(Argentina/ Corea del Sur, 2015)
Dirección y Guión: Benjamín Naishtat. Elenco: Pablo Cedrón, Marcelo Pompei, Francisco Lumerman, Alberto Suárez, Céline Latil, Agustín Rittano. Producción: Federico Eibuszyc, Bárbara Sarasola-Day y Diego Dubcovsky. Distribuidora: Independiente. Duración: 66 minutos.
Desde que el cine irrumpió en estas latitudes, Argentina supo incurrir más de una vez en producciones épicas históricas propias y en relatos gauchescos, con un lenguaje inspirado en los westerns provenientes de los Estados Unidos. La Guerra Gaucha, de Lucas Demare, sigue siendo el pilar de esta clase de films, y se pueden mencionar también Nobleza Gaucha, estrenada en 1915; Pampa Bárbara, de Demare y Hugo Fregonese, quien terminaría filmando westerns puros durante su trayectoria internacional (incluyendo una remake de esta película); Viento Norte, de Mario Soffici; Juan Moreira, una de las obras maestras de Leonardo Favio, y más recientemente, Aballay, el Hombre sin Miedo, dirigida por Fernando Spiner. Ninguno de aquellos exponentes tiene eco en El Movimiento, la propuesta más inusual y arriesgada del subgénero.
Siglo XIX, tiempos después de la Revolución de Mayo y de la independencia. Las Pampas están a la deriva, en un interminable ambiente de caos, desorden, peligro y muerte. Por allí va un grupo de hombres, liderados por el “Señor” (Pablo Cedrón), con ideales y ambiciones, que pretenden darle forma a lo que será un nuevo orden en el país. Estos individuos buscan cautivar a la gente con palabras y promesas, pero también son capaces de los actos más atroces en pos de su línea de pensamiento.
Luego de Historia del Miedo, el director Benjamín Naishtat se atreve con un film de época, pero conservando la tensión y los climas siniestros de su ópera prima. En este caso, también hay estallidos de violencia seca y dura, donde no falta un sacrificio reventándole la cabeza con una bala de cañón a un pobre vendedor de pan rancio. Una temática áspera, sobre los oscuros manejos del poder, en la que el director se vale mayormente de primeros planos y de una extraordinaria fotografía en blanco y negro, aún más lograda durante las secuencias nocturnas. La banda sonora, a cargo de Pedro Irusta, se aleja de las convenciones esperadas en una película de este estilo, ya que no recurre a instrumentos autóctonos sino a un sintetizador que contribuye a la onda enrarecida.
Por el lado del elenco, Pablo Cedrón impone una presencia fiera, tan árida e implacable como aquellos parajes que transita con su tropa.
El Movimiento es el gauchesco más audaz y una película que, aun anclada en un período lejano de nuestra historia, no deja de trazar paralelismos con tiempos más recientes.
Por Matías Orta