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CRÍTICAS - CINE

Godzilla, según Martín Chiavarino

Monstruos del pasado.

Desde antaño las leyendas sobre los monstruos marinos han atormentado a la humanidad. En el imaginario social de los navegantes siempre estuvo presente el peligro de los engendros marinos que habitan en el fondo de un océano que aún hoy permanece inexplorado.

Esta obsesión desproporcionada llegó al cine de la mano de Ishiro Honda en 1954 con el film de ciencia ficción Gojira, el dinosaurio que aplastó Tokio como una alegoría legendaria de las amenazas del pasado y del presente que se ciernen sobre la humanidad. Así nació el mito japonés de Godzilla, el primer monstruo de la cultura pop del sol naciente.

Con una gravedad extrema en el tratamiento del guión para contrastar con los toques de comedia de la versión anterior de Roland Emmerich de 1998, pero con un respeto por la atmósfera épica, Gareth Edwards dirigió esta nueva encarnación de Godzilla, en la que el género humano se enfrenta a una amenaza que pone en peligro la supremacía del hombre sobre la Tierra.

Un equipo científico que busca a un animal mitológico en las paradisiacas costas del pacífico encuentra una especie de incubación que causa unos sismos anormales en una provincia japonesa. Joe Brody (Bryan Cranston), un ingeniero nuclear obnubilado por su trabajo y responsable de la planta nuclear, descubre que estas lecturas sísmicas tienen un patrón, y por lo tanto, no pueden ser de origen natural.

El sismo destruye la planta nuclear y una organización secreta en conjunto con el gobierno de Japón encubren el incidente aduciendo una falla en la planta nuclear. Quince años después, con la ciudad evacuada y en cuarentena debido a la radioactividad, Brody comienza a investigar por su cuenta que causó el accidente y descubre que las lecturas han comenzado de nuevo con el mismo patrón. Su hijo, Ford (Aaron Taylor-Johnson), que lo cree mentalmente inestable, intenta llevarlo de nuevo a los Estados Unidos con su familia para alejarlo de las teorías conspirativas pero ambos terminan adentrándose en la zona contaminada. En la búsqueda de la verdad que lo redima, Joe Brody descubre que su intuición lo va llevando a comprender mejor que nadie la amenaza latente que espera para descargar su furia en el Pacífico.

Con una dirección excelente, la película adolece de problemas de guión que por momentos pasan desapercibidos por la grandilocuencia de la historia, las actuaciones y el tono épico y grave de la ficción pero que van ahuecando la historia, quitándole muchas de sus virtudes. El resultado es un entretenimiento de gran calidad técnica pero carente de empatía que busca proponer una visión entrópica de la vida.  La autorregulación de la naturaleza y una perspectiva poco desarrollada sobre el balance de la vida quedan como corolarios de esta promesa desperdiciada, pero más monstruos vendrán a rescatarnos o destruirnos.

calificacion_3

Por Martín Chiavarino

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