo, más ajeno a las emociones concretas. Y si bien el film se coloca en la posición de los protagonistas, se observa que la visión es compartida con los familiares y amigos de Pat que deben lidiar con su enfermedad.

Cuando Pat comience a practicar para el concurso de baile con Tiffany, la película se tranquiliza, se hace más convencional y por ende más accesible a la emoción del espectador. En este sentido, los últimos minutos están construidos con los elementos del género romántico (que recuerda un poco a los films de Nora Ephron). Para algunos será una suerte de traición con respecto lo que se veía mostrando; para otros será bienvenida la apertura sentimental hacia los personajes. Más allá de la discusión sobre los convencionalismos, se trata de un recurso interesante por parte del realizador: es la conexión misteriosa y eterna entre la película y sus protagonistas. Cuando todo se tranquiliza, sabemos -internamente- que estos dos seres intratables y solitarios estarán bien.

calificacion_4

Por Luciano Mariconda

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