Yo es otro:
“Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. -Perdón por el juego de palabras. Yo es otro.”
Arthur Rimbaud.
Dos hombres de edad avanzada viven en una construcción precaria junto al mar, prácticamente aislados del contacto con la sociedad. Sobreviven de lo que la naturaleza les provee. A uno de ellos lo vemos generalmente en el exterior, dedicado a la pesca y la caza; al otro, recluido en el interior de la vivienda, leyendo clásicos de la literatura y escuchando la radio. Este es el comienzo que propone el fotógrafo chileno Francisco Bermejo en su largometraje El otro (2020), ficción que se nutre y se construye a partir del registro documental.
El director realiza un interesante trabajo desde lo fotográfico tanto en el interior como en los exteriores, que da cuenta de la magnificencia de la naturaleza y de la rusticidad y el paso del tiempo que esculpe el cuerpo de esos hombres.
En la vivienda, recorta el detalle de unas fotografías de tono familiar. ¿Qué ha llevado a estos hombres a retirarse de la sociedad? ¿Una pena del corazón? ¿Se trata de fugitivos de la ley? ¿O de una actitud militante de resistencia frente a la degradada vida en la sociedad?
Los dos hombres se necesitan mutuamente y se complementan, expresando diversas dualidades como activo y pasivo, cuerpo y mente, naturaleza y cultura. Pero la convivencia no es sencilla. ¿Cómo vivir con otro sin sentirse invadido o limitado? ¿Las fronteras entre el yo y el otro permanecen definidas o pueden diluirse?
No en vano Bermejo encuadra a sus personajes a través del marco de la ventana o del espejo. Expresa así el aspecto de retrato pictórico de estos hombres peculiares y su encierro, en tanto desenganchados de la civilización. Pero el espejo también da una pista cuando uno de ellos conversa consigo mismo ante la otredad de su imagen reflejada y entonces podemos preguntarnos: ¿Es que se trata de dos hombres o de dos que son uno?
En esta linea la película comienza asumir un tono fantástico, que la sitúa en diálogo con Moby Dick (Melville, 1851) en el extremo de la loca obsesión vengativa de Ahab (como lo hace explícito el director a través de los fragmentos que lee en voz alta su personaje), pero también con El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde (Stevenson, 1886) e incluso con la película El faro (Eggers, 2019), aunque sin su aspecto expresionista; instalando claramente la problemática del doble.
Entonces la película nos abre otras preguntas: ¿Existe en tanto seres humanos algo como la soledad total, o acaso cuando estamos solos siempre estamos con un otro? En la película hay detalles que sitúan la presencia y la necesidad de contacto con lo humano como son los libros, la radio o los cassettes. En contrapunto, el personaje en su incursión a la ciudad se sienta al lado de una estatua: ¿Sería posible soportar una soledad absoluta?
En cierto momento, uno de los hombres expulsa al otro de la casa. Como seres hablantes, estamos íntimamente constituidos por esa otredad que nos parasita y que es el lenguaje. ¿De que modos lidiar con esta otredad constitutiva? ¿Se trata de expulsarla afuera o de convivir con eso otro que es lo más intimo de mí mismo?
El otro es una película inteligente y bellamente construida que nos interpela. Mediante su poética en imágenes consigue hacer resonar el núcleo más intimo de nuestro ser. Ese extraño vacío del que brota tanto lo más singular de cada uno como el impulso hacia el lazo social.
© Carla Leonardi, 2020
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(Chile, 2020)
Dirección: Francisco Bermejo. Duración: 77 minutos.