Dramaturgia: Eugene O’Neill. Adaptación: Alejandra Cruz. Dirección: Barry Primus. Música original: Omar Massa. Diseño de escenografía y vestuario: Marcelo Valiente. Diseño de maquillaje y peinados: Néstor Pumar. Diseño de illuminación: Miguel Morales. Diseño técnico: Charly Randich. Asistente artístico: Cristian Aguilera. Actúan: Susu Pecoraro, Lito Cruz, Eleonora Wexler, David Di Nápoli, Jesús Berenguer, Victoria Moréteau, Ubaldo Kramer, Lisandro Fiks, Carlos Alberto Cavanna, Edgardo Marchiori. Prensa: SMW Press.
Por dónde comenzar sino es por decir que “un gran elenco” queda corto, es como poco para describir a los artistas que se ven en las tablas del Teatro Apolo de miércoles a domingos. Pecoraro, Cruz y Wexler protagonizan El toque de un poeta, la historia de Cornelius Melody (Lito), su mujer, Nora (Susu) y su hja, Sara (Eleonora).
Los Melody viven de y en una lúgubre taberna de mala muerte, donde Nora y Sara se desviven como esclavas, mientras Cornelius se refugia en el alcohol como consuelo y distractivo de lo bajo que ha caído su vida. Lito Cruz se pone en la piel de un ex combatiente de guerra delirante, patético y atrapado en un supuesto grandioso pasado. Él se esfuerza por sostener un perfil de caballero, por más irreal que suene, más bien no hace nada por ello, sino que lo intentará a costa de la miseria y el sacrificio de sus damas.
El toque de un poeta nos habla de las palabras como creadoras de atmósferas, de historias y de opresión. El discurso como una acción carente de realidad, inválida, en la medida en que esta se disuelve ante los hechos. Esta obra de Eugene O’Neill es la completa representación de todo ello, el autor ha creado al opresor, Cornelius, quien somete, en este caso a Nora, una mujer que ama ese lugar que le tocó y está cómoda en la sumisión que ella justifica en el amor. Y, en tercer lugar, el autor creó al núcleo rebelde, su hija Sara, que le da combate sin armas. Ella, sin tapujos y casi sin respeto, le expresa todo su odio y busca salir de esa dominación patriarcal.
Los Melody se desplazan por los distintos ambientes de su taberna/hostería, alucinantemente caracterizada. El diseño de escenografía, así como el de vestuario logran crear en el escenario una cápsula del tiempo y nos invitan a un viaje por una historia anclada en el pasado, en una época lejana, pero con una propuesta aún válida. La atmósfera constituída desde el vestuario, la utilería y la iluminación es intensamente vívida, casi puede olorse el alcohol y la mugre.
Algunos invitados y no tan invitados desfilan por el comedor de la taberna, así como los frecuentes -y odiosos- amigos borrachos de Cornelius. Cada personaje añade una tonalidad a esta historia y la dimensiona aún más.
Lito: como siempre y como nunca, tras ese porte de caballero, tras ese pelo gris descontrolado por los delirios y el alcohol, muestra un hombre enfermo de soberbia, necesitado de reconocimiento que se hace grande gracias a la miseria de quienes lo rodean. Deslumbrante, Eleonora Wexler encarna a una campesina desfachatada que lucha por sus deseos, ruda y cruel pero en el fondo tan sensible al amor. Susu, en los márgenes pero presente. Como toda “gran” mujer detrás de todo “gran” hombre, allí está con la mirada baja, evitando conflictos y apaciguando las aguas. Una mujer que no conoce otro estado que el de sufrimiento y amor servicial.
El toque de un poeta lo tiene todo y no se le escapa nada.
Teatro: Teatro Apolo – Corrientes 1342
Entradas: Desde $200
Funciones: Miércoles a domingos 20:30