No pienso revisar ninguna de las no sé cuántas notas que escribí sobre Eastwood y sus películas para ver qué dije antes y evitar repetirme. No creo que me repita demasiado: este es apenas un deseo de felicidades, una lista muy incompleta de agradecimientos que bien podrían ir en una tarjeta de salutación, junto con un ramo de esas flores cultivadas con devoción en La mula.
Gracias por haber tratado el amor, la perseverancia, la justicia, el cine, la inocencia, el desafío, el heroísmo, la redención y otra vez la redención, las oportunidades -las únicas y las que vuelven-, la política, el perdón… y por hablar sin parlotear sobre tantos otros asuntos, incluso de los temas de los que hay que hablar en cada momento, no los “urgentes” según las modas de las bandadas de loros sino de los que realmente exige el momento. Por eso Richard Jewell, el héroe contra las hordas frankensteinianas manejadas por los poderes de los medios y de los miedos. Y tal vez por eso nadie quiso ver Richard Jewell.
Gracias por haber retomado el clasicismo terso, sutil y fluido luego de probar con esos extraños énfasis en Río Místico, creo que la única película tuya que no me gustó (¿culpa de Tim Robbins? ¿de Sean Penn?). Gracias por haberme permitido reconciliarme con tu cine, que es el cine.
Gracias porque recuerdo en qué sala vi cada una de tus películas; las que vi en el cine, claro, es decir todas desde Cazador blanco, corazón negro (Lugones). Los imperdonables la vi en el Libertador, Los puentes de Madison en el América y Crímenes verdaderos en el Santa Fe, ¿o fue el Atlas Santa Fe? Bueno, dudo en ese caso; sobre lo que no dudo es en que no la vi ni en un microcine ni en una sala de algún shopping. Después ya no hubo más remedio…
Gracias por haberme emocionado hasta mis muchas lágrimas tantas veces, también y especialmente con Más allá de la vida, en la que pensabas sobre la muerte -sí, gente demente de 2020, ¡todos vamos a morir en algún momento!- con una hidalguía y un estoicismo cinematográficos a prueba de todo, incluso de quienes se burlaban en la función privada. Aún hoy creo que es de tus mejores películas; es decir, de las mejores del cine. Gran título Más allá de la vida, lo que nunca mostrabas: no se puede filmar el más allá, lo que se filma es la vida.
Gracias por darme las armas para ni siquiera perder tiempo discutiendo con los enojados por Francotirador y 15:17 tren a París y gracias por abrir el escenario para que se sumara la orquesta en “Can’t Take My Eyes off You” para la gran catarsis del duelo más doloroso de Jersey Boys.
Gracias, además, por hacer la música de tantas de tus películas y hasta cantar, o susurrar, en Gran Torino, otra de las grandes películas de despedida que te pusiste a hacer cuando quizás pensabas que te quedaba poco tiempo. Siempre será poco, claro, porque el cine no tiene reemplazo para tu cine, que es el cine.
Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.