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CRÍTICAS - STREAMING

Free Guy: Tomando el control (Free Guy)

Vi Free Guy en cine hace unos meses, cuando se estrenó. Me costó llegar al final, estuve a punto de levantarme varias veces; no lo hice solo por un vago sentido de la obligación. La terminé y descarté enseguida. Hay películas que se quedan con uno, para bien o para mal. Cuando vi Free Guy no la soporté, pero la película se quedó conmigo. Les habrá pasado: uno ve algo que lo deja en la más absoluta indiferencia, y en algún momento la película vuelve involuntariamente a uno: aparecen escenas, personajes, momentos o solo gestos, una cara, un plano.

Meses después, el disgusto general que me produjo se fue disipando: la velocidad de los gags y los guiños, la nostalgia automática sobre el pasado del videojuego y el cine, el abuso de Ryan Reynolds (que es simpático, nos cae bien, pero tampoco para sostener una comedia entera él solo), la seguidilla de sucesos que acumulan aventuras y peligros pero que en verdad no narran nada, como si la historia fuera un eterno presente donde todo sigue igual. Ahora, por algún motivo, no siento todo este lastre cuando de tanto en tanto me acuerdo de Free Guy. Recuerdo con mucha más claridad, en cambio, la buena fe que la película exhibe respecto del mundo y las cosas: una visión exageradamente naif, blindada contra los rumores ideológicos del momento, algo que el cine rara vez puede permitirse. Superado el fastidio de tener que ver a Reynolds ininterrumpidamente durante dos horas, ahora hasta me parece que hay cierto aire de clasicismo, casi de nobleza, en la forma en la que el tipo se toma su papel de lindo tonto de buen corazón preparado, a pesar de todo, para los diálogos rapidos y los remates intempestivos (que, por otra parte, son su especialidad, si es que tiene alguna). Hay un dato extracinematográfico que refuerza un poco la mejoría de la performance de Reynolds: el tipo invitó a amigos a hacer cameos breves que, para el espectador, pasan desapercibidos. La idea, al menos tal como lo difundió la prensa, era reunirse con amigos que rara vez pueden juntarse. La gratuidad del gesto es total. Es algo incomprobable, claro, pero aunque sea como capricho, me gusta.

El paso del tiempo no logró borrar, sin embargo, el bochorno de ver a Taika Waititi haciendo una sátira de empresario de apps y plataformas. Resulta inverosímil que nadie se le haya acercado durante el rodaje a decirle que no causaba gracia, que mejor probara con otra cosa (Waititi tampoco es un director de muchas luces, pero filmó Thor: Ragnarok, la mejor comedia de superhéroes hasta la fecha, así que, como actor, debería tener algún timing elemental para el humor).

No es ninguna novedad que las películas cambian en el recuerdo, que cambian con nosotros. Con el paso del tiempo quizás tendamos a reforzar las primeras impresiones que tenemos de una película. O no. No tengo idea de qué dice la estadística, si tal cosa existe. Solo sé que ahora Free Guy no me parece una mala película, al contrario, hasta me resulta cándida y generosa, dos cualidades casi inhallables en el cine de hoy. 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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