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CRÍTICAS

Escandinavia

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Escandinavia

Dirección: Ruben Szuchmacher y Lautaro Vilo. Autor: Lautaro Vilo. Diseño de vestuario: Jorge Ferrari. Diseño de luces: Gonzalo Córdova. Asistencia de dirección: Pehuen Gutierrez. Intérprete: Ruben Szuchmacher. Prensa: Debora Lachter.

“Los desesperados intentos de enterrar un gran amor, expuestos en el luto y la negra investidura carente de brillos. La estética de lo que se fue y no se resignifica en la ausencia. La ética y estética de la muerte: de la vida y de la magia teatral”.



El dolor suele ser un potente motor para el reguero de creatividad, emociones y pasión expresiva. Pero algunas veces ese dolor puede llegar a paralizar tanto a su víctima que simplemente eso no sucede, incluso si el artista tiene la buena voluntad de intentar dicha catarsis que tiene siempre por objetivo, convertir la paja en oro.

Se trata de un espectáculo del reconocido director teatral Ruben Szuchmacher, cuya extensa trayectoria dedicada a las artes escénicas se centra particularmente en el montaje y la puesta en escena de obras de autor, pertenecientes a la historia del teatro universal. Su formación de Reggie en el Teatro Colón y su beca en Alemania dirigen su idiosincrasia hacia la elección de textos clásicos, tratados con traducciones de gran calidad y la influencia e interés en una cierta vanguardia, montados siempre con una idoneidad y profesionalismo excepcional. Quizá sin jugarse en la experimentación de una vanguardia más pura, que toma riesgos en la investigación de forma más atrevida y profunda, sus obras sin embargo, suelen gozar de una calidad intachable. Y no carecen tampoco de la creatividad que debe acompañar al nivel de un montaje de excelencia.

Es plausible que todo artista profesional conozca muy bien, en el fondo, sus límites así como sus capacidades, a las que puede dar rienda suelta. Sin embargo, un mal momento en su vida personal los puede llevar al olvido de estas premisas. Así es como un artista con gran trayectoria, reconocimiento y experiencia siempre posee la capacidad de hacer un mal trabajo.

En la estructura de una crítica es habitual que se describan todos los rubros que conforman un espectáculo, a menudo con cierto orden. Por ejemplo, se puede comenzar analizando el texto del que éste surge, su traducción y de qué se trata la historia, para continuar describiendo la escenografía, el vestuario, la iluminación, sonido y finalmente, lo interpretativo. Pero en este caso sólo podemos comenzar con el primero y seguir con el último de estos aspectos. Simplemente, porque nuestro espectáculo no posee ningún otro.

El texto es un trabajo del dramaturgo Lautaro Vilo, colega habitual del director, en cuyo teatro imparte clases de escritura teatral. La sinopsis de la obra se sitúa en un velorio que toma al mismo público como asistente al convite. Allí, se ve a un hombre que perdió a su pareja luego de muchos años de amor compartido y a quien el dolor lleva a recordar con gran melancolía los buenos momentos vividos o los futuros planes que poseían, ya imposibles. Sin embargo, se puede y debe cumplir uno de ellos: el último deseo que en el lecho y en sus brazos, el fallecido le expresó antes de morir. Ser enterrado por sus manos en el jardín de la quinta que poseían juntos. De este modo se relata la hazaña del protagonista de tener que llevar un cadáver en un auto a dicho destino, no sin ser arrestado por la policía que termina llevándolo a la cárcel, en donde pasa unas cuantas horas, hasta que se demuestra que no es un asesino. Tanto allí, como mientras logra su cometido al encontrarse cavando la tumba con sus propias manos, continúan las elucubraciones del personaje sobre el pasado feliz que no volverá y el libro “Escandinavia”, un simple best seller de supermercado, como parte de las pertenencias que el occiso había dejado y que su pareja le leía en el hospital para menguar el dolor.

Un sencillo drama semi-policial realista con supuestos toques humorísticos. Vilo suele trabajar un realismo de tendencia naturalista que describe los mundos bastante locales de la idiosincrasia argentina con sus personajes característicos. La historia, como idea de policial melodramático tenía quizá su potencial, de no haber sido pensada exclusivamente a pedido de Szuchmacher a efectos de que éste realizara una catarsis personal, aunque estuviera el intento de que hubiera algún trabajo artístico. Pero el texto no posee ni mucho vuelo poético ni un humor terrenal superior al que puede encontrarse en una serie televisiva más o menos pasable. De haber contado dicho texto con algún tipo de acompañamiento escenográfico, musical o actoral profundo, quizá su contenido podría haberse revalorizado en la retroalimentación genérica, que es la causa por la que el teatro acostumbra a ser un arte que conjuga a varias artes en un mismo quehacer. Es decir, si el texto hubiera contado con alguna puesta en escena, quizá habría tenido un valor artístico superior

Pero una vez que se toma la decisión de emplear lo que la dirección podría esgrimir como “puesta austera” sobre lo que más va a encontrarse sostenido un unipersonal, es sobre la actuación. Sin embargo, ésta no logra transmitir la energía y expresividad que suele requerir el difícil rubro. Esta es la justificación: en actuación el artista se debe valer, además de sus emociones, de una serie de técnicas que se le imparten en las formaciones actorales por las cuales las carreras tienen materias como vocal, corporal, etc. Ya que éste puede padecer en escena un profundo dolor internamente, pero que si no transmite, si no proyecta hacia afuera -lo que es precisamente su oficio- no sirve a la obra. Rubén Szuchmacher en Escandinavia se mueve en una energía monocorde durante todo el lapso que dura el espectáculo, tanto cuando quiebra en lágrimas en una plena realidad de sentimientos como cuando sonríe recordando buenos tiempos. Se mantiene asimismo en una monocordía de voz, prácticamente sin cambios de nivel hacia arriba o hacia abajo. Ni un grito, ni un susurro modifican una actuación que muestra una clara falta de creatividad actoral o entrenamiento en el área, como para poder sostener un unipersonal. Es así como de la conjunción Vilo-Szuchumacher obtenemos un texto argentino que busca apoyarse en la calidez de sus localismos, pero expresado con lo que se asemejaría a una especie de frialdad alemana.

Si se piensa en la formación de Szuchmacher como director y en sus brillantes trabajos como puestista, reconocidos en muchos lugares del mundo, podría sacarse la conclusión de que tanta excelencia para una cosa, impide quizá la misma excelencia en otra. Sin embargo, además de que siempre hubo excepciones a esta premisa, los artistas egresados de las carreras integrales de nuestro país, se manejan en un nivel en general bastante parejo, tanto en la actuación como en la dirección. Pero la formación de Ruben Szuchmacher perteneciente a otros tiempos suena probablemente demasiado académica en una sola área, lo que resuena en un acartonamiento en su trabajo sobre las tablas. Al menos, esto es lo que se observa en Escandinavia.

El público podría preguntarse porque un director de su talla habría de exponerse a presentarse como desnudo en escena sin sus capacidades más geniales como es en este caso la puesta en escena y contando con lo que parece un endeble entrenamiento actoral. Él mismo explica una razón particular, producto de un momento difícil de su vida personal: “la sensación era que yo traspasaba las cosas, que no tenía entidad; la idea de volver a la actuación después de 10 años fue la oportunidad de volver a hacerme visible“. “Necesitaba volver a ubicarme en el lugar del actor, necesitaba volver a reconstituirme narcisísticamente después de tanto dolor”.

Esto resulta comprensible para gente que entiende el particular arte de la actuación. Pero la pregunta es si corresponde utilizar como espacio de catarsis un teatro -y el tiempo del público- únicamente gracias a que se es dueño de él y de un nombre. No se trata de que los artistas no intenten nuevas investigaciones, lejos de ello, promovemos el desarrollo de la experimentación, sin la cual el arte y por añadidura la cultura, jamás avanzaría. Pero esto no es lo que sucede en Escandinavia donde, prácticamente, no hay un espectáculo teatral, ya que no parece apropiada la definición ni de espectáculo ni de teatro, la utilización de un acontecimiento personal sobre el que se hace real luto en escena, utilizando el golpe bajo que apela a la emotividad de las personas, que no tienen otra posibilidad que solidarizarse con la situación de un director de renombre padeciendo desnudo frente al público por la muerte de una persona querida. Al finalizar la exposición, no somos capaces de no aplaudir. Es Szuchmacher quien ya no hace montajes, se muestra frágil en las tablas y débil en el quehacer teatral, como buscando la contención del público, al que por supuesto, conmueve.

Pero también es Szuchmacher quien con su experiencia, puede imaginar que no es tan mala idea comercial, cuando se posee un nombre, hacer un uso y abuso autobiográfico, basado en la curiosidad que es a veces característica en muchas personas, en relación a las figuras del espectáculo. Y que, por otro lado, Buenos Aires alberga a tal cantidad de gente, que muchos acudirán a ver Escandinavia sin estar al tanto de los dramas personales del director, con el objetivo de ver “una buena puesta de Szuchumacher”, sin tener la menor idea de que no la encontrarán.

En esta obra, La creatividad e inteligencia de Ruben Szuchmacher como director teatral se extrañaron tanto, como él extrañaba a su ser querido.

Un lugar para ver un fragmento de una biografía en vivo, en las tablas. Pero en donde quizá debido al real dolor del artista, la sala se llena de la energía oscura de la muerte …del hecho teatral.

Teatro: ElKafka -Lambaré 866

Funciones: Viernes y Sábados 21 Hs

Entradas: $50 y $40

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