Una turba iracunda.
Desde que el genial director George A. Romero debutara con La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968), el universo zombie no ha parado de bifurcarse. En una significativa transformación, los muertos vivos de Romero han dado lugar a otro tipo de zombies más ligados a los ataques de locura que caracterizan a nuestras sociedades que a la inconsciencia de los primeros y lentos caminantes.
El Pulso (Cell, 2016) es la versión del apocalipsis zombie del reconocido escritor de novelas de terror Stephen King, quien adaptó su propia novela Cell -publicada en 2006- junto a Adam Alleca. En esta versión una especie de señal, que ataca a través de los celulares, logra controlar la voluntad de los individuos convirtiéndolos en pasmados iracundos que tras un brote de furia transmutan a un comportamiento gregario.
Tras el desconcierto del pulso inicial, un escritor y dibujante, Clay Ridell (John Cusack), y un maquinista de subterráneos, Tom McCourt (Samuel L. Jackson), emprenden una alianza a la que se van sumando diversos personajes para escapar de los enfurecidos embotados en Boston y encontrar a la familia de Clay. Pronto los protagonistas descubren que los zombies persiguen, descansan, reclutan y evolucionan como una manada, y que la señal que los ha transformado parece provenir de una torre de emisión en una zona boscosa de Maine, rodeada por varios lagos.
La propuesta de Williams es despareja, por momentos interesante pero con pasajes confusos, innecesarios y poco relevantes para la trama. La relación entre los sueños de los personajes -que se asemejan a la novela gráfica de Clay- y la novela misma no recibe el desarrollo necesario y esto genera una falta de coherencia en muchas escenas y situaciones.
Afortunadamente, la historia no solo se alimenta del terror zombie y progresa sólidamente para resistir estos problemas y desarrollar una trama a través de la construcción de historias paralelas típicas del modelo de la novela modernista. Una de las principales características que resaltan el valor del film es la diferenciación del modelo de las recientes películas del prolífico género zombie: aquí, más que a unos enfermos rabiosos, tenemos a una turba iracunda, más cercana a films del estilo de La Jauría Humana (The Chase, 1966).
El Pulso aprovecha acertadamente una de las paranoias vigentes alrededor de la tecnología y del abuso de los teléfonos celulares y de las señales satelitales e inalámbricas, de las que aún no se conocen todos sus efectos en el comportamiento humano y el desarrollo del cerebro, para construir su narración apocalíptica. El estilo de King es indiscutible. Para algunos será siempre un gran escritor con un don para el terror y para otros un novelista desparejo producto de la decadencia de nuestra época. Lo que no se puede cuestionar es que la señal es cada vez más fuerte y aunque la civilización se desmorone siempre quedará un zombie haciendo llamados…
Martín Chiavarino